En días calurosos de más de 38 grados Celsius en Orlando, Florida, los trabajadores de los servicios públicos deben posponer las inspecciones por fugas de gas, pues usar equipo de seguridad pesado mientras excavan al aire libre podría poner su vida en peligro. Incluso en Míchigan, en la frontera norte del país, los trabajadores de la construcción tienen horarios reducidos debido al calor.
Ahora que el cambio climático ha producido las temperaturas más altas registradas en la historia de nuestro planeta y que, según las proyecciones, seguirán subiendo, varios estudios de investigación nuevos muestran que el impacto del calor en los trabajadores se propaga por toda la economía y disminuye la productividad.
El calor extremo afecta con regularidad a los trabajadores de todo tipo de industrias, no solo las obvias como la agricultura y la construcción. Las temperaturas sofocantes les dan problemas a los empleados de fábricas, almacenes y restaurantes al igual que a los de las aerolíneas y las compañías de telecomunicaciones, servicios de entrega y empresas de energía. Incluso los enfermeros a domicilio experimentan dificultades.
“Desde hace mucho tiempo sabemos que los seres humanos son muy sensibles a la temperatura y su desempeño se ve tremendamente afectado cuando están expuestos al calor, pero hasta hace muy poco tiempo no habíamos explorado si esas respuestas de laboratorio podían extrapolarse de manera significativa a la economía del mundo real y, en ese caso, cómo”, señaló R. Jisung Park, economista ambiental y laboral en la Universidad de Pensilvania. “Resulta que hemos observado que las temperaturas más elevadas parecen atascar el engranaje de la economía de muchas más formas de las que habríamos esperado”.
Un estudio sobre los efectos de la temperatura en la productividad publicado en junio concluyó que, aunque el calor extremo afecta a la agricultura, su impacto es mucho mayor en el sector industrial y otros sectores de la economía, en parte porque requieren trabajo más arduo. Este estudio revela que el calor causa un aumento en el ausentismo laboral y reduce las horas de trabajo, por lo que, a medida que el planeta se siga calentando, esas pérdidas serán mayores.
El costo es elevado. En 2021, se perdieron más de 2500 millones de horas de trabajo en los sectores agrícola, manufacturero, de la construcción y de servicios en Estados Unidos debido a la exposición al calor, según datos recopilados por The Lancet. Otro informe reveló que, en 2020, la pérdida de trabajo a consecuencia de la exposición al calor le costó a la economía alrededor de 100.000 millones de dólares, cifra que se espera se eleve a 500.000 millones al año para 2050.
Otro trabajo de investigación descubrió que cuando el mercurio llega a los 32 grados Celsius, la productividad cae aproximadamente un 25 por ciento, y un 70 por ciento cuando la temperatura rebasa los 38 grados Celsius.
De los muchos costos económicos del cambio climático, como la pérdida de cultivos, los crecientes precios de los seguros y las casas inundadas, los expertos opinan que la pérdida de productividad debido al calor en realidad es uno de los más cuantiosos.
“Sabemos que el impacto del cambio climático le cuesta a la economía”, aseveró Kathy Baughman McLeod, directora del Centro de Resiliencia de la Fundación Adrienne Arsht-Rockefeller y antigua directora global de riesgo ambiental y social en Bank of America. “Son enormes las pérdidas asociadas con los empleados que sufren calor en el trabajo, por la consecuente tardanza en sus tareas y los errores que cometen como resultado de ese calor”.
A pesar de esto, no existe ningún tipo de norma nacional que proteja a los empleados del calor extremo. En 2021, el gobierno de Biden anunció que la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional propondría la primera norma diseñada para proteger a los trabajadores de la exposición al calor. Pero después de dos años, esa agencia todavía ni siquiera ha dado a conocer una versión preliminar de las normas propuestas.
Siete estados cuentan con ciertas protecciones laborales relacionadas con el calor, pero en algunos lugares se ha generado cierta presión para eliminarlas. En junio, Greg Abbott, el gobernador de Texas, aprobó una ley que elimina normas establecidas por algunos ayuntamientos para que los trabajadores de la construcción tomaran descansos obligatorios para tomar agua, aunque Texas ocupa el primer lugar de todos los estados en productividad perdida por el calor, según un análisis de datos federales realizado por Vivid Economics.
Varios grupos empresariales se oponen a que exista una norma nacional porque argumentan que sería demasiado costoso aplicarla, ya que lo más probable es que estipule tiempos de descanso para reposar, tomar agua y estar en la sombra… y quizá incluso la instalación de aire acondicionado.
“La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional debería tratar de no imponer más cargas regulatorias que les dificulten a las pequeñas empresas hacer crecer su negocio y crear empleos”, escribió David Addington, vicepresidente de la Federación Nacional de Empresas Independientes, en respuesta al plan de esa agencia de redactar legislación.
Marc Freedman, vicepresidente de política de empleo en la Cámara de Comercio de Estados Unidos, indicó: “No creo que nadie pretenda ignorar los peligros de la exposición excesiva al calor”. Sin embargo, cuestionó: “¿Una norma de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional es la manera correcta de hacerlo? Muchas empresas ya están tomando medidas, así que la pregunta será, más bien, ¿qué más deben hacer?”.
En Tulsa, Oklahoma, Navistar está instalando un sistema de aire acondicionado de 19 millones de dólares en su fábrica de IC Bus, que produce muchos de los autobuses escolares de Estados Unidos. Las temperaturas en el área de producción pueden llegar a los 37 grados Celsius. En este momento, lo único que hay en la planta para enfriar el ambiente son unos ventiladores elevados que giran muy por encima de la línea de montaje.
Shane Anderson, gerente interino de la planta, comentó que se calcula que el aire acondicionado costará unos 183 dólares por hora, o entre 275.000 y 500.000 dólares al año, pero la empresa está convencida de que impulsará la productividad de los trabajadores.
Otras empresas también han tomado medidas para adaptarse.
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Brad Maurer, vicepresidente de Leidal and Hart, constructora de estadios, hospitales y fábricas en Míchigan, Ohio, Indiana, Kentucky y Tennessee, comentó que ahora los gerentes llevan palés de agua embotellada (cosa que no hacían antes) a un costo de unos cuantos miles de dólares al mes para la empresa.
Algunos expertos en el sector laboral afirman que, para adaptarse a esta nueva realidad del clima cambiante, las empresas tendrán que pagar de una forma u otra.
“La verdad es que los cambios necesarios quizá sean muy costosos y se trasladen a los empleados y los consumidores”, señaló David Michaels, quien fungió como secretario asistente del trabajo en la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional durante el gobierno de Barack Obama y ahora es profesor en la Escuela de Salud Pública George Washington. “Pero si no queremos que estos trabajadores mueran, tendremos que pagar el costo”.