CATALEJO
No es demasiado solicitar fin de insultos y mentiras
Dentro de una semana, si todo sale como debería, la ciudadanía sabrá quién triunfó en la segunda vuelta y habrá terminado una de las luchas políticas donde la pena sustituyó con mucho a la gloria. Calificarla de “fiesta cívica” constituye humor despiadadamente negro. No lo fue. Lejos de eso, se convirtió en una vulgar y lamentable competencia de insultos, mentiras, mensajes anónimos cuyo peor efecto es haber polarizado al extremo la confrontación electoral. Ciertamente, la lucha política es despiadada y su corrección circula por un camino muy ancho, pero esta vez como nunca antes fue pisoteado, al punto de llegar a convencer a muchos de los votantes, sobre todo jóvenes “que todo se vale”. No es cierto. No. Nunca imaginé contemplar tanta diatriba.
' Los llamamientos a la violencia deben ser enfrentados con criterios serios, analíticos y cuerdos. No hay otro remedio.
Mario Antonio Sandoval
Por eso no hubo ningún debate político. Los dos planificados se volvieron foros porque la candidata los rehuyó. Los ciudadanos supieron las posiciones de cada uno en entrevistas individuales. No es mucho pedir tal cese desde hoy hasta el final de la propaganda, el 18. La actuación de muchos aspirantes de la primera vuelta y del gobierno causó escándalo internacional, con el resultado de declaraciones diplomáticas y de instituciones, con lenguaje tiene una claridad cristalina, sin ambages, fuera del del estilo cuidadoso de tales entidades. Giammattei se vio obligado a prometer el respeto de la fecha y los resultados, lo cual es una tácita aceptación de las maniobras sospechosas tanto previas a la primera vuelta como a la elección del 20 de agosto.
Los ciudadanos merecemos el cese de las burdas estrategias ordenadas y financiadas por los anónimos y por tanto cobardes de descalificación y desinformación. Sus efectos son terribles: posibilidad de mayor ausentismo a las urnas y una vez más llevar a la presidencia a quien gane la mayoría de una minoría participante cada vez más reducida. Esta posibilidad parece ser débil a causa del evidente interés de participación entre los votantes de edades entre 18 y 40 años, importantes por su número mayoritario, porque la sobrevivencia de la escuálida democracia electoral guatemalteca depende de lograr los principios democráticos reales, no de los crecientes abusos en nombre de la Democracia. El ambiente está lleno de falsedades lanzadas por quienes lucran con éstas.
Un hecho fue particularmente peligroso. Alguien identificado como Fernando McDonald, al enterarse del asesinato de Fernando Villavicencio, envió el mensaje por redes sociales “y aquí cuándo con el semillero”, una grave aunque tácita incitación a un hecho similar. El autor se limitó a “pedir disculpas”, ante la avalancha de críticas de personas indignadas simpatizantes de cualquiera de los contendientes. El gobierno anunció ayer haber reforzado la seguridad de la SAAS para los aspirantes, quienes a su vez deben hacer lo mismo con la seguridad propia. Los magnicidios son imposibles de evitar, pero cuando se ha sugerido realizarlos, el proceso electoral agrega una nueva nube negra al horizonte.
Entre esos mensajes destaca el de una asociación de apoyo cívico: “No hay necesidad de matar a otro si ambas partes se sujetan a la decisión de un juez y se obligan a respetarla. Si la otra parte es ‘troglodita’, no entiende de leyes ni de respeto mutuo, es tarea de toda la sociedad, sin diferencias de credo, hacerles entender a los trogloditas que no tienen cabida”. “Los chapines debemos reflexionar… no podemos abandonar el modo pacífico de solución de conflictos aunque éste no sea todavía el ideal”. Y la lamentable politiquería nacional merece llamarla trogloditista, porque lo es en casi todo. La diatriba, la violencia verbal, es impopular. Se debe acabar de un solo tajo, guillotinarla.