La cita estaba fijada para la presentación del disco en vinilo de Sacratávica (Las Voces de Río Negro), una pequeña recopilación de cuatro obras musicales que Orellana ha compuesto a lo largo de sus más de 40 años de carrera y cuyas publicaciones datan de entre 1983 y 2014.
El lanzamiento de un disco recopilatorio grabado en acetato no es cualquier cosa para el compositor guatemalteco de 92 años. Esto supone una gran noticia, ya que podrá escucharse en un toca discos.
“El acetato es un gran vehículo para escuchar la música”, dice el autor, quien además infiere que a través de este formato se podría percibir su sonido como una suerte de inmortalización. Sacratávica es la segunda producción que Orellana ve salir a la luz en vinil. La primera fue Humanofonía en 1971.
“El nuevo disco es una gran satisfacción no tanto por el prestigio que significa para mi obra, sino porque al fin se está respondiendo el valor simbólico de nuestros útiles sonoros“, dice Orellana refiriéndose al arsenal de instrumentos experimentales que él mismo ha creado durante toda su carrera.
Sacratávica llega como resultado de una serie de grabaciones que se hicieron en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias, durante agosto de 2016. Esta iniciativa fue gestionada por Alejandro Torun y Stefan Benchoam. La producción del material y su edición en vinilo estuvo a cargo del sello musical guatemalteco Identidata.
El segundo disco en vinilo de Orellana puede comprarse bajo demanda a través del perfil en Bandcamp de la disquera. Andrés Castaño, impulsor del sello musical y productor, cuenta que los discos presentados el pasado 19 de julio fueron arrasados.
Para Castaño Sacratávica también presentó un nuevo desafío. De acuerdo con el productor, la obra del maestro Orellana fue editada por el hecho de ser un “material cuyo sonido es clave para la historia”.
La nueva producción de Orellana se compone de las piezas Híbrido a presión, de 1983; Ramajes de una marimba imaginaria, presentada en 1994, Sacratávica, de 1998 y Fantoidea, que salió a la luz en 2014.
Apostarle al encuentro con la estética musical de Joaquín Orellana se ha convertido en una misión estimulante e imaginativa para varios artistas de Guatemala. Así ocurrió el pasado 19 de julio, cuando la presentación de Sacratávica reunió también a los integrantes del Coro Victoria y el Ensamble de Percusión “Joaquín Orellana”.
Durante el encuentro se llevó a cabo la presentación exclusiva del cortometraje documental Sacratávica, dirigido por Ameno Córdova y Pepe Orozco, y producido por Ediciones del Pensativo. La obra audiovisual, que se acerca a la figura creadora de Joaquín Orellana y su imaginario, será presentado en distintos festivales de cine con la idea de esparcir la poética experimental del maestro.
“Cuando me invitaron al homenaje, la idea era crear imágenes que se proyectaran cuando pusieran las piezas musicales (…) hice varias entrevistas al maestro y fue muy interesante todo lo que dijo (…) Hablamos de las nubes, de poesía, de la imaginación. Es un trabajo que hicimos con mucho cariño. Llevo documentando al maestro desde el 2015″, comparte Córdova.
En medio de lo que parece ser un nuevo capítulo para la historia musical del país dadas las posibilidades de este nuevo registro musical que es Sacrátavica, Joaquín Orellana permanece tranquilo, esperanzado y agradecido. El maestro, también se ve a sí mismo como una persona consciente del peso de su imaginación frente a un contexto de violencias como Guatemala, mismo que ha estimulado su narrativa sonora por más de cuatro décadas.
¿Cómo percibe su experimentación creativa luego de tantos años insistiendo en ella?
En el pasado lejano y aún en el inmediato fui muy criticado, incluso me rodearon detractores. Creo que lo que más he encontrado es la incomprensión y la indiferencia cultural. Se sufre eso, y al mismo tiempo se sufre el ser anónimo, porque nadie quiere reconocerlo y no se comprende porque cuando un mensaje es muy original, no está comulgando con la generalidad.
Décadas después, una generación de jóvenes ha estado bastante involucrada con usted: Recientemente ha trabajado con cineastas, artistas plásticos como María Adela Díaz o espacios de exposición como la Americas Society.
Las edades jóvenes que fueron llegando a la adultez, vinieron a mí con una mente más amplia para catalogar y sentir estas propuestas estéticas. Me ha dado satisfacción porque en las nuevas generaciones ha habido una gran respuesta que esperaba del pasado y que nunca llegó. Siento que al fin se hizo justicia a mi trabajo.
Sacratávica reúne piezas de distintos momentos de su carrera. ¿Ha mutado el significado personal de estas obras?
A partir de 1975, mis obras se fueron centrando en una realidad social y sociopolítica. Lo declaré en el sentido de que un compositor como yo cree que la música fluye teñida de conciencia social.
Lo que pasa es que estas obras son hasta cierto punto una expresión muy real y a la vez muy abstracta. Composiciones como Imposible a la X, expresan a una sociedad realmente liberada, lo cual es un supuesto imposible que está procedimiento.
¿Qué reflexión hace de Guatemala frente a su poética musical?
Estamos en una sociedad que han vuelto tan técnica. La poesía es tan espiritual que la gente tecnificada no acude a ella.
Su obra suele estar anclada a una noción “estética”. ¿Qué evoca esto para usted?
Creo que es la forma en que la realidad provoca en las neuronas un placer que define la fuente estética. Habrán muchos que puedan definirla como arte porque es una emanación de los sentimientos de la fantasía y la mente imaginativa humana, pero naturalmente no se puede definir.