EDITORIAL

Cambio de actitud es la innovación básica

Problemas ambientales que hoy son innegables parecían, hace apenas tres décadas, un presagio pesimista, una exageración o una alarma disparada por una agenda opuesta al desarrollo. El desbalance de las lluvias, la creciente escasez de agua apta para consumo, la contaminación de muchas de las fuentes del líquido, la contaminación generada por la combustión de hidrocarburos y el previsible agotamiento petrolífero, la proliferación de desechos, en especial plásticos, en todos los ecosistemas son algunos de los desafíos que mucha gente intenta ignorar a menudo, pero tarde o temprano impactan en su vida cotidiana.

También hay muchas personas en busca de alternativas contra este deterioro ecológico en todos los planos: político, industrial, energético, institucional y en el día a día. Sin embargo, la inercia ambiental ha sido prolongada y a veces genera una falsa idea de que no se puede hacer nada. Este conformismo constituye el mayor valladar para el cambio de actitud respecto del rescate del entorno. La niñez y juventud suele tener convicciones más sólidas y un sentido de responsabilidad mayor, aunque no siempre la posibilidad de tomar decisiones. La situación apremia.

La resistencia al cambio se disfraza de incredulidad, descalificación o de mofa ante lo que no se comprende. Un ejemplo de esto es el proyecto de mototaxi propulsado por energía solar, desarrollado en Guatemala. Cuando fue presentado en el 2021 recibió elogios y expresiones de interés, pero también abundantes sátiras a partir de su aspecto o del simple escepticismo. Sus diseñadores y constructores, un equipo de jóvenes y científicos connacionales, siguieron adelante y ayer recibieron un reconocimiento mundial en materia de sostenibilidad.

A lo largo de las épocas, la innovación siempre ha tenido que luchar contra los prejuicios, los paradigmas prevalecientes y la ignorancia. El premio al concepto del tuk tuk solar guatemalteco es un merecido reconocimiento a la perseverancia de un equipo visionario que ha contado con el apoyo de varias empresas.

No es la única propuesta guatemalteca de vanguardia en el área ambiental. Industrias del biogás lleva más de una década en la generación de electricidad con gases generados por desechos sólidos. Biorgani desarrolla plásticos biodegradables, que se desintegran en corto tiempo. Asimismo, ya se cuenta con una tarjeta de crédito que al final de su vida útil puede transformarse en compost. En ocasiones el cambio depende más de la unión y la organización, como las mujeres de la asociación Ixiyakok, de Tecpán Guatemala, Chimaltenango, cuya labor se centra en recuperar la capacidad de los suelos para captar y retener agua, elemento fundamental para la vida de toda comunidad.

Es probable que las propuestas de sostenibilidad ambiental antes mencionadas todavía se enfrenten al escepticismo, a la negación de la crisis o a la indiferencia. Ante ello, es preciso impulsar la primera y fundamental acción para la innovación nacional: pasar de la pasividad a la acción, de la cerrazón al aprendizaje, de la devastación a la construcción de un nuevo entorno. Guatemala tiene un enorme potencial ecoturístico que se sigue perdiendo sin que el mundo lo conozca y sin que genere todas las oportunidades posibles. Pero para ello se necesita de una ciudadanía que busque un gobierno propositivo, con planes innovadores, responsables e incluyentes, que impulse la inteligencia, la ciencia y la eficiencia como una tríada de valores que pueden transformar el futuro del país.

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