EDITORIAL
De buenas intenciones está empedrado el déficit
Campaña tras campaña, la ciudadanía guatemalteca oye ofrecimientos, anuncios de programas de “ayuda”, planteamientos sobre la mejora de servicios de salud, educación e infraestructura, expansión de la productividad y con ella, hipotéticamente, del empleo. Ello aparte de los codazos discursivos y los empellones contextuales, que pueden llegar a ser tan repetitivos que desvíen del tema toral: el desarrollo del país durante los siguientes años y la grave responsabilidad que asumen los binomios presidenciales, así como sus respectivos equipos de trabajo y cuadros partidarios.
Los guatemaltecos se aprestan a tomar una decisión en las elecciones de segunda vuelta el próximo domingo. En el último mes han escuchado las propuestas, también las diatribas y una prolongada zapatiesta de desinformación en redes sociales, en forma de videos, sátiras y dicterios —con o sin firma— que no buscan incentivar la participación ciudadana, sino al contrario, más parecen fomentar el miedo, la apatía y la inasistencia a las urnas. Esta índole de invectivas es digna de ser ignorada, aunque lamentablemente genera animadversiones que quedan vivas incluso después de definido el resultado presidencial.
Fieles al afán fundacional establecido hace 72 años —que cumpliremos en cuatro días—, Prensa Libre sirve a sus audiencias con información, análisis y datos útiles para generar criterios y respaldar decisiones. Esto se refrenda en cada campaña electoral, para propiciar una decisión libre y fundamentada de cada ciudadano. Trabajamos con criterio de total equidistancia de todas las opciones, porque nuestro servicio está dedicado a Guatemala y a los guatemaltecos. Así se efectuó durante la campaña de primera vuelta y, ahora, en el balotaje.
Prensa Libre presenta, entre ayer y hoy, una síntesis de los ejes de gobierno propuestos por los partidos en contienda, Semilla y Unidad Nacional de la Esperanza, cuyo orden de aparición fue alfabético. Cada partido exhibe prioridades en áreas ministeriales con cifras estimadas de costo, a fin de compararlos con los recursos del Presupuesto, para que el lector juzgue su viabilidad. Todo en esta vida tiene un costo, y alguien debe pagarlo.
El Estado no produce nada por sí mismo, pues solo administra lo que los tributantes aportan. Una de las tendencias más enfermizas de sucesivas administraciones, incluyendo la actual, ha sido la de seguir aumentando la deuda pública bajo el pretexto eufemístico de que aún está en niveles “seguros”. Y aun si así fuera, los recursos obtenidos a través de créditos y bonos se gastan en funcionamiento, y no en inversión. El anteproyecto de egresos para el 2024 presentado por el Ejecutivo sobrepasa los Q124 mil millones, pero solo se proyectan Q99 mil millones de ingresos fiscales. Para cubrir los otros Q25 mil millones se vuelve a invocar el crédito. En todo caso, su discusión y aprobación debería efectuarse en colaboración directa con el equipo que resulte electo el próximo domingo.
Un error o una imprudencia de los políticos ha sido, históricamente, vender el plan de gobierno como una pieza publicitaria y no como un proyecto de desarrollo. Los ofrecimientos de recortes de tributos deben aclarar cómo sustituirán los recursos; las promesas de dádivas económicas se limitan al capital disponible y sostenible. Por algo existe el adagio “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, pues de oferta en oferta se ha disparado el déficit fiscal y, peor aún, han sido tantos los incumplimientos gubernamentales que no se necesita otro fiasco más.