Cada semana llega un bus al refugio Casa Nuestras Raíces, en la zona 1 de Quetzaltenango, donde son albergados hasta que un familiar llegue por ellos.
Muchos de ellos son reincidentes y ya conocen la mecánica del trámite. José iba hacia Los Ángeles, en donde afirma tener familiares. Iba acompañado de un amigo de Jutiapa que ya conocía el camino; sin embargo, fueron detenidos. “Las autoridades solo piden documentos mexicanos, algunos te dejan pasar si les das Q800, pero igual alertan a los puestos de revisión más adelante”, relata.
La pobreza en la que vive es la que hizo que buscara un futuro mejor. Estudiaba el bachillerato, pero afirma que no hay oportunidades para los jóvenes. “Si tener un diploma me garantizara un trabajo, me quedaría, pero no es así. No sirve de nada graduarse”, lamenta.
Pensé que no sobreviviría
Martín*, que apenas cumplirá 15 años, dejó su natal San Miguel Acatán, Huehuetenango, para intentar llegar a EE. UU. por tierra. Sus padres, radicados en el pueblo, le pagaron a un coyote, pero en el camino lo dejó abandonado para huir de la Policía.
Cuenta que el temor que sintió al sentirse solo, perdido y perseguido por autoridades de migración no lo había sentido antes, pensó que no saldría vivo “por todo lo se oye en el camino”.
El plan era que cuando cumpliera los 20 años edad, los padres podrían enviar hacia Estados Unidos a su otro hijo, y posteriormente ellos también viajarían para reunir a la familia. Ahora analizan si vale la pena volver a intentarlo.
Martín está contento de vivir para contarlo, en tanto que José también está feliz, pero de vivir para volver a intentarlo.
Magnolia Orozco, delegada de la Procuraduría General de la Nación (PGN), afirma que en 2013 registraron a mil 975 menores de edad que ingresaron por tierra a Guatemala. En lo que va de este año, se registran mil 47 niños y adolescentes deportados desde México, la mayoría tienen entre 14 y 17 años, pero también hay algunos de 2 a 5 años.
“Estos menores viajan para trabajar en fincas mexicanas, otro porcentaje van a Estados Unidos para reunirse con familiares allá”, explica Orozco.
Despiden a Gilberto Ramos
Entre llanto, dolor y consternación, ayer fueron inhumados los restos del menor Gilberto Francisco Ramos Juárez, de 15 años, quien murió en el desierto de Texas, EE. UU., en su intento por llegar a Chicago, donde reside su hermano mayor.
Después de haber permanecido sentada en una silla durante toda la noche y no ingerir alimentos, ayer Cipriana Juárez Díaz, madre del jovencito, se cubrió la cabeza con un rebozo, y con ayuda de dos familiares dio su última bendición a su hijo minutos antes de que fueran llevados los restos al cementerio de la comunidad, para el cual recorrieron un enlodado y complicado camino de cinco kilómetros.
Familiares y vecinos afirman que lo recordarán como un niño obediente y trabajador.
Intento fallido
Carlos, un joven de 17 años, originario de El Quetzal, San Marcos, soñaba con trabajar en Estados Unidos para ayudar a su familia y a sus hermanos menores, además de reunirse con su padre, quien desde hace ocho años vive en ese país.
El destino de Carlos era Nueva York, pero no logró pasar la frontera, pues fue capturado en México.
Su familia pagó Q12 mil 500 para hacerlo cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, e iba con un grupo de 20 jóvenes, pero solo 13 lograron pasar. Él fue detenido por las autoridades y deportado vía terrestre.
En El Quetzal trabajaba en la limpieza de siembras de café, como auxiliar de uno de sus hermanos, pero no tenía salario fijo, solo le daban entre Q15 y Q25 a la semana por su “apoyo”.