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Recorrido por El Mirador, la megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas

Un recorrido por El Mirador, en la selva petenera, devela cómo la utopía, la ambición y el poder han moldeado la biosfera maya desde el Preclásico hasta el presente.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas

El complejo La Danta se ubica en el sector oriente de El Mirador y está unido dentro de un sistema de antiguas calzadas de 800 metros de longitud. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

Existen muchas formas de ver el mundo, pero pocas logran un efecto tan inmenso y aterrador en el cuerpo como cuando se mira desde el cielo. Mientras dos reporteros de este medio sobrevuelan la ciudad de Guatemala un martes de enero junto a otras 30 personas, confirman cómo los tripulantes –guatemaltecos, franceses, colombianos y estadounidenses– se llenan del mismo sentimiento y con sus celulares se dirigen a las escotillas para enfocar y hacerse de un registro del mundo desde arriba. En medida que la pequeña aeronave se pone en marcha con dirección al norte del país, la geografía comienza a mutar.

Luego de 45 minutos de vuelo, las planicies, sus cultivos de palma, maíz, caña, plátano; así como sus extensos campos de ganadería revelan que el primer destino está cerca: el Aeropuerto Internacional Mundo Maya, en Flores (Petén). Con el descenso, una pequeña ola de calor y de luz potente obliga a entrecerrar los ojos. A unos 120 metros sobre el nivel del mar y las montañas no logran verse. Transcurridos los minutos después de la llegada a Flores, el segundo embarque figura sobre la pista del aeropuerto. Esta vez será dentro de un helicóptero con dirección al campamento en el sitio arqueológico El Mirador, localizado en la comunidad de Carmelita.

Al alcanzar unos dos mil metros, el lago Petén Itzá se hace chiquito y la selva comienza a estirarse hasta no encontrar límite. Dentro del helicóptero se encuentra Josué García, arqueólogo que ha tenido un vínculo con El Mirador desde hace 12 años. Mientras el avión se pasea sobre los miles de kilómetros cuadrados de la Biosfera Maya guatemalteca, Josué trata de explicar –a pesar del ruido de las hélices– que grandes partes del bosque resisten ante la quema y la deforestación intencionados para trabajar la ganadería.

El arqueólogo también explica cómo se formó la llamada Cuenca Mirador—Calakmul que yace alrededor del perímetro boscoso. Sus dedos apuntan con dirección al sur de México, en Campeche (a unos siete kilómetros de este punto) y explica que desde allí se erige una gran plataforma de piedra que delimita la cuenca. Los componentes del suelo en el territorio son de origen kárstico y fueron elementales para la construcción de ciudades durante el preclásico maya.

El vuelo que se hace sobre el boque se intensifica cuando el capitán Jair Samayoa aproxima su nave al punto más alto, en el epicentro del Mirador. A unos cuantos metros se tiene de frente la soberbia copa de la Pirámide Danta elevada por casi 25 metros. De la estructura, hecha a partir de una piedra caliza y grisácea, emergen dos árboles en sus puntos más altos y que se enredan entre los graderíos, así como en la plataforma principal de la estructura. Mientras se rodea por debajo de las nubes, se puede confirmar que este es un mundo ajeno. Acá manda la forma más agreste del mundo.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas
Vista de los primeros territorios antes de alcanzar la Biosfera Maya, en Petén. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

Luego de rodear La Danta, el capitán desciende a la base donde suelen aterrizar los helicópteros, y donde también está Josephine Thompson: arquitecta estadounidense que ha hecho del campamento en El Mirador una segunda casa los últimos 19 años. Durante casi dos décadas ha viajado hasta Petén para investigar con el equipo del arqueólogo Richard Hansen los restos estructurales del preclásico maya.

Su involucramiento en el proyecto, así como su participación en la Fundación para la Investigación Antropológica y Estudios Ambientales (por su traducción al español), la llevaron a desarrollar una serie de mapas que han funcionado para conocer cómo se construyeron y ordenaron varios centenares de estructuras en el área durante el preclásico; entre ellas, calzadas, plataformas, pirámides, templos, diques, corrales, entre otras.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas
Llegada al campamento en el sitio arqueológico El Mirador. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

La llegada de Thompson en enero del 2023 no es fortuita. Esta vez regresó para presentar junto al equipo de Hansen los resultados de una investigación que dio a conocer la existencia de 964 asentamientos arqueológicos en la cuenca Mirador-Calakmul. La estadounidense también fue parte del estudio que dio a conocer el hallazgo de más de 177 kilómetros de calzadas con un ancho de 40 metros y cinco metros de altura. Estas revelaciones fueron logradas desde la implementación de la tecnología LiDAR, la cual permitió escanear mil 703 kilómetros cuadrados de la selva, desde el cielo.

Luego de abandonar el templo el viaje continúa en la Gran Acrópolis Central donde se preserva la Estructura 313: un edificio alargado en el que destaca el ingenio de las construcciones que permitían un sistema de goteo favorable para los habitantes cuando llovía. Encima de esta mole de piedra se encuentra silencioso, bajo un pequeño techo, el Dios Sol. Se trata de una figura moldeada en piedra caliza que sorprende por su blancura.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas
El arqueólogo Josué García al lado de un mascarón que evoca el rostro del Dios Sol. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

Según propuestas de los estudios hechos por el equipo de Hansen, Thompson y demás investigadores, la cuenca Mirador al estar constituida en gran medida con piedra kárstica, posibilitó que los mayas del Preclásico explotaran los bosques y el suelo para la elaboración de cal.

Según habría apuntado Josephine Thompson el lunes 16 de enero del 2023 en una conferencia de prensa en la ciudad de Guatemala, gran parte del terreno natural en El Mirador habría sido arrasado por el uso excesivo de la misma cal que era elaborada con toneladas de madera y piedra. En la misma presentación, Richard Hansen infirió que este tipo de hallazgos dan cuenta de cómo la ambición humana ha llegado a explotar la naturaleza desde hace miles de años.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas
Gran parte del terreno de la cuenca Mirador-Calakmul se distingue por tener una composición kárstica donde abundan rocas porosas. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

Miles de años después, los vestigios de aquella cultura hablan literalmente en la selva y puede comprobarse al mirar un friso tallado sobre la parte lateral de lo que alguna vez fue una calzada. A varios metros de la Estructura 313, se encuentran los restos de esta gran calle la cual tiene esculpidas varias escenas del Popol Wuj donde se relata la llegada de los gemelos Hunahpú e Xbalanké a Xibalbá. Sobre la estructura de piedra, con un alto de aproximadamente cinco metros, se erige un techo de policarbonato con el que se pretende proteger la piedra kárstica de los rayos ultravioleta, según explican los guías.

A más de 30 minutos del campamento central, se encuentra el Complejo Danta, o el corazón en ruinas de El Mirador. Su forma, cuenta Josué García y Antonio Centeno, se compone de lo que alguna vez fueron plataformas y que hoy están recubiertas por tierra y musgo. Luego de ascender dos grandes escalinatas en medio del bosque, se puede llegar a la pirámide del complejo, que además se estableció como el punto más lejano de Guatemala hacia el norte.

Recorrido por El Mirador, una megápolis donde vivieron monumentos de piedra kárstica y kilómetros de calzadas
Escalinatas para llegar a las antiguas calzadas del complejo Danta. (Foto Prensa Libre: Elmer Vargas)

Por encima de la estructura, que volvió a ser ocupada durante el periodo Clásico, no hay señal telefónica. El silencio domina y para cualquier ángulo, el mar de color verde no pone en duda la idea de la infinitud. Es allí, en uno de los sitios más distantes del país que se puede confirmar que, en efecto, nuestra especie es diminuta frente al mundo.

Luego de esta conclusión y de bajar la pirámide con el equipo explorador, entre el sonido de los árboles moviéndose y el de un par de monos que juegan, puede voltearse a ver cómo a lo lejos, por encima de las copas, los grandes esqueletos de piedra se quedan silenciosos y opulentos como lo han hecho durante los últimos 2 mil años.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.