EDITORIAL

Guatemaltecas merecen respeto

Lo que no termina de entender la politiquería barata —ni la cara— es que uno de los mejores abordajes para el desarrollo sostenido del país pasa por la apuesta innegociable de asegurar la asistencia y permanencia de las niñas y jóvenes guatemaltecas en las aulas. No se trata de un descubrimiento reciente, sino de un paradigma que suele ser declarado de forma repetida en las campañas electoreras y a su vez incumplido cuando la camarilla de turno se instala a sus anchas en el Ejecutivo y el Congreso.

La pobreza, la ruralidad y el machismo suelen ser una trinca infernal que se ensaña contra el futuro de las guatemaltecas y que se prolonga por la misma falta de renovados referentes educativos, culturales y también legales. Las miles de denuncias de violencia contra mujeres, los miles de embarazos de menores y los miles de femicidios de la última década son la mejor y más lamentable prueba del atraso en la equidad.

La larga data de tales lastres, a los cuales cabe sumar la desnutrición, deficiente calidad de servicios de salud y la poca protección del Estado a las víctimas de violencia debería ser capítulo medular común de cualquier propuesta de un futuro gobierno. Sin embargo, la politiquería miope o cegada por los conflictos de interés solo atina a ampliar los menús de clientelismos, en lugar de trazar prospectivas técnicas con visión de Estado.

Con tantos factores en contra son más loables los esfuerzos, logros y emprendimientos de la mayoría de guatemaltecas que no se sientan a esperar dádivas de ocasión ni los oportunistas saludos de candidatos en campaña. Trabajan, luchan y se trazan metas de superación centradas en brindar mejores oportunidades para sus familias. Se necesitan incentivos para la producción y la creación de cooperativas comunitarias, ya sean pecuarias, artesanales, comerciales, agrícolas o turísticas. Existen ejemplos de la funcionalidad y crecimiento de este tipo de inversión social con las adecuadas facilidades crediticias y asesoría técnica.

En fecha reciente se difundió un video de un candidato a un cargo público que en su recorrido promocional intentó, sin éxito, preparar una tortilla junto a una digna mujer que trabaja en ese duro oficio a diario para ganarse el sustento. Es tal la insensibilidad de estos prospectos que ni siquiera se dan cuenta de que tal acción contrasta con el heroísmo cotidiano de la persona a la que quieren utilizar.

En el Día Internacional de la Mujer en el 2023, año de definición electoral, es preciso resaltar la urgencia de discutir propuestas concretas mínimas, pero específicas, con las cuales pueda comprometerse todo el espectro político. Queda claro que la diferencia no se marca solo con el número de ministras o de diputadas al Congreso, sino con la puesta al día de una agenda de desarrollo y competitividad inclusiva. Las madres son eficientes administradoras por convicción, tejen redes de colaboración y propician una mejora integral en educación, salud, infraestructura y transparencia.

Son las acciones las que hablan y no los ofrecimientos arteros. Existe talento en estudiantes y profesionales guatemaltecas, así como voluntad de millones de trabajadoras por construir un mejor porvenir. Subsiste, a pesar de los desengaños, el afán de ciudadanas de toda etnia, credo y nivel económico por preservar la democracia y el estado de Derecho como entorno idóneo. Las propuestas políticas deben respetar eso en lugar de querer aprovecharse, otra vez, del círculo vicioso de las carencias.

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