CATALEJO
Niños muertos debido a un derecho absurdo
Mi rechazo a la absurda lógica estadounidense acerca del derecho a tener armas de fuego sin control se inició en febrero de 1971, cuando pasé por una muy pequeña población de Mississipi y vi un rótulo de dos metros. Decía GUNS. Curioso, nunca había visto tal cantidad de armamento militar. Era el tiempo de Vietnam y de la guerra interna de Guatemala, donde sólo el hecho de tenerlas provocaba capturas. Pregunté: —¿Qué necesito para comprar una de estas? Nunca olvidaré la respuesta: —“Dinero, ¡claro!” (Money, of course). ¿Algún permiso previo? —No, sólo identificación. Luego me enteré: esa libertad se basa en la ley para garantizar las libertades frente al Imperio Británico”, de 1789.
' La ley para justificar esto data de 1787. Por esto, peligra la vida de todos, entre ellos los alumnos de primaria.
Mario Antonio Sandoval
Han pasado 234 años. Ya no hay británicos rondando ni tampoco riesgo de ataques de osos, pero ahora cualquier ser humano de 16, 18 o 21 años, y obviamente los adultos, con diferencia según el Estado, puede comprar un AR-15, arma para uso en el campo de batalla. Asquea ver la foto de un niño de unos 13 años participando en un desfile para apoyar esa venta libre. Existen grupos civiles luchando por lograr limitaciones o prohibiciones, pero también la poderosísima ARA (Asociación Americana del Rifle), con el poder suficiente para retirar proyectos de ley en el Congreso y el Senado, con el argumento de constituir una limitación al derecho de la defensa.
En Estados Unidos, país con 390 millones de armas, crecen exponencialmente las masacres a civiles inocentes y en los últimos dos años se han convertido en pandemia. Cuando hay “peligro” de una ley, la venta sube y los hechos sangrientos amplían su área de acción: calles, supermercados, iglesias y ¡escuelas de primaria! La última, hace pocos días, fue registrada porque las cámaras de la escuela grabaron a la asesino/a (era transgénera); en otra ocasión, el propio asesino filmó su ataque. Estas matanzas se caracterizan porque han sido acciones individuales. El Congreso y el Senado permanecen impávidos y no hacen nada para dificultar la posesión de esas armas, al negarse a ver la evidencia de ser el único país del mundo donde ocurren con pasmosa frecuencia.
Un abrumador porcentaje de homicidios y asesinatos con rifles de asalto se cometen con el Colt AR-15, para uso en el campo de batalla por soldados entrenados, no civiles inexpertos. Es semiautomático, porque dispara de uno por uno los tiros, pero automáticamente queda preparado para un nuevo disparo. Hace 750 disparos por minuto y alcanza 450 metros (cuatro campos de futbol) a 1,006.5 metros por segundo; pesa 6.5 libras. Cuesta 500 dólares, y en Guatemala quien adquiere un sedán Toyota podría puede comprar 32 de esas armas. En Estados Unidos hay una profunda división respecto a este tema, politizado porque los republicanos y los demócratas temen perder elecciones, aunque en los primeros hay mayor tendencia a eliminar las restricciones y el veto.
Lo peor de todo esto es el aumento monstruoso del terrorismo de esta gente desquiciada contra las escuelas. El 70% de la población apoya tener armas; es el país en el primer lugar de civiles con armas, (120 de ellas por cada 100 habitantes). El 5º lugar lo comparten Canadá y Uruguay (34.7). No son extrañas las tragedias: tres estados vetan la compra, diez lo hacen pero no las controlan y en 37 no hay restricción alguna. No hay duda, más armas de fuego, más muertes. Punto. En Japón, de 125 millones de habitantes, solo hubo diez (sí, diez) casos, y es ilegal tenerlas. Pero en Estados Unidos todos, incluyendo los niños de corta edad, pueden morir en masacres terroristas generalizadas y no existe la voluntad política para evitarlo. Ir a la escuela es un peligro letal.