AL GRANO

A la memoria de elPeriódico impreso

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Pienso que la circunstancia de que elPeriódico vaya a dejar de circular en su versión impresa a partir del 1 de diciembre próximo es verdaderamente lamentable. Algunos pudieran pensar que, en la era digital, la desaparición de un medio de prensa escrito no es tan grave y que, tarde o temprano, el destino de todos los medios de prensa escritos es una “aplicación”. No cabe duda de que ese hecho es una atenuante importante de esta triste noticia, pero no es capaz de llenar el vacío que se crea.

' Todos los ciudadanos deben preguntarse qué ha pasado; su libertad es preciosa.

Eduardo Mayora Alvarado

He participado de diversas maneras en varios medios de comunicación social por poco más de tres décadas y sé bien que, a nivel mundial, los diarios impresos enfrentan desafíos enormes. En un estudio de 2020 se afirma que en los últimos 15 años en los Estados Unidos ha desaparecido una cuarta parte de los periódicos que existían. Y, sin embargo, el acontecimiento del que aquí hablo puede no ser un caso más en Guatemala.

Me refiero a lo que el propio diario ha denunciado, es decir, que desde hace años ha enfrentado amenazas, presiones y un boicot comercial. Carezco de la información y los medios que me pudieran permitir validar o descartar tales denuncias, pero sí me consta que en Guatemala el llamado “fuero de prensa” brilla por su ausencia. Las reglas están en la Ley de Emisión del Pensamiento, pero no tienen la menor significación en la vida pública de la Nación.

Este es un hecho, según me parece, directamente relacionado con la multitud de desencuentros que se producen entre funcionarios, políticos, personajes de relieve público y los medios de comunicación social. Claro que esto no ocurre solo en Guatemala; hay un dicho en inglés que dice: “nunca piques un pleito con un hombre de la prensa”, o algo parecido. Pero, en los Estados Unidos y en otros países en los que el ideal del imperio del derecho es una realidad más sustancial, tanto los medios de prensa como los funcionarios del Estado y los políticos entienden con mucha mayor claridad cuáles son los límites.

En nuestro país esto no es así. La jurisprudencia en relación con las fronteras dentro de las cuales debe tolerarse la emisión del pensamiento es prácticamente nula, y esto genera, creo yo, un ambiente propicio para sustituir por otros mecanismos particularmente perniciosos los que serían cauces apropiados para dilucidar las intolerancias injustificadas de los personajes públicos aludidos o las responsabilidades incurridas por abusos de los medios de prensa.

Este fenómeno no ocurre, por supuesto, solamente en relación con el fuero de prensa. Para no citar sino otro ejemplo –especialmente grave—, llevamos unas tres décadas de asistir a linchamientos de presuntos delincuentes que, ante la sensación de que el Estado no brindará justicia, terminan ajusticiados por muchedumbres enardecidas atizadas por individuos violentos.

Creo que los hábitos sociales y políticos de la tolerancia a las críticas de la prensa y de la discusión abierta de ideas diferentes nunca han sido las características que definen a la sociedad guatemalteca, pero tengo para mí que, hasta hace poco menos de diez años, esas dos virtudes cívicas habían avanzado notablemente. De verdad espero que la desaparición de elPeriódico impreso no sea un síntoma de lo contrario, si bien me temo que entre los factores determinantes de todo ello están, precisamente, las actitudes autoritarias que siempre han procurado sofocar una de las libertades más caras del ser humano: de expresar lo que piensa.

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