Hace pocos días recibí otro correo electrónico de Ernesto Porras Castejón en el que textualmente escribe en la parte que aquí interesa lo siguiente: “Yo recuerdo que cuando un policía te sorprendía infringiendo la ley, extendía una nota que más o menos decía: ‘Señor Juez de Tránsito: El señor tal y tal no hizo su parada reglamentaria cuando el semáforo estaba en rojo, por lo que lo remito a usted… etc.’. Creo que de allí viene lo de “remisión”. Me parece que Ernesto tiene toda la razón, y que de esa nota que se remitía al juez surgió, como guatemaltequismo, la tan mencionada y detestada palabra ya antes mencionada. Digo “detestada”, porque los guatemaltecos no respetan las leyes de tránsito, pero sí protestan cuando se les impone una multa, las más de las veces bien merecida.
Me excluyo de esos trogloditas del tránsito, porque siempre respeto la ley, sea de lo que fuere, aunque dicha sea la verdad ya casi no manejo, pero obligo a mi chófer a que sí lo haga. Agrego que la mayoría de los conductores van como bólidos. Ignoran que cederle la vía a alguien que necesita pasar a otro carril es una obligación y lo que hacen es pisar el acelerador hasta el fondo para no dejarlo. Además obstruyen las bocacalles, se estacionan en lugares prohibidos y ni siquiera disminuyen la velocidad cuando un infeliz peatón osa atravesarse en su camino.
Más me aparté del asunto del que hablo: La lógica que tiene usar el término “remisión” cuando nos están remitiendo a que paguemos —no sé si todavía ante un juez de tránsito o directamente a un banco encargado de cobrar la multa— es totalmente aceptable. No obstante, no he encontrado el término en ningún diccionario de localismos ni en el de americanismos.
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