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Populismo y progresismo vs. conservadurismo

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El populismo y el progresismo son dos tendencias políticas que están recibiendo mucha atención en estos días. Tanto en América Latina como en otras partes del mundo. Pero, ¿qué significan estos términos, y sobre todo, a dónde pretenden llegar?

' Vivir en sociedad limita la libertad absoluta por el respeto a los derechos de los demás.

Brenda Sanchinelli

El populismo se remonta a la República romana, de la que toma su nombre. Los populares —que en latín significa “favorecer al pueblo”—, eran una facción política, que apoyaba la causa de los plebeyos contra la clase dominante. Es importante señalar que el populismo no está intrínsecamente ligado a una determinada ideología política. Por ejemplo, Barack Obama (progresista) y Donald Trump (conservador), que no comparten creencias políticas, han sido llamados populistas.

Con frecuencia se asocia a los populistas con regímenes autoritarios y sus líderes gobiernan de tal forma que favorecen a las élites, pero los que los llevaron al poder no tienen ningún privilegio. Para lograr sus objetivos, estos líderes necesitan desmantelar algunas instituciones democráticas, como un poder judicial independiente, y otras instituciones clave. De la mano con la eliminación de las voces críticas, ya sean de la sociedad civil o medios de comunicación.

En cuanto al progresismo, es una ideología política casi siempre enmarcada dentro del centro-izquierda. Aunque los principios del pensamiento progresista temprano fueron poner fin a la esclavitud y aumentar la igualdad, hoy en día “progresismo” puede significar algo muy diferente y, cambiar su concepción de un país a otro.

El problema más grande es que los progresistas intentan anular totalmente los derechos de los conservadores. Por ejemplo, ¿cómo es posible que quieran abolir el derecho de mencionar a Dios en las escuelas, o los tribunales de justicia? ¿O defender el derecho a la vida? Si la base del progresismo supuestamente es la libertad y derechos “de todos”, entonces ¿por qué actúan unilateralmente, defendiendo únicamente los derechos de los ateos y proaborto? El conservador, en cambio, posee el sentido de la historia y la tradición, a diferencia del progresista que lo niega, o del reaccionario que ni siquiera plantea el problema —de salvaguardar lo que lo merece—, sino que se limita a reaccionar, contrariamente a los acontecimientos que tienden a modificar el orden establecido.

El progresismo que, en teoría, suena motivante, se trata del avance de la humanidad hacia la creación de comunidades libres, prósperas y seguras donde todos tengan la oportunidad de contribuir, y la misma oportunidad de éxito. Esta corriente goza de aceptación en Alemania, Francia, EE. UU., Reino Unido, Canadá, México, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile, entre otros.

El populismo y el progresismo son similares en el sentido de que ambos afirman que actúan por el bien de todos, y especialmente de la “gente común, de los pobres, de los débiles”. Sin embargo, hasta ahora ambos modelos han demostrado ser un rotundo fracaso. Y los más afectados han sido las mayorías, que incluso han tenido que salir huyendo de sus países y de ese controversial sistema. Donde los únicos que se ven beneficiados son los líderes que adoptan esta tendencia, que se vuelven dueños y señores de su propio reino. A pesar de que el progresismo no es una ideología política, sino una tendencia útil para engañar a las masas, que se pinta como una corriente “buena y justa”. Al menos en Latinoamérica, la corrupción y el autoritarismo han sido los factores comunes en esta tendencia. Los “progre” deben aceptar que la libertad nunca puede ser absoluta, porque las libertades están sopesadas por los derechos de los demás. Si no se respetan los derechos de “todos”, entonces esta queda en un pozo.

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