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Mitos sobre el quetzal

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En los primeros días de noviembre se presentó una exposición del fotógrafo y cineasta Ricky López Bruni sobre el quetzal, en el parque Central de Antigua Guatemala, como parte de la iniciativa “Se me antoja Guate”. En ella se expresó que el quetzal es: “El ave nacional de Guatemala desde 1871 y su imagen figura en la bandera y escudo de Guatemala. “Quetzal” es también el nombre de la moneda del país. Tiene también un papel importante en los mitos de la región. En las civilizaciones precolombinas de Mesoamérica era considerada un ave divina asociada a Quetzalcoat, la deidad “serpiente emplumada”. Los antiguos mexicas y mayas vieron el quetzal como el “dios del aire” y como un símbolo de bondad y la luz, y sus plumas de cola verde fueron veneradas como símbolos para el crecimiento de las plantas en la primavera. Los gobernantes de Mesoamérica y algunos otros rangos de la nobleza llevaban tocados de plumas del quetzal como símbolo de su relación con Quetzalcoat. Como era un crimen matar a un quetzal, el ave fue únicamente capturada para sacarle algunas plumas y luego puesta en libertad. En varios idiomas mesoamericanos, el término para quetzal también tiene el significado de “sagrado”, “precioso”, “erigido”.

' Es un crimen matar un quetzal, por ser un símbolo nacional, pero yace disecado en por lo menos un par de lugares públicos.

Samuel Reyes Gómez

Es un ave hermosa, sobre todo el macho en pleno vuelo, pues por el dimorfismo sexual tiene bellas plumas largas en su cola, pertenece a la familia Trogonidae (Trogones), su nombre científico es Pharomachrus moccino, en inglés Resplendent Quetzal. Alrededor del quetzal se han creado mitos, como bellas historias, pero que es preciso desmitificar, es importante conocer la verdad. Esta exposición logra mucho de esto. Existe un mito de que “el quetzal no puede vivir en cautiverio”. En una de las fotos se muestran huevos, crías de quetzales y quetzales adultos en el ZooMAT de Tuxtla Gutiérrez, en México, el famoso zoológico Manuel Álvarez del Toro fundado en 1942, un espacio para la conservación y estudio de la fauna regional, en este lugar Manuel Álvarez del Toro cuidó unos polluelos que cayeron de un nido, lográndolos hacer crecer y desarrollar. Estos habían sido rescatados por los biólogos Gerardo Cartas y Carlos Guichard. En el año 1992, el biólogo Abenamar del Pozo logró reproducirlos en cautiverio y para el 2020 habían logrado 11 quetzales. Otro mito también se logra desmitificar en estas fotos: “Los nidos de los quetzales tienen dos agujeros, uno de entrada y otro de salida, porque, si no es así, pueden lastimarse con resultados fatales”, pero la realidad es que los nidos solo tienen un agujero, los machos son cautelosos al entrar al nido y las plumas largas deben quedar en perfecta posición para no enredarse en ellas al salir y llevarse a los pichones de corbata. Con las constantes entradas y salidas, las plumas que tardaron por lo menos tres años en crecer terminan aflojándose y botan las dos más largas después de las temporadas de anidamiento; una foto lo demuestra. Algo que también me llamó la atención es que el quetzal no come solo frutos, en el que el aguacatillo es su predilecto, sino también comen insectos, lagartijas y ranas. Me impresionó ver a un quetzal con una rana en el pico. Personalmente no me imaginaba que esta ave tan bella fuera “carnívora, más bien omnívora”. Que el quetzal se manchó el pecho de rojo al caer sobre Tecún Umán mortalmente herido en batalla contra los españoles es otro mito más difícil de creer.

Y aunque es un crimen matar un quetzal por ser símbolo nacional, lo podemos ver disecado en un escudo en el Congreso y en una sala de uno de los bancos más prestigiosos del país, así como en fotografías de National Geographic, donde kekchíes los llevan colgados muertos, producto de su caza. Este tipo de exposiciones nos abren los ojos a la realidad, la que a veces no quisiéramos reconocer, porque por el lado romántico de los mitos nos satisface mantenerlos.

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