FUERA DE LA CAJA

TikTok, bajo fuego

El entorno tecnológico gira en estos días sobre la batalla legal del gobierno de Estados Unidos con la red social TikTok y la empresa china Bytedance, propietaria de la mundialmente popular plataforma que cautiva a mil millones de usuarios, en su mayoría, jóvenes.

La disputa busca proteger a 150 millones de usuarios estadounidenses de la plataforma. Según se dijo en la audiencia del pasado jueves 23 de marzo en Washington, los riesgos de seguridad nacional derivados de esa información van “desde la desestabilización de la sociedad hasta la inducción a conductas destructivas entre los jóvenes”. Un día antes, la plataforma organizó a un grupo de influencers para evitar su proscripción en esa nación.

El CEO de TikTok, Shou Zi Chew —nativo de Singapur—, admitió ante los congresistas que tres socios de la casa matriz están vinculados con el buró político del Partido Comunista chino, y aseguró que la plataforma no es agente del gobierno de Beijing. Ejecutivos de esa red social declararon previamente haber tomado medidas de seguridad adicionales para resguardar los datos de los usuarios, 33% de ellos comprendidos entre los 10 y los 19 años de edad. La aplicación ha sido descargada más de dos mil millones de veces; requiere la instalación de un programa en teléfonos y computadoras, lo cual –señalan— implicaría “un riesgo, por la información que se puede extraer sin conocimiento del usuario”.

' La privacidad cedió su espacio a una relación abierta en la red, en la cual se materializó “la sociedad del espectáculo”.

Klara Campos

TikTok es parte de la Web 2.0, o sea la segunda generación de internet, que permite la interacción entre usuarios. A diferencia de su antecesora —un servicio para ver información sobre algunos tópicos en particular, sin espacio para la convivencia entre usuarios—, en el nuevo universo cibernético se puede crear e intercambiar contenidos en los que se exteriorizan pensamientos, conocimientos, gustos, apreciaciones y otros aspectos de la vida personal sin necesidad de que sean revisados ni evaluados con rigor.

Plataformas como Facebook, Instagram y WhatsApp antecedieron a TikTok en esta oleada de transformación. Se convirtieron en ventanas en las que la privacidad fue cediendo su espacio a una relación abierta en la red y en la cual se materializó “la sociedad del espectáculo”, el fenómeno descrito por el filósofo Guy Debord en 1967. Según este pensador francés, las personas tenderían en algún momento a proyectar una imagen aspiracional para construir una esfera de gestión pública muchas veces diferente a su realidad. Al existir un vehículo para masificar esa imagen esperada, la individualidad se convertiría en una mercancía útil para propósitos mercadológicos, ideológicos, sociológicos y de otro tipo que terminarían formando progresivamente un nuevo entorno humano.

La sociedad del espectáculo, descrita por Debord en la obra homónima, es asombrosamente parecida a lo que las redes sociales han construido. Si se revisan los contenidos almacenados por los usuarios en sus cuentas, es posible identificar los cambios ocurridos en individuos, organizaciones y entornos sociales.

En la web 2.0, la memoria individual e íntima de las personas queda almacenada en algo parecido a una bitácora, cuya develación podría revelar información valiosa para los más diversos fines. Quizás esta sea la razón del interés de unos y de otros sobre la libertad o el control de la plataforma que más crecimiento exponencial ha registrado entre los jóvenes de todo el mundo.

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