CATALEJO
Arévalo: Victoria en la elección. Comienza proceso para la entrega del mando
El resultado del balotaje de ayer sorprendió a pocas personas, porque había sido predicho por numerosos estudios, y encuestas, aunque esta vez no tuvieron la exactitud de otras ocasiones, dada la agitación de las últimas 72 horas. Bernardo Arévalo, al sobrepasar el 58% de los votos válidos obtuvo una victoria inobjetable y demuestra el fin de la en otros países llamada vieja política y el nacimiento a vida nacional de una nueva generación de votantes, acostumbrados al uso de la nueva tecnología y al manejo distinto de la información, en este caso la política. Fue un golpe muy serio a la politiquería tradicional, causante de tanto daño a Guatemala y sus habitantes.
' Nace una nueva etapa. La politiquería salió por la puerta trasera, al no haber podido darse cuenta de la fundamental importancia de las redes sociales y de la inmediatez y alcance mundial de la información de todas las materias.
Mario Antonio Sandoval
Arévalo no tiene todas consigo. Ha nacido también en Guatemala el criterio de haber diferencia entre ganar un balotaje, tomar posesión del cargo y poder gobernar. Tiene también en su contra la poca experiencia de muchos de sus seguidores y su modo de hablar pausado y con poco volumen, además de la implacable campaña en su contra por sectores de opuesto criterio ideológico al de él. Si bien demostró en la primera vuelta lo innecesario de campañas millonarias, ahora necesita convertirse en el líder de su partido, donde —como siempre ocurre— tiene algunos seguidores con mayor interés de apoyar a otras figuras. La misma existencia de su partido puede estar en entredicho cuando muchas, si no todas, las sugerencias emanadas de la presidencia sean rechazadas en el Congreso.
El ínterin entre hoy 21 de agosto y el 14 de enero será escenario de una batalla distinta pero igualmente despiadada, donde al ganador le será necesario al defenderse y contraatacar todos los ataques de sus enemigos políticos, casi seguramente no dispuestos a respetar la voluntad popular, con una serie de argucias, la mayoría de ellas producto de interpretaciones antojadizas de la ley, gracias a funcionarios indudablemente al servicio de la candidata perdedora, como fue su política durante toda la campaña. Será una muy dura prueba para su verdadera capacidad de ejercer la política en un país donde el respeto a todo es mínimo o está ausente. La elección de ayer no fue muy superior en porcentaje a la de otras segundas vueltas anteriores, pero la diferencia de dos votos por cada uno decidido fue un poco mayor a estas.
Sandra Torres logró la imagen de una persona desesperada, primero por ganar y luego por no perder. La última fue amparo solicitado a la Corte Suprema de Justicia dos horas antes del cierre de las urnas, cuyo evidente fin era sin duda alguna despertar dudas y sembrar cizaña en la confianza popular, iniciada desde los últimos tres días previos, porque no hay razón atendible para una acción de esa naturaleza, cuyo espíritu y razón de ser es evitar un hecho de consecuencias irreversibles. Es claramente efecto de una desesperación al convencerse de la inminente e imparable derrota definitiva, sin importar el porcentaje de participación en las urnas.
Ese amparo abrió una puerta a la incertidumbre, mezclada con rechazo y causante de desesperación y desesperanza en buena parte de los electores. Las amenazas de impugnar a la totalidad de los fiscales de mesa adversarios fue en realidad una cortina de humo para presentar esa inesperada aunque poco sorprendente acción ante la Corte Suprema de Justicia, cuya última resolución en realidad no aseguraba nada. Se mantuvo hasta el final firme para lograr un puesto por el cual se ha empecinado ya en tres ocasiones y no quiso aceptar el rechazo de casi cinco millones de votos en rechazo de ella, solo en sus dos primeros y fracasados intentos, mas los de esta elección cercanos a dos punto cinco millones adicionales.
En la campaña, Torres cometió gruesos errores: escoger como compañero de fórmula y obtener el voto evangélico, a un pastor con mínimas capacidades oratorias y ello provocó el rechazo de participar en debates no controlados por ella. En el único donde se presentó, leía nerviosamente las respuestas a las son conocidas preguntas, pero sobre todo perdió la confrontación con los memes, muchos de los cuales tardaron sólo pocos minutos en presentarse por docenas en las redes sociales, anónimas y llenas de pruebas de la capacidad de burla de los guatemaltecos. Pero los dos últimos tres días fueron demoledores: un video de cuando dijo a gritos “…la ignorancia es la base de la cultura de nuestro pueblo…” y su gente descaradamente entregando dinero en efectivo a sus seguidores.
Esta campaña y sus elecciones se caracterizó por la importancia crucial de las redes sociales y la tecnología como medio de difusión de mensajes, lo cual no ha sido comprendido en su totalidad por la calificada en otros países de “vieja política”. El sistema político nacional debe dejar su actual y merecida calificación de politiquero, para convertirse en político. Las fuerzas de diverso signo ideológico necesitan organizarse en muy pocas opciones para evitar cantidades casi ridículas de grupos centrados en una persona, a la vez el máximo monarca absoluto. Esta división estuvo presente en la derecha y la izquierda guatemaltecas, cuyos representantes actuaron con la creencia de ser ellos los depositarios de la varita mágica necesaria para resolver los múltiples problemas del país.
Mientras los politiqueros tradicionales se ocupaban en hacer política a la antigua, el sector juvenil, para quienes la tecnología de comunicación instantánea es lo normal, comenzaron a interesarse. La población joven interesada en la política tuvo un aumento evidente, aunque en este momento es difícil calcularla. Los tradicionales, al utilizar la tecnología para enviar mensajes sesgados, sin imaginarse le permitieron a ese sector mayoritario de la población enterarse y sobre todo interactuar entre ellos. El inesperado efecto fue haber despertado a jóvenes entre 18 y 40 años, quienes se unieron a la tarea de desacreditar las mentiras. De pronto, mentir descaradamente ya no fue efectivo. A todo esto se agregaron los despiadados memes, ingeniosos, burlones y satíricos.
Gracias a esa tecnología y a la difusión de esta en miles de teléfonos celulares, fue posible a la generalidad de la población darse cuenta de la diferencia entre las declaraciones de los candidatos y la verdad reflejada en grabaciones de discursos e incluso de conversaciones comprometedoras de hace tiempo, incluso años. El resultado fue de pérdida de confianza hacia quienes fueron captados o filmados —parafraseando al viejo dicho— no con las manos sino con la lengua en la masa. Los efectos no fueron devastadores de inmediato, pero sí a corto plazo. Todo esto resulta ser prueba del hastío de la ciudadanía y de la exigencia popular de una lucha frontal contra la corrupción. En suma, la práctica de la política deberá ser eso, política, y dejar la politiquería.
Entre las características de estas elecciones sin precedentes, sobresale la participación directa de las iglesias, con una diferencia: la católica y las evangélicas históricas actuaron de manera coherente con la laicidad del Estado guatemalteco desde la revolución liberal de 1871, hace ya 152 años. En algunos casos llegaron a extremos penosos, como llamarlos semillistas. Sin embargo, la encuesta de Libertad y Desarrollo sólo un 4% indicó haber recibido sugerencias y la mayoría afirmó su decisión de votar independientemente de su afiliación religiosa, lo cual es positivo, al comprobar la escasa posibilidad de convertir al país en una pseudoteocracia, aunque también sea evidente el alto porcentaje de evangélicos en puestos del gobierno actual, al punto de parecer una condición.
Terminó el proceso electoral. Ahora comienza el proceso intermedio.