FUERA DE LA CAJA
El cociente de adversidad
Dice el dicho que los tiempos difíciles forjan hombres fuertes. La sabiduría popular, reflejada en relatos sobre grandes dificultades, sirve para traer al presente la figura de personajes que, ante la adversidad, supieron encontrar una ruta que, con disciplina, serenidad y liderazgo, resultó clave para guiar a sus seguidores.
' Se le considera un indicador de inteligencia que mide la capacidad de tomar decisiones acertadas en condiciones adversas.
Klara Campos
La capacidad del individuo para gestionar lo adverso es un factor que se ha estudiado sistemáticamente desde finales del siglo XX. Se le conoce como cociente de adversidad, como uno de los cuatro indicadores para medir la inteligencia —siendo los otros el coeficiente intelectual, el emocional y el social—. Suele tener una significativa relevancia en la búsqueda y contratación de profesionales para asumir roles directivos de alto nivel.
Se trata de un puntaje que mide la capacidad de una persona para reaccionar acertadamente en condiciones adversas, incluyendo aspectos de criterio y flexibilidad para buscar soluciones. Se le conoce comúnmente como la ciencia de la resiliencia. El término fue acuñado por Paul Stoltz, en 1997, en su libro Adversity Quotient: Turning Obstacles Into Opportunities. Para cuantificar el cociente de adversidad, Stoltz desarrolló un método de evaluación llamado perfil de respuesta a la adversidad. Es uno de los indicadores probables del éxito de una persona en la vida y también es principalmente útil para predecir la actitud, el estrés mental, la perseverancia, la longevidad, el aprendizaje y la respuesta a los cambios en el entorno.
Las compañías que lideran los más importantes sectores productivos del mundo valoran cada vez más las características propias de sus ejecutivos. Como tomadores de decisiones, sus destrezas se convierten en ventajas o desventajas ante la competencia y a lo interno de la propia organización que lideran.
De acuerdo con Stoltz, las situaciones complejas y de alto estrés determinan la capacidad de los sujetos para mantener el control intelectual, social y emocional, su flexibilidad para buscar soluciones, el compromiso que asumen para realizar lo que deciden y el cumplimiento con el deber.
Los analistas de este cociente respaldan el criterio de que es insuficiente valorar en los líderes únicamente su inteligencia intelectual, emocional y social, pues ante las crisis lo que debe privilegiar es lo que coloquialmente se conoce como serenidad y claridad para resolver.
En situaciones críticas, Stoltz identifica, cuando menos, tres tipos de liderazgo, calificados según la gestión que se hace de ellas. Uno de estos tipos es el denominado de los desertores, cuya tendencia es evadir las crisis sin resolver. Otro, son los conformistas, que no abandonan, pero que tampoco resuelven, sino optan por adaptarse a situaciones incómodas. Y el tercero lo conforman los escaladores, quienes, comprometidos con sus tareas, resuelven, aunque ello conlleve esfuerzos adicionales.
La capacidad para no desmayar durante la adversidad es un activo intangible en todo equipo de trabajo y este presupone una cultura particular, en la que el liderazgo, la claridad en la fijación de las metas y la formación de valores son determinantes.