Olivia García recuerda así el momento en que su hijo Juan -entonces de 4 años- comenzó a manifestar terrores nocturnos, a principios de 2020.
BBC NEWS MUNDO
Terrores nocturnos: “Mi hijo se transformaba en otra persona, decía cosas inentendibles, gritando y llorando”
"La primera vez, pensé que estaba delirando. Traté de despertarlo, de decirle que estuviera tranquilo. Pero él estaba como en otro mundo, en otro estado, lejos de mí".
Los terrores nocturnos ocurren en el primer tercio de la noche, en una etapa que se conoce como N3, es decir, en sueño profundo. (GETTY IMAGES)
Este trastorno del sueño, que se clasifica como una parasomnia, puede llegar a ser escalofriante: quienes lo padecen, se agitan, gritan, transpiran e, incluso, pueden presentar conductas violentas mientras están completamente dormidos.
“Mi hijo se transformaba en otra persona, decía cosas inentendibles, gritando y llorando. Yo lo abrazaba, le trataba de dar amor pero él estaba como poseído, con los ojos abiertos, las pupilas dilatadas… era aterrador”, comenta Olivia, quien vive en Santiago de Chile.
El caso de Juan no es aislado.
De acuerdo con la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM, por sus siglas en inglés), aunque la prevalencia de los terrores nocturnos “no se ha estudiado a fondo”, se ha reportado que las tasas van entre el 1 y el 6,5% de los niños. Sin embargo, AASM tiene estudios que afirman que hasta un 25% de niños menores de 5 años han sufrido intermitentemente este tipo de episodios.
Otros estudios y reputados centros de salud, como Clínica Mayo, hablan de hasta un 40%.
La cifra cambia según el país y depende en buena parte de la edad de los niños a los que se estudia, con la prevalencia máxima entre quienes tienen 1 año y medio y 5 años (a pesar de que el rango que se considera como “normal” va desde los 6 meses a los 12 años).
En adultos es mucho menos frecuente, con tasas del 2% (y solo un 1% entre quienes tienen más de 65 años).
¿Por qué ocurren y cuáles son los síntomas?
Los terrores nocturnos ocurren normalmente en el primer tercio de la noche, en una etapa que se conoce como N3, es decir, en sueño profundo. Duran entre 5 y 15 minutos, pero en algunos casos puede ser más.
Aunque no se sabe cuál es la causa exacta de este trastorno, hay algunos factores que pueden contribuir, como el cansancio extremo, las interrupciones del sueño y la fiebre alta.
También hay un factor genético. Son más frecuentes si el niño o la niña tiene familiares con antecedentes de haberlos tenido, de acuerdo con Clínica Mayo.
La neuróloga infantil Tatiana Muñoz le explica a BBC Mundo cómo reacciona un niño cuando está sufriendo este tipo de trastorno:
“El niño se despierta abruptamente del sueño, se sienta en la cama o salta de la cama, grita de terror y miedo intenso, tiene una expresión asustada”, señala.
“Ocasionalmente, el niño puede correr frenéticamente contra los muebles o las paredes en un aparente intento de evitar daño o escapar de un peligro invisible. El niño está confuso e incoherente, la verbalización está generalmente presente pero es desorganizada. El habla suele ser incomprensible y monosilábica”, agrega.
La especialista afirma que, a nivel físico, se puede manifestar “taquicardia, taquipnea, sudoración, rubor facial, pupilas dilatadas, agitación, temblores y aumento del tono muscular”.
Usualmente, los niños que padecen terrores nocturnos no se acuerdan de estos episodios a la mañana siguiente. Y luego de experimentarlos, vuelven a un sueño tranquilo y profundo.
Es el caso de Juan, quien, según su mamá, “no entendía nada” si alguien le comentaba lo que había sucedido la noche anterior.
Los terrores tampoco suelen tener secuelas.
“Para decirlo de manera simple, es como un cortocircuito en el cerebro de característica benigna”, le explica a BBC Mundo Pablo Brockmann, médico experto en sueño de la Red de Salud de la Universidad Católica Christus.
“La inmensa mayoría de los terrores nocturnos no tienen una causa orgánica y no obedecen a ningún tipo de epilepsia o trastorno del niño, ni que tenga un problema. En el 90% de los casos se pasa solo y es mucho más común de lo que se cree”, indica.
No son pesadillas
Este trastorno es completamente distinto a las pesadillas o el sonambulismo.
“Los terrores no se asocian a ningún tipo de trauma o vivencia o algo que les haya pasado durante el día, como son las pesadillas, que normalmente tienen que ver con el ámbito más psicológico”, señala el médico Pablo Brockmann.
“Además, las pesadillas ocurren en el sueño REM, los terrores, en cambio, en el sueño profundo”, agrega.
En cuanto al sonambulismo, Brockmann afirma que esos episodios implican “más actividad motora y conductas mucho más elaboradas”.
“Los sonámbulos caminan, hablan, se sientan, pueden dar vueltas en la casa, sin miedo o pánico. El terror nocturno no es así, es una crisis de agitación, con mucha descarga adrenérgica, muy angustiosa y están totalmente perdidos”, indica.
El especialista, sin embargo, dice que hay una relación entre estos últimos. “Hay un porcentaje de quienes experimentan terrores nocturnos que luego, con el tiempo, se transforman en sonámbulos”.
¿Qué se puede hacer?
Ante un episodio de terror nocturno es poco lo que se puede hacer más allá de acompañar al niño.
“Yo lo trataba de tener cerquita mío, le decía: ‘la mamá está contigo, está todo bien’. Pero él seguía llamándome, desesperado, como pensando que yo era un agente extraño”, recuerda Olivia.
En ese sentido, la neuróloga Tatiana Muñoz afirma que es “difícil despertar y consolar al niño” y que, de hecho, esos intentos pueden terminar por “aumentar su estado de pánico y pueden prolongar o intensificar el episodio”.
Brockmann, por su parte, explica que hay algunas técnicas de relajación que pueden ayudar.
El experto en sueño también afirma que hay fórmulas para evitarlos, como no interrumpir su sueño durante la primera parte de la noche y evitar estímulos como la televisión antes de dormir.
En algunos casos -por ejemplo, cuando es demasiado frecuente o están fuera del rango de edad más común- es recomendable ver a un especialista.
Así lo hizo, de hecho, Olivia luego de que Juan comenzara a tener cada vez más terrores nocturnos y más intensos.
“Decidimos llevarlo cuando la situación se nos empezó a salir de las manos. Eran muy seguidos y hacía movimientos sin control, involuntarios, entonces era muy fuerte”, dice Olivia.
A Juan le hicieron un electroencefalograma (EEG), un estudio que mide la actividad eléctrica en el cerebro, con el fin de observar sus patrones de sueño y de descartar que hubiesen enfermedades relacionadas.
Los resultados mostraron que Juan -como la mayoría de los niños- tenía un sueño normal y no había presencia de otras patologías.
¿Cada vez más común?
Juan comenzó a experimentar terrores nocturnos en plena pandemia de covid-19.
“Estoy segura que la pandemia influyó. Juanito estaba en prekínder, con clases online todo el día, encerrados en la casa. Era una situación muy difícil”, recuerda Olivia.
Sus palabras coinciden con diversos estudios que se han hecho en el mundo y que concluyen que el coronavirus aumentó los trastornos de sueño en las personas.
Algunos expertos, incluso, adoptaron un término para ello: “coronasomnia” o “Covid-somnia”.
En el Reino Unido, por ejemplo, un estudio de agosto de 2020 de la Universidad de Southampton mostró que la cantidad de personas que experimentaron insomnio aumentó de 1 de cada 6 a 1 de cada 4 desde que comenzó la pandemia.
Y lo niños no fueron la excepción.
“La pandemia cambió mucho la patología del sueño. Los trastornos se están haciendo cada vez más frecuente en niños”, explica Pablo Brockmann.
“Sin duda ha habido un aumento en los terrores nocturnos y se está investigando por qué. Pero hay coincidencia en que es un trastorno cada vez más común”, agrega el especialista en sueño.