EDITORIAL
199 días quedan
Hay una cuenta regresiva que tiene sin cuidado a una enorme cantidad de guatemaltecos y que al calor de las parafernalias electorales podría quedarse aún más relegada de lo que está en cuanto a las acciones del Gobierno Central y municipalidades para poder cumplir con el plazo estipulado en el acuerdo gubernativo 164-2021.
Al ser anunciado, parecía muy largo el período de dos años estipulado en la mencionada disposición que reglamenta la gestión integral de los desechos sólidos para poder transformar el actual método de simplemente tirar la basura en un proceso de clasificación de los residuos orgánicos, de papel, plástico y vidrio, a fin de facilitar su reutilización, así como reducir su acumulación en vertederos, que son cada vez más insuficientes y en donde resulta difícil procesarlos para reciclaje.
El próximo 23 de agosto se convierte en obligatoria la clasificación de desechos sólidos, que precisa no solo de recipientes especiales separados, sino de toda una actitud proactiva por parte de los hogares y un reacondicionamiento de los vehículos a cargo de la recolección de basura. En zonas y colonias del área metropolitana, en cabeceras departamentales y también municipales, el proceso se mantiene con la habitual entrega de bolsas o cajas con desechos mezclados de todo tipo. Y eso no es lo peor, se mantiene la pésima costumbre de lanzar envases plásticos y otros empaques por las ventanillas de autobuses y vehículos particulares. También continúan en uso tiraderos en barrancos, predios baldíos e incluso mercados cantonales.
Aunque el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales promociona el reglamento como un logro, la capacitación a ciudadanos todavía dista de alcanzar los mínimos necesarios para una implementación exitosa del modelo. Es poco probable que dentro de las ofertas electorales ediles prime el ofrecimiento de implementar un sistema de recolección y clasificación de desechos, un tema de primerísima importancia, pero que queda relegado por otras especies discursivas y recursos retóricos para enganchar la atención y motivar el voto.
Sin embargo, el tema es impostergable. La basura sigue llegando al lago de Amatitlán, pero también al de Atitlán, al de Izabal y al de Petén Itzá. Prácticamente, no hay río que se salve de recibir desagües y desperdicios, con el consiguiente daño para las propias comunidades, cuenca abajo, que utilizan las aguas para riego y abasto de agua “potable”.
Existen esfuerzos entusiastas por crear una nueva cultura de gestión de desechos, impulsan campañas de limpieza y cursos en línea para la creación de nuevos hábitos amigables con el ambiente, como por ejemplo el Eco-Reto de la Fundación Crecer. Su objetivo va más allá de la implementación del 164-2021, porque buscan impulsar la transformación comunitaria mediante un método colaborativo fundamentado en la responsabilidad hacia el ecosistema en el que vivimos.
Quedan 199 días para la entrada en vigor del reglamento. Es poco tiempo, si se dimensiona el cambio que se intenta; pero es muy tarde si vemos los ríos de basura diarios arrastrados por corrientes de agua como el Motagua.