EDITORIAL

Reto productivo diario

Tres fechas separan dos conmemoraciones anuales que exaltan la laboriosidad productiva: el Día del Emprendimiento, cada 28 de abril, y el Día del Trabajo, 1 de mayo. La segunda tiene más historia, un significado más reivindicativo y mayores conquistas, además de coincidir con la festividad católica de San José Obrero, en honor del padre de Jesús. No obstante, es válido resaltar los valores que ambas exaltan en un entorno marcado por el constante afán de lograr mayor competitividad personal y nacional a fin de contar con satisfactores para las necesidades de desarrollo de las familias.

Queda claro que es la empresa privada, pequeña o grande, la que genera riqueza en forma de productos y servicios: desde los oficios más básicos hasta los desarrollos tecnológicos más vanguardistas. Detrás de este gran esfuerzo existen personas que invierten capital, tiempo, talento y creatividad en un marco de derechos y obligaciones. Las empresas de cada país aportan al crecimiento económico a través de sus salarios y tributos, así como del desarrollo de capacidades individuales.

Han sido muchas las posturas polarizantes que se enfocan en señalar defectos o quejas del desempeño empresarial, pero a la fecha, en todo el mundo, son las compañías de todos los rubros las que proveen oportunidades de bienestar, desarrollo y búsqueda de metas a las personas.

Emprendimiento es un término que ha cobrado especial fuerza en las últimas dos décadas, pero se refiere a esfuerzos individuales, familiares o de grupos pequeños por ofrecer alternativas de productos y servicios a escala comunitaria, con características personalizadas o diferenciadores muy específicos. A menudo se le considera una respuesta a la falta de empleos en sectores tradicionales, y en efecto es una estrategia que suele comenzar como autoempleo, para luego, en caso de éxito, convertirse en promotora de trabajos.

Guatemala es uno de los países considerados entre los más emprendedores del mundo. Eso se puede ver como el vaso medio lleno o medio vacío. La primera opción es más asertiva porque reconoce el ingenio y el espíritu laborioso de tantos guatemaltecos que instalan una venta de granizadas, una en línea de artículos electrónicos o un puesto de comida en un barrio. Muchas empresas grandes comenzaron así: en garajes, con dificultades crediticias o limitaciones de inventario.

A final de cuentas, lo que se desea exaltar es la vocación de trabajo tesonero de los guatemaltecos, que a lo largo de las décadas ha propiciado empresas enormes y también emprendimientos ingeniosos. De hecho, el fenómeno de la migración a Estados Unidos está motivado por la búsqueda de mejores espacios de empleo y no son pocos los connacionales que en tierra lejana, con muchas adversidades, a veces sin un estatus legal y bajo presión de los costos de la vida en otra latitud, logran comenzar sus negocios. En otras palabras, las reivindicaciones de derechos laborales son válidas y necesarias, pero a largo plazo y nivel global, la necesidad de innovación y productividad sigue allí. Son proverbiales la eficiencia, ingenio y dedicación de los trabajadores guatemaltecos, por lo cual necesitan de un Estado que provea certeza jurídica, garantice la infraestructura de calidad y la seguridad pública para todos.

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