A la fecha, en estos territorios se contabilizan más de 200 millones de toneladas de restos de materiales estructurales que alcanzan un metro de altura y una extensión estimada de 100 kilómetros cuadrados.
Los daños humanos, son aún más lamentables. Al momento se registran más de 6 mil muertos y 3,3 millones de personas desplazadas.
Desde entonces, las imágenes del horror que muestran cadáveres gigantescos de edificios a lo largo de las calles de Turquía y Siria arrojan nuevamente una pregunta al resto del mundo: ¿Están preparados todos los países para sobrellevar una catástrofe provocada por un sismo de gran magnitud como el de febrero?
Para el contexto que nos concierne, en Guatemala, las respuestas a dicha pregunta son provocativas, ya que el país, al encontrarse en un territorio sísmico donde limitan las placas Cocos, Caribe y Norteamérica, y donde se registran cerca de mil 500 a dos mil temblores en un año, existen todas las posibilidades de vivir un movimiento como el que sacudió a Turquía y Siria.
Enrique Molina, sismólogo investigador del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico del Instituto de Investigaciones de Ingeniería, Matemáticas y Ciencias Físicas de la Universidad Mariano Gálvez, apunta que reconocer el historial sísmico del país sería importante para que las autoridades y la población se preparen en asumir las consecuencias de los inevitables movimientos.
“La investigación geológica ha demostrado que desde 1700 hasta 1900 ha ocurrido un promedio de 20 temblores por siglo. Se ha podido ver que, de esos, solo dos han llegado afectar un área más extensa del país”, menciona el investigador.
Enrique también señala que, a pesar de los registros y estudios, no se sabe cuándo podría ocurrir el próximo terremoto que afecte gran parte del territorio nacional, pero sí es un hecho es que esto sucederá.
“Luego de eventos grandes queda un espacio entre el contacto de las placas que se llama vacío sísmico. La teoría dice que luego de romperse una porción de contacto entre las placas Cocos y Caribe se han acumulado esfuerzos. Llegará un momento en el que esa energía se romperá y liberará, pero no es posible predecir cuándo ocurrirá”, explica el sismólogo.
Posibles daños
Una investigación desarrollada en Guatemala por la empresa internacional Miyamoto, dedicada a servicios de ingeniería estructural y manejo de riesgos de desastres, estimó que un terremoto de gran magnitud podría ocasionar daños moderados y extensos en 30 mil 300 estructuras, equivaliendo a 6 millones 500 mil metros cuadrados en una zona investigada de 20 kilómetros cuadrados que abarca la ciudad de Guatemala, así como el municipio de Mixco.
Según apuntan estadísticas de la publicación, el daño estructural producto del terremoto podría alcanzar un volumen de escombros de 3 millones 700 mil metros cúbicos.
Las repercusiones humanas serían igual de graves según la investigación. De ocurrir el sismo, se preverían 2 mil 400 víctimas mortales de día y mil 800 si el sismo ocurre de noche. Los heridos serían unos 19 mil 100 durante el día y 14 mil 200 de noche. A esto se debe agregar un estimado de 115 mil personas desplazadas.
Estos datos aparecen en la Evaluación Probabilística de Riesgo Sísmico en el Área Metropolitana de la ciudad de Guatemala, una evaluación que ha pretendido dotar un panorama sobre los riesgos y posibles daños que suscitaría un terremoto en la ciudad capital.
La investigación contó con documentación, instrumentos y personas adscritas a instituciones como las municipalidades de Guatemala y Mixco, las universidades San Carlos de Guatemala y Rafael Landívar, el Colegio de Ingenieros de Guatemala y la Coordinadora Nacional de Reducción de Riesgo (Conred).
La información es sugerida luego de la implementación de métodos y análisis de ingeniería que los autores aseguran están basados en referencias internacionales que como, “con cualquier proyecto de ingeniería” incluyen cierto nivel de incertidumbre.
No obstante, los hallazgos mencionados “no son inesperados”, dada la naturaleza estructural de Guatemala, la cual se mantiene en un péndulo de complejidades, avances y ambivalencias.
Un esqueleto ambiguo
Fuentes como la investigación de Miyamoto sugieren que las repercusiones estructurales y humanas del movimiento telúrico variarían dependiendo de los materiales con que fueron construidos, así como la supervisión técnica con la que contaron y el tipo de suelo o territorio donde fueron construidos.
Las estructuras que suelen estar en riesgo dada su materialidad son aquellas hechas con láminas metálicas o panales de madera, las que tienen relleno de barro (con y sin cocer), las que cuentan con marcos de madera o bambú, así como aquellas que se sostienen de mampostería que no cuentan con marcos de concreto reforzado.
A decir del doctor en Ingeniería Civil e Ingeniería Geotécnica, Fernando Callejas, la construcción informal, que ocupa entre un 10 y 15% en el área de la ciudad, no suele tener diseño y/o planificación.
Estas edificaciones empíricas, sin supervisión de profesionales como ingenieros civiles o arquitectos, han supuesto un gran peligro, sobre todo porque muchas se hacen en laderas, asentamientos o en terrenos vulnerables, según explica el especialista.
“El riesgo se multiplica con las fallas de las laderas. Para determinar la vulnerabilidad se necesitan estudios e inversión, pero muchas personas construyen en lugares riesgosos porque no tienen muchas posibilidades económicas”, agrega Callejas.
La vulnerabilidad estructural también puede responder a la mala calidad de los materiales que se utilicen en las estructuras, como el concreto. Según explica el ingeniero, los bloques de este integran agua, cemento, arena, piedrín y aditivos químicos, pero el hecho de no contar con una buena mezcla de los materiales o de tener arena contaminada puede provocar un block defectuoso. Esto puede llegar a disminuir la resistencia y ante un sismo, los edificios se caerían más fácil, apunta Callejas.
Historial urbano
Aunque los riesgos son claros para muchas edificaciones, en su mayoría viviendas, también cabe mencionar cómo el desarrollo estructural de edificios verticales, al menos en la ciudad de Guatemala ha dado pasos.
Según explica el doctor en Ingeniería Civil, Héctor Monzón, la vulnerabilidad de la estructura principal en edificios se ha reducido en los últimos 40 años dadas las normativas de reducción de desastres promulgadas por entidades como Conred.
Monzón explica que las últimas décadas han supuesto varias formas de construcción. Durante los terremotos de 1917 y 1918, los daños fueron abundantes ya que gran mayoría de las edificaciones en la capital eran de adobe.
Desde la década de 1920 se comenzó a usar el ladrillo. En 1930 apareció la mampostería y seguidamente surgieron los esqueletos de concreto y acero. Más adelante, y después de los terremotos en los 70, hubo una implementación del block, explica Monzón.
El ingeniero Fernando Callejas señala que las nuevas décadas presentan mejoras en edificaciones desarrolladas con estructuras formales dentro de la ciudad, ya que estas pasaron por un diseño y proceso de planificación por parte de un profesional.
Callejas menciona que en la actualidad varias empresas constructoras buscan desarrollar propuestas sismorresistentes concibiendo edificios aislados, cuya base cuenta con una separación entre la estructura y el suelo. Esto evitaría que el sismo afecte hacia arriba y se caiga, aunque puede que sufra daños dependiendo de la magnitud del movimiento.
Según apuntan los entrevistados, cada vez es más necesario que los guatemaltecos tomen consciencia sobre la vulnerabilidad sísmica, por lo que, previo a considerar una edificación de vivienda, comercial o de cualquier índole, se requiere un estudio de suelos, así como del involucramiento de profesionales.
Esto permitiría identificar la mayoría de los riesgos en la estructura considerando la genealogía del terreno. Es importante que se consideren las licencias de construcción determinadas por las municipalidades, lo cual garantizaría firmas de planos arquitectónicos en zonas seguras.
Si existen dudas sobre riesgos en algún terreno, puede acudirse a entidades como el Instituto Geográfico Nacional para evaluar posibles fallas. Además, entidades como Conred o la Asociación Guatemalteca de Ingeniería Estructural y Sísmica sugieren normas de seguridad y prevención que pueden detonar diálogos y acciones para prevenir, de a pocos y pronto, catástrofes lamentables.