NOTA BENE
El porqué de las reglas
Ahora que estamos a las puertas de una elección general, habrá mucha discusión sobre qué es Guatemala, cómo opera nuestro sistema político y qué cambios legales son necesarios para mejorar nuestra convivencia. Hace ya más de 10 años organizamos una discusión académica en torno al libro La razón de las normas, por James M. Buchanan y Geoffrey Brennan (1985). Escribí una columna de opinión al respecto y, releyéndola, pienso que sigue siendo útil para enmarcar el diálogo.
' Reglas buenas, resultados buenos.
Carroll Ríos de Rodríguez
El libro La razón de las normas está basado en la realidad estadounidense, pero contiene lecciones para Guatemala. Guatemala es una república constitucional. El primer artículo de la Constitución declara que el Estado se “organiza para proteger a la persona y a la familia”. Esta es la principal finalidad, según Buchanan y Brennan, de las meta-reglas: proteger a la persona de amenazas y actos violentos contra sus derechos básicos. Si todos los guatemaltecos fuéramos ángeles, no necesitaríamos establecer ni una regla. Jamás nos haríamos daño unos a otros. Ni siquiera necesitaríamos elegir gobernantes, pero en caso de que existieran políticos-ángeles, tampoco sería aconsejable restringir su actuar, pues en su bondad y omnisciencia, ellos no abusarían de sus poderes.
Una comunidad rural de cien habitantes vivirá en armonía si todos basan su conducta en una regla “kantiana” —hacen lo que deben—, aunque no siempre salgan favorecidos por las decisiones colectivas. La dinámica se transformará en cuanto una sola persona se comporte racionalmente como “bellaco” —hace lo que más le conviene—. Los demás se irán convirtiendo gradualmente en “bellacos”, incluso a sabiendas del nocivo efecto sobre la cooperación social. (El cálculo del consenso, Buchanan & Tullock, 1962). Aunque los buenos somos más, hay que hacer reglas para los no tan buenos.
Cualquier reforma, como por ejemplo a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, debe prever los incentivos creados por el conjunto de reglas, tanto para quienes ostentan temporalmente el poder, como para los ciudadanos. Las malas reglas procuran malos resultados. Erigir reglas ambiguas, abundantes, confusas, sin jerarquía o discriminatorias genera tan malos resultados como no tener reglas. Equivale a contradecir el primer capítulo de la Constitución, y deja desprotegidas a las personas. Torna impredecible las relaciones interpersonales, abre espacios a la corrupción y erosiona el respeto al orden legal en general.
La razón de las normas hilvana las meta-reglas para la justicia, la tributación y la elaboración de la legislación ordinaria. Conviene contar con una “constitución fiscal” que delimite la forma en que el Gobierno se agencia de recursos financieros: sin reglas, la recaudación de impuestos, la inflación y la deuda son instrumentos mediante los cuales se compromete el futuro de la sociedad y se empobrece a los ciudadanos. La legislación ordinaria, a su vez, debe subordinarse al marco constitucional y no contradecirlo. Requerimos claras y seguras garantías a nuestros derechos personales, así como certeros y efectivos disuasivos a la violencia.
Han circulado en las redes mapas de América Latina teñidos de rojo. En muchos países de la región se instalan en el poder regímenes de izquierda, ya sea porque triunfan en procesos electorales, limpios o viciados, o simplemente porque ya llevan años en el gobierno y organizan grandes pantomimas de democracia para darse un barniz de legitimidad. Guatemala es un pequeño punto celeste en ese mar rojo. El peligro de decantarnos por un régimen con tendencias de izquierda es que la persona, la familia y la paz ya no serán la razón de ser de las normas y del gobierno.