PLUMA INVITADA
Autonomía y libertad de expresión
Los acontecimientos más infames en la historia de Guatemala han sido propiciados durante cientos de años por personas individuales que ostentan fama, poder, riqueza y estatus. Como lo afirma el notable guatemalteco César Brañas en su obra Tras las huellas de Juan Diéguez, “…ha pesado sobre la indolencia guatemalteca, el concepto de nuestra pequeñez y nuestra insignificancia, el temor al ridículo y a las responsabilidades, el temor a herir y a decir la verdad, tal como uno lo ha entendido verterá o equivocadamente. Y ¡cuánto hemos perdido por ello!”.
Todos aquellos guatemaltecos que hacen abstracción de su vida privada, no importando la cuna que los haya mecido, tienen miedo a recorrer el pasado, a reclamar más allá del derecho de su nariz, dejando en sus cuitas con sus pares toda una serie de consideraciones sobre la bajeza de los demás ignorando la propia.
Hay guatemaltecos de vidas ilustres que han instruido al pueblo y que no han permitido que este sucumba ante las arbitrariedades internas y externas desde su tierna edad, como lo relata Carlos Enrique Wer sobre la gesta revolucionaria del 2 de agosto de 1954.
' Gracias a la contribución económica de Francisco Marroquín existe la hoy Universidad de San Carlos de Guatemala.
José Miguel Argueta
Mientras suceden acontecimientos atroces como el que hoy mantiene cerrada la “carolina academia guatemalensis”, hay, como siempre, desde nuestra Constitución, organizaciones nacionales e internacionales que levantan una bandera ideológica sobre la “humanidad”, concepto tan perdido en tiempo y que hoy sustituye la búsqueda de rentas que de estado de Derecho se transformó en Homo economicus, uno de los mayores errores de la economía clásica.
Siempre se pensó, según lo narra Ramón Salazar: “El hombre bueno, el buen ciudadano, el varón ejemplar era el que oía misa los domingos y demás fiestas de guardar, que eran muchos, que comulgaba por Pascua florida y ayunaba en días de precepto, que llevaba a su familia en diciembre a los toros y se permitía algunas diversioncillas honestas, tales como un viajecito a Amatitlán, en los días de la Cruz, o una temporada a Escuintla en diciembre en los días de frío”.
El inicio de la ciudad de Guatemala en cultura siempre fue superior a Buenos Aires, Lima, Santiago de Chile y Nueva York. Los cinco millones de habitantes que contaba fueron diezmados por la avaricia de los encomenderos, los trabajos en las minas, la transportación en masa a Quito y la repoblación de las Antillas luego del exterminio de sus habitantes.
Lamentablemente aquel latrocinio y destrucción asentado en el cabildo del 26 de febrero de 1526 hasta hoy fue rescatado a lo largo de su historia por la obra benéfica del licenciado Francisco Marroquín, que al morir dejó 173,000 pesos para que se fundara la Universidad Carolina, que junto a la suma de Crespo Suárez permitió que José Baños y Soto Mayor fuera el primer rector, con los mismos privilegios de la Universidad de México y la de San Marcos de Lima, gozando los estudiantes de fuero (jurisdicción poder) en las causas criminales, que es lo que permite que llegado 2022 lo usen para defender la autonomía universitaria y la libertad de expresión contra las fuerzas que pretenden destruir la integridad de Guatemala previo a sus elecciones generales del 2023.