EDITORIAL
Vientos favorables para las exportaciones
La etapa pospandemia dejó severos atrasos en cadenas logísticas globales, incremento en fletes navieros y altibajos en la demanda de ciertas materias primas, a lo cual se sumó la trágica y estéril invasión rusa a Ucrania, que acarreó otros efectos como alzas en fertilizantes, nuevos rezagos en el transporte, aumento en costos de carburantes, inflación, alza en tasas de interés y otras distorsiones en los mercados internacionales.
Sin embargo, con vientos en contra y panoramas desafiantes, las exportaciones guatemaltecas tradicionales y no tradicionales continuaron abriéndose paso. Son constantes los desafíos de la eficiencia productiva, la competitividad en precios y el cumplimiento puntual de contratos, condiciones que con frecuencia pueden marcar la diferencia en cambios de proveedores de materias primas. Ciertamente la alta calidad de productos guatemaltecos como el café, azúcar, bananos y cardamomo, por mencionar algunos, generan preferencias específicas, lo cual a su vez permite establecer ambiciosas proyecciones a pesar de la variabilidad de precios para ciertos rubros.
De hecho, en 2022 cinco de los productos mencionados marcaron una promisoria recuperación en precios y ventas. Aunque unos sectores se vieron más beneficiados que otros, el ingreso por sus exportaciones sumó US$4 mil 445 millones —casi Q35 mil millones—, lo cual representa un 28% del total de ventas al exterior. Dicha cifra debe ser vista como algo más que un número perteneciente a un pequeño sector, ya que engloba miles de empleos directos, cuyos sueldos implican comercio y trabajos para otras regiones; a la vez, se demanda la provisión de bienes y servicios por parte de proveedores de maquinaria, transporte, energía y servicios profesionales.
No se puede dejar de mencionar al resto de sectores que aportaron otros US$11 mil millones en ingresos al país, entre los cuales destacan la producción de grasas y aceites, los textiles, frutas, legumbres, flores, manufacturas, alimentos y bebidas, servicios de comunicación y logística, entre otros. En otras palabras, Guatemala produce una gama creciente de bienes y servicios, cuyo comercio se ve favorecido por las tendencias de recuperación del nearshoring por parte de Estados Unidos. Tales factores deben ser aprovechados dentro de la estrategia nacional de mediano y largo plazo.
Por eso es llamativa la relativa displicencia con la cual los aspirantes a cargos públicos, sobre todo presidenciables, se refieren a la “generación de más empleo” y a la “atracción de inversiones” como obvias vías para mejorar la economía nacional. Sin embargo, poco o nada explican acerca de cómo, específicamente, van a garantizar la ejecución transparente, eficiente y rápida de infraestructura vial, tan rezagada y deficiente, lo cual constituye un lastre para la competitividad. Lo mismo vale decir de la mejora de puertos, aeropuertos y la reinvención ferroviaria. Tampoco se exponen los planes concretos respecto de cómo mejorarán la educación técnica y las competencias científicas y digitales de niños y jóvenes.
Perogrulladas y omisiones similares suelen exhibir candidatos a diputados, no solo en la actualidad, sino desde hace más de dos procesos, pero hasta ahora no se ha logrado la aprobación de normas como la Ley de Competencia, fundamental para expandir campos productivos y atraer nuevos capitales. Lo mismo vale decir de la Ley de Infraestructura Vial, cuya ausencia prolonga un sistema que ha demostrado su disfuncionalidad y que favorece la discrecionalidad.