CATALEJO
Las columnas como confesiones políticas
En su columna publicada ayer, Leonel Toriello se manifestó –a lo cual tiene todo el derecho constitucional— como un convencido, no lo creo fanático, seguidor del aspirante presidencial Villacorta, caracterizado por su mal carácter e incapacidad de aceptar todo aquello no coincidente con su pensamiento. Considero al columnista como alguien serio, con experiencia, y por ello me refiero por única vez a ese artículo, por tener un par de referencias hacia mí, con equivocadas conclusiones necesitadas de una aclaración, y —de paso— el uso no adecuado de las comillas, un signo de puntuación con fines específicos. Comparto y acepto esta idea: las opiniones no son aclarables y son personales. No me molesta ni lamento nada y espero le sean de utilidad.
Le expreso a Leonel: no “me sentí aludido”, fui acusado cuando el candidato en mención acusó falsamente a la directiva de Prensa Libre y Guatevisión de participar en un fraude electoral. No puedo imaginarme siquiera quién lo engañó hablándole de “malas vibras” entre el acusado y yo porque “nunca hubo un embajador Sandoval” (embajador, yo????? Mis carcajadas se unen a las de quienes me conocen). O es un chiste, o llegó a tal conclusión debido a la niebla en el pensamiento provocada cuando se abandona, conscientemente o no, una valiosa actividad de analista de la política (o politiquería) nacionales y se le sustituye por un activismo, actitud por la cual también se pierde o al menos reduce la capacidad visual para mirar el panorama político.
' Los analistas políticos deben permanecer equidistantes en sus análisis, para no convertirse en activistas de candidatos.
Mario Antonio Sandoval
Esa columna se llama “Ahorrémonos otro naufragio nacional” y en un resumen, dice: …llevemos (él incluido) a la presidencia a Manuel Villacorta, un honesto social demócrata… quien …tiene el carisma para que se dé el fenómeno de que caballo que alcanza gana… es el mejor capacitado para realizar la indispensable rebelión contra el régimen… tiene la personalidad y el carácter necesarios para lo que de otra manera se pinta como un inminente suicidio colectivo… puede aglutinar el voto de protesta de la sociedad…” Es una opinión, ciertamente, pero coincide de manera notoria con la de quienes desean llevar a cualquiera de los aspirantes a la victoria electoral. Y ya ha sido expresada en otros artículos, como el titulado Guerra de Espejismos, del 24 de abril.
Leonel cayó además en la descalificación —inteligentemente presentada, debo decir— de las encuestas, todas. Todas. La de Prensa Libre-Guatevisión, dice, “le dio golpe mortal a la campaña de Zury”, “coloca a su candidato en séptimo, en vez de quinto o mejor lugar” (eso logró en 2019) y la califica de “lo mejorcito porque ha sido comisionada por una entidad de prensa independiente”. Manipular es intervenir con métodos arteros (mañosos), y afirma: “la manipulación inteligente de las encuestas no es un ejercicio burdo. Exagera un poquito por aquí y deprime por allá, sobre todo en las etapas iniciales para crear una tendencia que se vuelve profecía autocumplida y hacer menos necesaria la manipulación”. Ahora quiero explicarle el uso de las comillas.
Este signo se usa en frases, para repetir un texto; en palabras solas, a veces con ese fin y en otras como burla (mejorcita) o ironía. Una columna puede ser burlona e irónica, claro, pero a veces cae en eso sin ser, como me imagino, ese su propósito. A mi juicio, las palabras deben ser utilizadas en su significado real. Zipizape es una riña ruidosa. Tampoco cabe. Sí caben los numerosos juicios de valor, de supuestas o verdaderas cualidades. Debe haber un acuerdo en la seriedad de los criterios, donde no se justifican términos como “babosadas”, aunque sean coloquiales, y menos cuando son filmados en el discurso de una candidata. Emplear el lenguaje soez como forma de expresión es un recurso populista. Debo terminar, eso sí, aclarando: no me refiero a Leonel Toriello.