EDITORIAL

Candidatos: mírense en el espejo

La caída ha sido paulatina, pero no por ello menos dura. La crónica de cada desastre anunciado comienza siempre con los mismos síntomas: privilegios para la infaltable rosca de advenedizos, despilfarro de recursos, acicateo de la polarización como distractor, prolongación de inercias opacas y las contrataciones con dedicatoria; trocar las grandes prioridades del desarrollo humano —esencialmente educación y salud— por pactos cada vez más inmundos y, quizá el peor de todos, menospreciar la inteligencia de la ciudadanía, pero sobre todo columpiarse sobre sus necesidades, clamores y esperanzas.

Es seguro que la Encuesta Libre tendrá nuevos detractores en un gobierno que, con apoyo de la alianza legislativa, ha destinado fuertes bolsones de recursos para el clientelismo edil, para una reparación vial ineficiente, para tratar de comprar con bonos económicos la voluntad de adultos mayores y de supuestos exmilitares ya de por sí divididos entre sí por el monto del cobro extorsivo. Pero con todo y las excusas, los histrionismos, los repartos de culpas, los ministros exhibicionistas y los corifeos en redes sociales, alcanza máximos históricos la desaprobación ciudadana para una administración en su último año.

Es por ello que ningún candidato debería cantar victoria, así como ninguno debería despotricar o calificar de “falsas” las cifras simplemente porque no le hacen juego a su ego enfermo o a su combo de aduladores. La Encuesta Libre es un servicio público de investigación y divulgación acerca de preferencias electorales registradas en un período específico, las cuales pueden variar al tenor de incidentes, divulgaciones, contrasentidos o bien renovación de estrategias y propuestas a la ciudadanía.

No se trata de cambiar unos ofrecimientos infundados por otros, o de cambiarle el color a la indumentaria de tal o cual aspirante. Eso se hizo en las contiendas del 2003, 2007, 2011, 2015, 2019, y henos aquí con una ciudadanía guatemalteca dominada por el desaliento y la desconfianza. El proverbial optimismo de siempre se fue desgastando a base de incumplimientos, de súbitos millonarios en cada período, de extorsiones y asesinatos continuados, de escuelas desvencijadas y hospitales cuyo equipamiento se efectúa de manera fraudulenta. Eso le quita el ánimo a cualquiera, y por eso todos los candidatos decentes deben verse en el espejo de las administraciones de Otto Pérez Molina, de Jimmy Morales y de Alejandro Giammattei Falla, para dejar de repetir los mismos errores.

No es que los ciudadanos sean nihilistas; las iglesias Católica y evangélicas son las instituciones que mayor confianza suscitan, porque alimentan la fe, exaltan la bondad y orientan el corazón. Pero eso dista mucho de las invocaciones del santo nombre de Dios en vano en que incurren tantos politiqueros, diputados y funcionarios para presumir una piedad que no se traduce en acciones coherentes. Maestros y Ejército también son percibidos como fidedignos. En otros tiempos, entidades como el Tribunal Supremo Electoral figuraban como bastiones de credibilidad, pero hoy dicha entidad aparece en el segmento de la desconfianza, junto con sindicalistas, partidos políticos y diputados, en el sótano de escepticismo.

Se necesita un acuerdo interpartidario para trazar cinco prioridades de aquí a 30 años: educación, competitividad, nutrición, salud y seguridad integral. Vociferar eslóganes y convocar mítines con oradores soeces es más de lo mismo, o peor. Guatemaltecos, veámonos en el espejo.

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