EDITORIAL
Un río de basura y contradicciones
Loable es el megaproyecto emprendido por la organización The Ocean Cleanup, a iniciativa de su fundador, Boyan Slat, de instalar en Chinautla una megabarda retenedora de una colosal cantidad de desechos plásticos arrastrados por el río Las Vacas. Se trata del segundo intento por colocar dicho dispositivo. El primero ocurrió hace casi un año, en junio pasado, pero no resistió el embate del aluvión de basura. Esta vez se funden anclajes más robustos, tanto en el lecho del río como en sus riberas, para que el gigantesco colador resista las crecidas invernales, que por lo general arrastran residuos desde varias cuencas alimentadoras, incluido el barranco donde se ubica el llamado relleno sanitario municipal de la zona 3.
Se trata de un esfuerzo ciclópeo, por no decir utópico. El problema de fondo no es cuánto peso puedan aguantar las bases de la barricada Interceptor 006, sino en cuánto tiempo pueden implementarse medidas legales y gubernamentales efectivas para frenar la mala disposición de desechos, que comienza desde la nociva actitud de lanzar envases de todo tipo desde ventanillas de buses y otros vehículos.
Existen prácticas, por desgracia cotidianas, que deben ser combatidas. Entre ellas están los botaderos clandestinos en predios baldíos, laderas o proximidades de mercados; el abandono de bolsas de basura en calles y aceras para no pagar servicio de recolección, así como la falta de clasificación de desechos, que sigue sin implementarse pese a faltar solo tres meses para la entrada en vigencia del acuerdo gubernativo emitido hace dos años. Existen esfuerzos ejemplares de grupos de voluntarios que ofrecen cursos gratuitos en línea y promueven actividades de limpieza, con el fin de crear conciencia sobre la magnitud del problema.
También hay entidades como el Instituto de Recreación de los Trabajadores de Guatemala, Cementos Progreso, Fundesa, Pepsico, Cervecería Centro Americana, Fundación Crecer o Recicla.gt, entre muchos otros, que han implementado exitosos sistemas de recolección y reutilización de materiales. Estos esfuerzos abarcan parte de la solución, pero todavía se requiere de una amplia y sostenida campaña educativa, multimediática, intersectorial e intercultural, a todo nivel, para generar actitudes personales y familiares proclives a la protección del entorno mediante la correcta disposición de residuos, no tanto por temor a una sanción, sino como un acto cívico de integridad.
El Motagua ha sido llamado, para vergüenza nacional, el río más contaminado del mundo. Puede que lo sea, puede que no. En realidad no importa qué lugar se ocupe en cualquier lista indeseable; lo importante es salir de categorías de ese tipo. Y no es el único río contaminado del país. Al pasar por las salidas de cabeceras departamentales y centros urbanos es usual encontrarse con riachuelos, prístinos hace apenas cuatro décadas, convertidos en cloacas y botaderos.
Las comunidades reclaman mejor provisión de agua potable, sobre todo en épocas electorales. Sin embargo, muy pocos aspirantes ediles hablan del problema de la basura y los drenajes, ni plantean cómo van a sanear las fuentes del líquido. Lo mismo cabe decir de sucesivos mandatos del Ejecutivo, que no se interesaron en el tema hasta que un Estado vecino advirtió con demandar al país por contaminar sus costas. Lo lamentable es que sean voluntarios internacionales los que asuman la tarea de efectuar labores que las autoridades no han podido o no han querido desarrollar en favor del medioambiente.