Catedráticos consultados de distintas facultades y escuelas señalan que hay puntos que deben considerase para el retorno de los estudiantes. Coinciden en que uno de los primeros retos es “retomar el ritmo”, lo que implica ajuste de horarios de los miembros de la comunidad universitaria, pues por tres años las actividades se dieron a distancia.
En el caso de los estudiantes, la virtualidad permitió a la mayoría compartir el tiempo entre estudios y trabajo. Carlos Aldana, docente de la Facultad de Humanidades y de Escuela de Historia, menciona que se deben tomar en cuenta las condiciones de aquellas personas que se inscribieron durante la pandemia y que vieron en la educación virtual una posibilidad de ingresar a la universidad.
“El reto es cómo conciliamos, cómo se encuentra el punto donde resolvamos las exigencias académicas con las condiciones económicas de miles de estudiantes que ya estaban mal y que con la pandemia su situación se complicó, y no pueden dejar de trabajar”, dice Aldana.
Aunque la virtualidad pueda favorecerles, Alfredo Itzep, catedrático de la subárea de Ciencias Sociales y Desarrollo Rural de la Facultad de Agronomía, es del criterio que a nivel profesional no es tan recomendable continuar con la modalidad en línea, pues hay carreras que necesitan de la presencialidad para la formación de habilidades y destrezas que se adquieren con la práctica en laboratorios y clínicas. El modelo híbrido puede ser la solución.
Enrique Pazos, catedrático en la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas, señala como otro de los desafíos es la sobrepoblación estudiantil, que ya sufrían algunas carreras en jornada vespertina. Del mismo criterio es Itzep, al indicar que la situación en el campus central ya era “insostenible” antes de la pandemia, con la asistencia de más de 100 mil estudiantes al campus.
Por ello, el esfuerzo por parte de la administración de la Usac debe ir encaminado no solo a recuperar la infraestructura, que implica mantenimiento, limpieza y pintura de los edificios, sino también un acondicionamiento más estructural, pues no se puede volver a las condiciones del 2019, cuando había sobrepoblación en los salones de clases, reflexiona Aldana.
Con el regreso a la presencialidad hay otro desafío y es el retorno a la relacionalidad, es decir, crear los nexos, relaciones, vínculos entre personal administrativo, investigadores, así como docentes y los estudiantes, pues muchos jóvenes ingresaron a partir del 2020 y no han tenido un contacto directo con la universidad más que a través de las pantallas digitales, y según Itzep este grupo es el más afectado. Necesitan, como refiere Aldana, la experiencia de la presencialidad para tener realmente una “vida universitaria”.
Hay un bajo el nivel
Luego de tres años a distancia es innegable que haya un bajo nivel académico en los estudiantes, y no todos estarán preparados para cursos más avanzados.
Tanto Pazos como Velásquez indican que es probable que el índice de reprobados y repitentes se incremente al retomar la modalidad presencial, y habrá que prestar atención a las generaciones de estudiantes que se han acomodado a un nivel más laxo de exigencia.
Pues hay jóvenes que son muy buenos para aprender en línea, pero al estar en los salones de clases tendrán “que aprender a aprender presencialmente”, como dice Aldana.
En el caso de Agronomía, los estudiantes de los primeros años no han tenido prácticas en laboratorios, desconocen el manejo del equipo y de los instrumentos. La propuesta de los docentes es realizar un proceso de nivelación o equiparación de los estudiantes, que bien podría llevar uno o dos semestres.
¿Cómo debe ser el regreso?
Definitivamente hay que regresar, pero no con las mismas condiciones que existían antes de la pandemia, hay que adoptar una estrategia con hibridez tomando en consideración los espacios y horarios de los estudiantes. Puede ser de manera progresiva, por etapas, quizá primero la jornada de la mañana, seguida por la vespertina y nocturna. O bien, empezar por las carreras que necesitan de prácticas y laboratorios de forma obligatoria.
Aunque todo dependerá de cuándo se termine de limpiar y de reestablecer los servicios en el campus. Por ahora las autoridades de la Usac señalaron que las instalaciones permanecerán cerradas y que el Ministerio Público lleva a cabo una investigación por una denuncia de usurpación agravada.
“Siendo optimista, pienso que se dará un retorno gradual y sectorizado. Las autoridades se niegan al mismo, pues saben que son rechazadas y no se atreverán a desarrollar acciones dentro del campus. Por ello, seguirán poniendo trabas al regreso a la presencialidad. Sin embargo, se empieza a sentir la presión de los diferentes sectores y tarde o temprano tendrán que ceder”, dice Itzep.
Los catedráticos abogan porque la presencialidad se de en el segundo semestre del 2023, que dará inicio el próximo 3 de julio con las actividad académica-administrativas, y unos días después los estudiantes se incorporarán al ciclo académico.
Se necesita un modelo híbrido
Para Carlos Velásquez, doctor en Semiología y Comunicación y catedrático de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, el reto más trascendental es recuperar la confianza en la institucionalidad democrática y dialógica de la Usac, pues el botín político en que se ha convertido la universidad ha relegado el desarrollo académico, con lo que se sigue “una política reactiva ante los problemas”.
Menciona como ejemplo la División de educación a distancia en entornos virtuales —DEDEV—, cuyo enfoque es tecnológico y no pedagógico. “Durante la pandemia y con la posterior toma de las instalaciones, la institución asumió un papel de apagaincendios y con retardo en sus acciones”, y de esa cuenta es que la mayoría de las unidades académicas se enfocaron en resolver inconvenientes tecnológicos por sobre el desarrollo didáctico en entornos virtuales.
Añade que la “depauperación académica” en la Usac tiene décadas, pero se consolidó con la pandemia y el “fraude” electoral, y en este momento con “una base pedagógica sólida, la virtualidad es una gran oportunidad. Una ventana abierta al desarrollo”, pero se necesita la formación didáctica de los docentes.
Los catedráticos mencionan que se debe apostar por un modelo híbrido para considerar a la población estudiantil que trabaja, pero también para aliviar la sobrepoblación en el campus.
“No podemos desaprovechar el aprendizaje a distancia que la pandemia nos dio, pero también hay que lograr un retorno que genere presencia, no total ni como era del 2019 para atrás, sino que se complemente con la labor a distancia o remota y que estimule al estudiante a no abandonar el proceso académico que inició en la pandemia”, dice Aldana.