LIBERAL SIN NEO

En bandeja de plata

En filosofía, una navaja es un principio o regla general que inclina a descartar explicaciones poco probables de un fenómeno y evitar indagación innecesaria. Más que principio científico, es sugerencia cautelar. Dos de estas navajas vienen a la mente al tratar de descifrar el ánimo detrás de la novedad introducida por el Ministerio Público en el escenario del proceso electoral. La Navaja de Ockham sugiere que la explicación que requiere la menor cantidad de supuestos es la correcta; cuando hay varias explicaciones posibles, es probable que la más simple sea la acertada. La Navaja de Hanlon es un adagio que propone que nunca atribuyas a malicia aquello que se explica adecuadamente con estolidez. Un personaje en la novela Lógica de imperio (1941), de R. Heinlein, explica la falacia de teoría del diablo: “Usted ha atribuido condiciones de villanía que resultan simplemente de estupidez”.

' La intervención en un sistema complejo tiende a crear resultados no anticipados.

Fritz Thomas

A continuación, un ejercicio especulativo sobre los motivos que llevaron a la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci) a acusar a un partido político de financiamiento ilícito y la utilización de firmas falsas en sus hojas de adhesión, ante el Juzgado Séptimo Penal. Este no es un examen del fondo jurídico, sino especulación sobre motivos y efectos, en el contexto de objetivos, conspiraciones, pactos, Ockham y Hanlon.

La primera hipótesis es que la Feci y el MP, ya fuera por iniciativa propia, bajo la dirección de o en colaboración y coordinación con otras fuerzas y poderes, buscaba menoscabar la imagen del partido, asociarlo con actos deshonestos. De ser este el objetivo, el tiro salió por la culata. La segunda es que la suspensión de la personalidad jurídica del partido dictada por el juez tendría por efecto la inhabilitación para participar en la segunda vuelta. A esta hipótesis podría sumarse el elemento conspirativo de lograr que el tercer lugar en la elección, el candidato oficial, subiera a segundo lugar para participar en segunda vuelta. Fallaron de manera abismal. En este caso aplicaría la ley de consecuencias no intencionadas; la intervención en un sistema complejo tiende a crear resultados no anticipados e incluso indeseables. Se asocia al hubris que recurre en la mitología griega; el orgullo que provoca ceguera, soberbia con desenlace trágico.

La tercera hipótesis es que, al perseguir penalmente al partido, la Feci y/o los poderes en realidad buscaban promoverlo, resaltar su imagen, victimizarlo, provocar empatía y solidaridad. Esta es improbable, pero de ser el objetivo, lo alcanzaron con creces. Provocó un espectáculo mediático, notoriedad, ola de rechazo al acusador y multiplicación de simpatía por el acusado.

Una cuarta hipótesis es un antiguo acertijo sobre la dicotomía entre la ley y el deber. Si la fiscal general y la Feci contaban con evidencia de la comisión de un delito, tenían el imperativo moral y legal de tomar acción, sin importar las consecuencias. Que se haga justicia, aunque perezca el mundo y caiga el cielo. Esta teoría es frágil; el momento escogido es torpe y vale preguntar si el mismo ejercicio investigativo se realizó con registros y documentación de otros partidos.

De ser verdadera una o ambas de las primeras dos hipótesis, provocaron aleatoriedad y desorden, jugaron mal ajedrez y no previeron cómo se moverían otras piezas en el tablero varias jugadas adelante; la CC, CSJ, TSE, prensa y opinión pública. En la tercera la causa estaría en duda, pero no el efecto; en bandeja de plata sirvieron una víctima. La cuarta hipótesis es ya casi irrelevante, si hay o no delito ocupa poco espacio en el debate público.

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