Romper con los patrones culturales y fomentar la cultura de denuncia es parte de la ruta que se debe seguir para frenar el flagelo, afirma.
El acoso sexual es parte de esta violencia, no está tipificado como delito en Guatemala, pero según la entrevistada si el país ratifica el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que busca poner fin a la violencia y al acoso en el mundo laboral, se abriría una ventana de oportunidad para que se legisle como delito.
Durante 16 días se llevará a cabo la campaña ¡Únete!, con el fin de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas. El color anaranjado identifica a esta iniciativa que culmina el próximo 10 de diciembre.
¿La violencia contra la mujer puede considerarse como un problema endémico en Guatemala?
Endémico se refiere a un suceso que se presenta con frecuencia en determinada zona geográfica, si partimos de esa definición y consideramos que en Guatemala en lo que va del año se han registrado casi 50 mil denuncias por violencia contra mujeres y niñas, pues definitivamente la violencia en el país es endémica, por el número, además es constante, no disminuye.
Durante la pandemia (del covid-19) se incrementó la violencia contra las mujeres y las niñas hasta en un 30%.
¿Dónde está esa línea que define lo que es violencia contra la mujer y lo que no es?
En 1992, el Comité Cedaw (Convención sobre la Eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer, en inglés) en su recomendación general 19 afirmó que la violencia contra las mujeres es una forma de discriminación dirigida a una mujer por ser mujer o que afecta a las mujeres en forma desproporcionada. Esta violencia inhibe gravemente su capacidad para disfrutar de sus derechos y libertades en igualdad de condiciones.
Hasta 1970 asociábamos la violencia con el hecho físico, con el maltrato, hoy entendemos que se manifiesta de muchas maneras, existe la violencia psicológica, económica, institucional, política, digital, sexual, entre otras, y afectan de manera significativa en el desarrollo de las mujeres.
En Guatemala la Ley contra el femicidio reconoce cuatro tipos de violencia: física, económica, sexual y psicológica, y se aplica en el ámbito público y privado. Hay países que han tipificado hasta 20 tipos de violencia.
¿En dónde queda el acoso sexual?, pues en Guatemala no está tipificado como delito.
Está tipificado en varios de los países de la región y hay una convención de la OIT que precisamente habla del acoso sexual en el trabajo, que está por ser ratificada por el Congreso de Guatemala y eso abriría la puerta para que se legisle sobre esa materia.
El acoso sexual ocasiona tanto daño como cualquier otra forma de violencia, se ejerce por una persona que tiene una posición de poder, el jefe, el maestro en la escuela o el acoso sexual callejero, que sabemos es frecuente.
¿Cuál es la situación de las mujeres y de las niñas en Guatemala?
En lo que va de año el Ministerio Público ha recibido 49 mil 215 denuncias de violencia contra la mujer, es preocupante que más del 90% de las evaluaciones clínicas realizadas por el Inacif —Instituto Nacional de Ciencias Forenses— fueron por indicios de violencia sexual contra mujeres y niñas. Hasta la fecha hay 469 femicidios registrados: además, 57 mil 163 nacimientos en niñas y adolescentes madres entre 10 y 19 años, de estos mil 824 fueron entre niñas de 10 y 14 años, que deberían considerarse como un delito de violencia sexual.
Lo grave de la violencia contra las mujeres es que es una pandemia silenciosa, que ha durado demasiado tiempo, es la pandemia más larga de la historia.
En la región, 4 mil 239 mujeres fueron víctimas de femicidio, en el 2021. La tasa de crecimiento de femicidio es del 1.3%. Cerca de 353 mujeres por mes y 12 por día fueron víctimas. Son cifras altas y alarmantes.
Entre seis y ocho de cada 10 mujeres han experimentado algún episodio de violencia por razón de género en distintos ámbitos de su vida. En algunos países hasta el 59% de las mujeres de entre 15 a 49 años considera justificado que un esposo golpee a su esposa.
¿Qué nos lleva a estar en esa posición?
La violencia contra las mujeres es un problema global, no ocurre únicamente en América Latina. Hay que hacer un trabajo para el cambio de patrones culturales. Hay que trabajar en la prevención, es un trabajo permanente, las 24 horas, los siete días de la semana, los 365 días del año. Los números nos llevan a pensar en que es indispensable trabajar en la raíz del problema, y la causa son los patrones culturales, las relaciones desiguales de poder.
¿Hay algún punto que marque el avance de Guatemala en materia de la lucha de la violencia contra la mujer?
Guatemala fue uno de los primeros países latinoamericanos en introducir el delito de femicidio en su legislación por medio de la ley de segunda generación contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer. Se ha instalado un sistema de justicia especializado en femicidio y otras formas de violencia contra las mujeres, existen fiscalías especializadas en contra del delito de femicidio, centros de acogida, hay protocolos de atención. A pesar de estos avances legislativos, la violencia es un asunto cultural, que ha llegado al punto de normalizarlo, por lo cual hay dos aspectos que son fundamentales: la prevención y la cultura de denuncia.
Hoy en día se habla más del femicidio y se visibiliza más, dado a que hay una legislación específica que los tipifica como delito. No todas las muertes violentas contra mujeres se tipifican como tal, pues hay una cadena de recolección de información y evidencias que se requieren para tomarse así y perseguir penalmente al agresor.
Debido a esta cadena de recolección y evidencias, puede haber un subregistro y algunas de las muertes violentas no llegan a tipificarse como feminicidios, aunque sí lo sean.
¿Cómo poner fin a la violencia contra la mujer?
La violencia se debe abordar desde un enfoque centrado en las sobrevivientes, que permita su empoderamiento y construir su autonomía física, económica, social y política. En la medida en que una mujer está más empoderada, más segura de sí mismas, con recursos propios, con ingresos que le permitan salir de un círculo de violencia será más fácil de romperlo.
También los hombres deben involucrarse, es necesario el cambio de patrones culturales, la sanción y la persecución penal del agresor, y hay que trabajar en la prevención.
Tradicionalmente nos han educado a mujeres y hombres de formas distintas, a las mujeres nos han asignado unos roles y a los hombres otros. En esa asignación nos hemos visto perjudicadas. Al hombre siempre se le ha asociado con que tiene que ser fuerte, poderoso. No ha ocurrido lo mismo con las mujeres.
Hay que recordar que un hombre valiente es aquel que no agrede, que es respetuoso, que trata a las mujeres en condiciones de igualdad. Esos son mensajes que tenemos que transmitir de manera continua hasta que logremos cambiar esos patrones.
¿Cómo ayudar a las mujeres a empoderarse para frenar ese círculo de violencia?
Tenemos que trabajar para que tengan conciencia de que tienen derecho a su autonomía física, política, económica y social, que sepan a dónde ir, que procedan con las denuncias, que no se queden en una relación que es dañina para ellas y para su familia. Deben tener la conciencia de que la violencia es inaceptable, que no hay ninguna causa que la justifique.
Muchos sectores y grupos toman como bandera los derechos de las mujeres, pero en realidad no trabajan en beneficiar a este sector de la población.
Si vemos, por ejemplo, que las mujeres ganan hasta 30% menos que los hombres con igualdad de responsabilidades, con las mismas capacidades y con la misma preparación. Que apenas hay en los parlamentos a nivel mundial un 30% de mujeres cuando somos la mitad de la población. Cuando vemos que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia, pues definitivamente son temas que despiertan un gran interés en la población. Entonces, tal vez, por eso grupos, bien sea a favor o en contra de los derechos de las mujeres, los aprovechan durante algunos periodos para tener mayor visibilidad pública.
Si hacen compromisos con los derechos de las mujeres lo importante es que las candidatas y los candidatos a cualquier puesto de elección los cumplan, porque el momento para cumplirle a las mujeres es ya. No podemos seguir esperando.