Escenario

¿Hasta cuándo?

País de encantos y desencuentros, de maledicentes y santos, de proxenetas y explotadores, de bondadosos samaritanos y bienhechores; caída de agua en sucesivas gradas jaspeadas de Champey y tres caídas sin límite de basura, ni de tiempo, en el río de Las Vacas gordas que parecen pastar solo para algunos.

Remolino de suicidios de los que nadie se entera y no solo ahorcados, envenenados o muertos de un disparo: también ideales que mueren asfixiados por las condiciones del mercado, los caprichos por cortesía de los patrocinadores o por las conveniencias del pacto en vigencia, que tarde o temprano morirá por intransigencia, por necedad o simple mediocridad disfrazada de demagogia barata.

Maldad que trae amarradas a la cintura las piezas de personas como si fueran muñecos desarmables. Sangre le baja por las barandas brillantes de bronce a la escalinata que conduce a los planes, los acuerdos, los diálogos nacionales que no se alcanzan a ver en una torre de babel de papel burocrático e historificado (diríase, petrificado).

Pulso de manos derechas, apretón de manos con dos izquierdas, estela con fechas astrales de profecías que deben cumplirse justo en… (es ilegible la han cercenado con motosierra).

Perdonen señoras, señoritas, señores, niños y jóvenes si el canto tiene un sabor amargo. Al final uno termina preguntándose lo mismo de siempre. ¿Hasta cuándo?

Por Gustavo Adolfo Montenegro

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