Reflexionar sobre la universidad resulta importante dada su posibilidad de semillero para nuevas experiencias en las sociedades y posteriormente, el mundo.
Esto lo sabe bien el español Rafael Puyol Antolín, actual presidente del Consejo Administrativo y del Consejo Directivo de la Universidad Internacional de La Rioja en España, y quien entre 1996 y 2003 fue Rector de la Universidad Complutense de Madrid, donde actualmente funge el mismo cargo de manera honoraria.
En los últimos días de noviembre del 2022, el doctor Puyol viajó a Guatemala, donde formará parte del cierre de promoción ’22 de la Universidad InterNaciones. A continuación presentamos una conversación con el académico quien nos habla sobre la importancia de la universidad y su vínculo con las relaciones sociales e internet.
En una entrevista a inicios de 2021 usted mencionaba que la universidad debía incorporar la digitalización para poder sobrevivir. ¿Cree que puedan surgir efectos en la calidad de ese aprendizaje debido a la virtualidad y la desconexión presencial entre formadores y estudiantes?
La digitalización progresiva de las diferentes actividades universitarias con un propósito en alcanzar la transformación digital profunda es un reto irrenunciable de todas las organizaciones educativas superiores.
Creo que con el profesorado adecuadamente formado y con las metodologías convenientes para la formación virtual se pueden alcanzar los mismos niveles de calidad que la enseñanza presencial.
Ahora bien, será necesario llevar a cabo esos procesos de formación de los docentes y de dotación de los recursos tecnológicos pertinentes y eso va a llevar algún tiempo y va a demandar inversiones.
Cada universidad tendrá que realizar su travesía del desierto e ir adaptando su transformación digital a sus objetivos y posibilidades.
Al final tendremos muchos proyectos educativos híbridos en los que los estudiantes obtendrán los indudables beneficios de lo presencial, modalidad de enseñanza por la que ellos se inclinan, pero también tendrán a su disposición todos los recursos que ofrece una buena enseñanza virtual.
Quizás puedan existir periodos de dudas e insuficiencias, pero al final los más beneficiados por ese doble proceso de enseñanza serán los propios estudiantes.
También ha hablado sobre la necesidad de las universidades por conectar de forma novedosa con una generación joven, pero, ¿qué ocurre con los adultos jóvenes (millennials) que empiezan a cursar en la universidad y que han estado acostumbrados a métodos de enseñanza tradicionales?
La digitalización también debe incluir a estos estudiantes. No hay que dar por sabido que tienen un dominio suficiente de las capacidades digitales para su aprendizaje.
Yo insisto mucho en que junto a los conocimientos lo que va a dar a los estudiantes el nivel de empleabilidad que van a necesitar son las competencias y entre ellas, como es natural, las digitales. Y ello independientemente de que su modalidad formativa prioritaria sea presencial o virtual.
¿Resulta importante atender desde la institución la forma en que el estudiante se percibe emocionalmente durante su aprendizaje universitario?
Me resultó sorprendente leer un estudio reciente en el que se decía que uno de cada diez universitarios españoles tiene pensamientos suicidas durante el primer año de carrera.
Y que casi un tercio de esos universitarios sufre algún trastorno mental, depresión o ansiedad, a veces causados por la enseñanza recibida, otras por una inadecuada interacción con sus compañeros y en ocasiones por las dificultades laborales que tendrán al acabar sus estudios.
El trabajo concluye con algo que nos debe hacer reflexionar: Las instituciones educativas no contemplan la educación de una forma integral ya que no preparan ni acompañan a los alumnos en estas situaciones vitales. Deberíamos prestar más atención a la situación psicosocial de los alumnos.
En el entendido que la universidad es un espejo de la sociedad donde comparten personas de distintos contextos, ¿cómo fomentar la empatía y el diálogo a pesar de las diferencias?
La universidad es un laboratorio para favorecer la inclusión, la convivencia y el diálogo; y un formulador y transmisor de “buenas prácticas” para que la propia sociedad alcance esas condiciones esenciales para una convivencia pacífica, en democracia y libertad.
No debemos olvidar nunca que nuestras instituciones deben formar buenos profesionales, pero también buenos ciudadanos. Eso debe empezar en la escuela y debe rematarse en la universidad.
¿Cree que atienta el inmenso acceso a información que tienen las personas en internet contra las matrículas universitarias?
No lo creo. La diferencia esencial es que internet ofrece mucha información, más de la que podemos abarcar. Y la Universidad aspira a “formar” a la gente. Con ello no pretendo desvirtuar el papel ciertamente esencial que internet puede jugar en el proceso de aprendizaje de un alumno, pero esa herramienta no permite fácilmente la adquisición de capacidades, destrezas o competencias que se consiguen mucho mejor en la interacción profesor-alumno.
¿Cuáles diría son los aportes de la universidad a las personas lejos de lo que pueden aprender en internet?
Precisamente esa formación en competencias y capacidades que se hace cada día más imprescindible. Un buen profesor tiene que enseñar a sus alumnos derecho, biología o matemáticas, pero también espíritu crítico, saber enfrentarse a problemas complejos, capacidad de liderazgo, trabajar en equipo, habilidades comunicativas, tolerancia, resiliencia… Todo eso no se aprende fácilmente en internet.
Guatemala tiene un contexto crítico de alfabetización debido a las brechas sociales. En el último censo realizado destacó que menos del 1% de la población tiene un posgrado. ¿De qué forma considera que se pueden esparcir conocimientos más allá de la misma universidad en la sociedad?
¿Por qué más allá de la misma universidad? Las instituciones educativas superiores deben formar buenos profesionales y desarrollar el conocimiento mediante la investigación, pero tienen que jugar un papel complementario en la formación a la ciudadanía mediante la expansión universitaria. Si en todos los países esa función es esencial en aquellos territorios con menores niveles educativos se convierte en una exigencia ética.
Debemos mejorar la formación de todos: de todas las edades, de hombres y mujeres, de todas las clases sociales… Para ello la función educativa universitaria, más allá de la enseñanza reglada, es fundamental.
“No debemos olvidar nunca que nuestras instituciones deben formar buenos profesionales, pero también buenos ciudadanos. Eso debe empezar en la escuela y debe rematarse en la universidad.” -Rafael Puyol Antolín
Se ha hablado de la “responsabilidad de los intelectuales” como un propósito que tienen las personas con acceso a conocimiento en decir la verdad y revelar el engaño a quienes no tienen acceso a la información. ¿Cómo cree que puedan generarse puentes de conocimiento en la sociedad desde espacios como internet?
Desgraciadamente no todo lo que encontramos en internet y en las redes sociales es cierto. La posverdad y las noticias falsas irrumpen a veces en nuestras vidas con un poder demoledor. La llamada cultura de la cancelación puede destruir toda una vida de trabajo serio y riguroso con un solo mensaje.
Ante ello, efectivamente los intelectuales tienen la obligación de mantener la verdad y denunciar los excesos de la posverdad, es decir hacer un mal uso de la información para manipular a la opinión pública, instrumentalizando las emociones. La realidad no es un buffet del que se pueden escoger los hechos que más nos convienen y se prescinde deliberadamente del resto.
¿Cómo combatir la apatía y el rechazo al estudio de personas que incluso tienen mayores posibilidades de aprender?
Tenemos que hacer más atractivos los estudios, incluyendo nuevos contenidos, nuevos recursos pedagógicos y nuevas formas de aprendizaje. Hay que darle una mayor cabida a la enseñanza práctica, a nuevos métodos como la clase invertida y otros, a la formación dual en muchos casos.
Hay que fomentar la participación de los estudiantes en las sesiones de clase, reducir las lecciones magistrales a las justas, convertir al profesor en un “animador” académico. Los alumnos deben contribuir a su propia formación mediante un uso orientado de los recursos en línea y la consulta que cada vez será mayor y mejor a los tutores virtuales.