CIVITAS

Quizá la moderación no es la respuesta

Con los recientes resultados electorales (aún pendientes de oficializar por parte de las autoridades ante diversas aberraciones planteadas por los partidos perdedores), es indispensable cuestionarse qué le sucedió a la legítima derecha en Guatemala para no tener dignos representantes en política. Parte de la respuesta es que la derecha se moderó.

' En nuestro país, como muchos otros, la clase política está extremadamente desconectada con la población que supuestamente representa.

Christa Walters

En nuestro país, como muchos otros, la clase política está extremadamente desconectada con la población que supuestamente representa. La frustración y desafección que esto genera entre la ciudadanía empuja a que esta no quiera asociarse seriamente con ninguna figura o partido político. Así, el verdadero sentir de la mayoría de los guatemaltecos queda desamparado entre la pobre oferta política, como lo vimos en las pasadas elecciones.

Es verdad que la mayoría de los partidos políticos en el país se catalogan como derecha. Sin embargo, solo se aferran verbalmente a la defensa de la libertad, la vida, la familia y las tradiciones, porque sus acciones no lo demuestran. Su actuar e inexistente congruencia ideológica evidencian intereses ocultos y particulares de hacerse del poder, usando y abusando de los recursos del Estado. De ahí han construido una cleptocracia, institucionalizando la corrupción. A esta clase se le ha llamado el “pacto de corruptos” y otros calificativos que pueden ser muy ciertos. Sin embargo, con el objetivo de sembrar cizaña, muchos equiparan ahora a la “derecha” con “corrupción”. Esto deslegitima a la verdadera derecha guatemalteca, representada en el grueso de la población que es conservadora, con fuertes valores judeo-cristianos, trabajadora, que solo quiere libertad y oportunidades para desarrollarse.

La legítima derecha en Guatemala está en su población, no en los partidos políticos que dicen ser de derechas. Esto lo sabe muy bien la izquierda antisistema y progresista que lo usa a su favor para presentarse como la solución a los problemas nacionales y organizarse para llegar a ocupar el poder público. Lo han comprendido muy bien, pero ¿mientras tanto que hace la derecha?

Hemos sido buenos en formarnos en ideas de la libertad, ser voces relevantes en la sociedad civil, cuidar de los negocios y por ende de la economía del país, lo cual está bien, pero no es suficiente. Esta forma de moderación, es decir, no ser más frontales en contra de la izquierda y la cleptocracia que nos roba el país y evitar ensuciarnos las manos entrando al sistema político para limpiarlo, ha sido de los mejores regalos que les hemos dado a todos ellos que desprecian la libertad. Esto no significa que debamos volvernos extremistas y perder la cordura, sino dejar de ser blandos en muchas cuestiones y dar la cara por el país que queremos. De lo contrario, la disyuntiva tan difícil que tenemos con la segunda vuelta de la elección presidencial el próximo 20 de agosto no será la primera ni la última a la que cual debamos enfrentarnos.

Cómo sostengo en el capítulo “La falsa derecha y sus efectos en la legítima defensa del futuro de Guatemala” del libro “¡Menos ideas y más moderación!”, de la Fundación Disenso, la moderación, o quedarse en una zona de confort y no dar el paso a la política partidaria, ha dejado el camino abierto para que la ambición de la izquierda antisistema y una cleptocracia en asenso le ganen la partida a la verdadera derecha guatemalteca. Quizá, entonces, la moderación no es la respuesta y es necesario un liderazgo en la política partidaria para darle por fin una voz a la legítima derecha guatemalteca.

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