El día de las madres es la ocasión especial para dedicar unas bellas palabras a nuestra madre, para hacerle saber que su amor siempre lo recordamos y agradecemos. Para hacerlas sentir especiales no es necesario gastar grandes sumas de dinero, basta con pasar un tiempo con ellas y hacerles saber que las queremos como ellas a nosotros. No importa si está lejos o a su lado, con estos poemas y canciones podrá hacer sonreír y suspirar a su mamá.
Poemas para mamá
1. Caricia, de Gabriela Mistral
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…
2. A mi madre, Edgar Allan Poe
Porque creo que, en los cielos, arriba,
los ángeles que uno a otro se susurra
no hallan entre sus palabras de amor
ninguna tan devota como “Madre”,
desde siempre te he dado yo ese nombre,
tú que eres más que madre para mí
y llenas mi corazón, donde la muerte
te puso, libre el alma de Virginia.
Mi propia madre, que murió muy pronto
no era más que mi madre, pero tú
eres la madre de a quien yo quería,
y así eres más querida tú que aquella,
igual que, infinitamente, a mi esposa
amaba más mi alma que a sí misma.
3. Amor, de Pablo Neruda
Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasará sin pena al lado mío
y ¿saliera en la estrofa? Limpio de todo mal.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, ¡amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.
4. La madre ahora, de Mario Benedetti
Doce años atrás
cuando tuve que irme
dejé a mi madre junto a su ventana
mirando la avenida
ahora la recobro
solo con un bastón de diferencia
en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados
después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida
o acaso no la mira
solo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera
páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano insociable
que nunca quiso trabajar
tantos rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba
mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis
ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura
se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja
como si quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una tele nueva
o alcanzarle su bastón.
5. Es el caso de hablar, de Miguel Ángel Asturias
Madre, te bendigo porque supiste hacer
de tu hijo un hombre real y enteramente humano.
Él triunfará en la vida. Se marcha y es el caso
de hablar de su regreso. Cuando veas volver,
en un día de fiesta, un viador que en la mano
luzca preciosas joyas y haga notorios paso
y ademán -¿insolencia, dinero o buena suerte?-;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si mirando el camino se acongoja tu alma
y tras la tapia asoma entonces un caminante
que trae gran renombre, espada poderosa,
ceñidas armaduras, en la frente la palma
de la victoria, y gesto de sigamos adelante,
por mucho que eso valga vale muy poca cosa
el poder de la espada, el oro y el renombre;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si aspirando el aroma de una flor
en un día de otoño gris y meditabundo
oyes que alguien te llama y te dice: ¡Señora,
allá por el camino viene un gran señor
del brazo de su amada, conoce todo el mundo,
en la pupila clara trae la mar que añora
y en su copa de mieles un sabor de aventura!;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si en el invierno, después de haber cenado,
estás junto al bracero pensando con desgano,
oídos a la lluvia que cae sobre el techo,
y en eso, puerta y viento… Es alguien que ha entrado
descubierta la frente y herramienta en la mano,
levántate a su encuentro porque tienes derecho
de abrazar a tu hijo, de quien hiciste un hombre
que vuelve de la vida con el jornal ganado.
6. Apegado a mí, de Gabriela Mistral
Velloncito de mi carne
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trébol
escuchándote latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!
Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir
no te sueltes de mi pecho
¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!
7. Madrecita mía, de Gabriela Mistral
Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.
Es tuyo mi cuerpo
que juntaste en ramo,
deja revolverlo
sobre tu regazo.
8. A mi madre, de Manuel Gutiérrez Nájera
¡Madre, madre, si supieras
cuántas sombras de tristeza tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí.
Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar.
De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.
¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero a veces estas sienes
Apretar
Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar
Solo, madre, tu cariño,
Nunca, nunca, se ha apagado
para mí.
Yo te amaba desde niño;
Hoy… la vida he conservado
para ti.
Muchas veces, cuando alguna
pena oculta devora
sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
de mi edad.
Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en ni pecho tenebroso
Brota luz
Ya no quiero los honores;
Quiero solo estar en calma
Dónde estás;
Solo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma…
Mucho más.
Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;
Mis ensueños me han burlado,
Tu amor solo, por ventura
Nunca huyó.
Tal vez, madre, delirante,
sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.
¿Por qué, madre, en ese instante?
¿Por qué entonces, vida mía,
no morí?
Muchas penas te he causado,
Madre sana, con mi loca
Juventud:
De rodillas a tu lado
Hoy mi labio solo invoca
La virtud.
Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad;
Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.
Si me muero —ya presiento
que este mundo no muy tarde dejaré, —
En la lucha dame aliento,
Y a mi espíritu cobarde
Dale fe.
Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho me salta
De pasión:
Solo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta Corazón.
9. Las manos de mi madre, de Alfredo Espino
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que, por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
10. Madre mía, de Rafael Escobar Roa
Cuando los ojos a la vida abría,
al comenzar mi terrenal carrera,
la hermosa luz que vi por vez primera
fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!
Y hoy que, siguiendo mi escarpada vía,
espesas sombras hallo por doquiera,
la luz de tu mirada placentera
ilumina mi senda todavía.
Mírame, ¡oh madre!, en la postrera hora,
cuando a las sombras de mi noche oscura
avance ya con vacilante paso.
Quiero que el sol que iluminó mi aurora
sea el mismo sol que con su lumbre pura
desvanezca las brumas de mi ocaso.
Canciones a mamá
El amor de una madre también se puede expresar con canciones. La letra, al final, son poemas que relatan la dulzura y admiración hacia el ser que nos dio la vida.
1. Los Versos A Mi Madre, Julio Jaramillo
2. Madre, de Camilo Sesto
3. Te amo mamá, de Marco Antonio Solís
4. Querida amiga, de Pimpinela
5. Ella es única, de Franco de Vita
6. Mi novia se me está poniendo vieja, de Ricardo Arjona