PLUMA INVITADA

Libertad para opinar

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Al leer las noticias de prensa recordé como a los 8 años, en el escritorio de mi padre, encontré un libro que llamó mi atención. Era la Constitución Política de la República de Guatemala. Lo leí y comprendí que tenía derechos y obligaciones. Tiempo después, en la escuela, la maestra me mandó callar, pues no le pareció mi opinión en clase. Entonces recordé la Constitución y le dije que, según esta, yo tenía derecho a expresarme, pero ella únicamente sonrió. Así descubrí la importancia de poder decir lo que pensamos con libertad y seguir siendo respetados como individuos.

Esa libertad para poder pensar, decir, escribir y compartir nuestras opiniones, sin temor a represalias o censura alguna, no es exclusiva de los periodistas o de las personas que laboran en medios de comunicación. Nos afecta a todos y todas. De allí que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos define a la libertad de expresarnos, como un derecho, y, supongo, es básica en la construcción de un mundo democrático de “paz y hermandad” (aunque en ocasiones me cuestiono eso de democrático).

Habitar en una Guatemala con libertad para expresarnos y poder compartir nuestras ideas sin miedo genera paz y armonía, para que así, espontáneamente, llegue la creatividad humana, necesaria para el desarrollo de las sociedades, en los ámbitos educativo, cultural, social, de participación ciudadana, etc., variables que redundan en el crecimiento económico del país, brindando la imagen de una Guatemala distinta y moderna ante los demás países (socios o posibles socios comerciales).

Además, nuestro Katún 32, en su capítulo 14, recoge “el Estado como garante de los derechos humanos (…)” y, conjuntamente con la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y los ODS, nos brindan una visión de desarrollo mundial moderno, representada específicamente en la búsqueda de un mundo más humano y sostenible.

' La Constitución Política de la República garantiza el derecho a pensar diferente y expresarse.

Patricia Muñoz Meza

Obviamente, cuando hablo de libertad para expresarnos y opinar me refiero también a la responsabilidad que conlleva esa libertad. Debiendo ser utilizada con respeto y adecuadamente dentro de un marco legal lógico. Como dicen: “Mi libertad termina donde comienza el derecho de los demás”.

El pensar diferente no nos constituye en enemigos de las otras personas, y esa falta de tolerancia la vemos reflejada en situaciones a nivel mundial que dan pie a guerras o disputas interminables que no construyen, sino destruyen, este frágil planeta, tan lleno de violencia, de desigualdades sociales, de hambre, de falta de salud y de calidad educativa, de injusticia, etc., que en ocasiones obligan a ciudadanos a migrar.

Además, en estos días también recordé la escultura situada en el patio de la Paz del Palacio Nacional de la Cultura, y cómo esta simboliza la firma de la paz. Esa paz que marcó el día en que Guatemala dio un primer paso hacia la modernidad y la libertad intelectual ante los ojos del mundo. Esa escultura es algo así como la primera piedra para edificar una sociedad libre, capaz de ver hacia el futuro, sin fundamentalismos o rasgos atávicos que nos sumergieron en un pasado de subdesarrollo. También significa recordar la historia antigua y más reciente de nuestro país y, a través de esa historia viva, visualizar cómo Guatemala se ha convertido en lo que hoy es a través del tiempo y continuar con la construcción de un país libre, con miras a ser más prospero.

Han transcurrido varios años desde que mi maestra me mandó callar, pero ese libro, para mí, continúa siendo poesía pura, pues recoge los anhelos y sueños de un pueblo hechos palabra.

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