ALEPH
Nuestro caballo de Troya
Lo que hoy estamos viviendo como sociedad luego de los resultados de las recientes elecciones comenzó en el 2013 y se fortaleció en el 2015, con la maduración de la Cicig y de la ciudadanía guatemalteca, ante una situación insostenible de corrupción e impunidad. Del 2015 salió la expresión “Pacto de Corruptos”, que buscó definir a la alianza mafiosa que hoy se resiste a perder un ápice de poder. Pero fue hace diez años, en el 2013, cuando la sociedad guatemalteca comenzó a hablar de otra manera, ante el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt. Habían pasado casi dos décadas después de la firma de los acuerdos de paz y Guatemala contaba con sangre nueva en sus venas.
Un joven me dijo recientemente sobre aquel 2013: “Yo estaba en la universidad y fue la primera vez que viví el conflicto social fuera de los libros. Las redes comenzaban a ser un lugar donde la gente ya opinaba sobre el genocidio, especialmente Facebook, y allí lográbamos seguir el caso”. Hubo entonces, también, un grupo integrado por protagonistas de la historia guatemalteca, denominado luego “los 12 apóstoles”, que negó el genocidio a pesar de las pruebas periciales presentadas, mientras otra parte de la sociedad celebraba la sentencia y se indignaba, luego, con la anulación de la misma. En aquel año, recuerdo haber entrado a una tienda de barrio en un departamento noroccidental del país y escuchar al tendero y al cliente hablar sobre el caso. Luego de oírles, pensé: “Esto nos está moviendo las ideas y el futuro”. Ese juicio tuvo eco, incluso, en René, de Calle 13, que llegó al país en 2014, con su camiseta de “Sí hubo genocidio”.
Luego llegaron las protestas ciudadanas del 2015 y 2017, donde se manifestó, especialmente, la fuerza de dos actores: la juventud universitaria y los pueblos originarios organizados. Nada nuevo, si leemos a profundidad la historia reciente del país. Hoy, todo esto me recuerda al caballo de Troya. Salvando las distancias sobre la intención que Ulises tenía al abandonar aquel caballo en una playa como supuesta ofrenda para los dioses, que en su interior guardaba a sus mejores guerreros, quiero explicar por qué pensé en esta imagen como una metáfora de lo que vivimos.
' El anhelo de una democracia que nunca hemos tenido se tradujo en votos de esperanza, votos nulos o antisistema.
Carolina Escobar Sarti
La pienso porque, tras 10 largos años de asedio por parte de los griegos, la ciudad de Troya cayó en 51 días, por sorpresa, gracias a que nadie (excepto Lacoonte) lo sospechaba. Tal como sucedió durante estas últimas elecciones, cuando nadie esperaba que Semilla llegara a la presidencia. Sin embargo, en el caso de Guatemala, no hubo engaño; era algo que se venía gestando, especialmente, durante la última década. El anhelo de una democracia que nunca hemos tenido se tradujo en votos de esperanza, votos nulos o antisistema.
Pienso en la analogía del caballo de Troya porque Ulises trató, por diez años, junto a otras ciudades griegas, de rescatar a su secuestrada Helena por las vías conocidas, a pesar de que Paris la había raptado sin consentimiento alguno. Tal como ahora un pueblo entero ha buscado rescatar a una Guatemala tomada por un grupo de ladrones y criminales que la han tenido secuestrada y de la cual no se quieren desprender, porque es la ubre perenne, de la cual maman cuando quieren, todo lo que quieren.
Los famosos poemas épicos de La Ilíada y La Odisea, escritos supuestamente por Homero hace veintiocho siglos, cuentan el último año de la guerra de Troya y la restauración del nuevo orden. Y aunque estudiosos ni siquiera creen que haya sido un caballo y proponen la idea de que fuera un barco abandonado en esas costas, los poemas homéricos siguen allí. Para recordarnos que el hartazgo salió de nuestras entrañas y que en este Estado también se puede restaurar un nuevo orden que permita la alternancia, a pesar de que el viejo orden maniobre, cada día, por mantener secuestrada a Guatemala.