En primer lugar, dejemos las cosas claras. Aunque a menudo los términos “flatulencias”, “meteorismo” y “aerofagia” se utilizan indistintamente para describir la acumulación de gases en el intestino, cada uno se refiere a un proceso diferente. A continuación explicamos en qué se diferencian.
Aerofagia: exceso de aire en nuestro interior
Es la consecuencia de tragar aire de forma involuntaria mientras comemos, bebemos o hablamos. Ingerir alimentos rápidamente, beber con pajitas, masticar chicle o hablar a la vez que nos alimentamos puede contribuir a producirla. Una vez dentro, ese aire se acumula en el intestino provocando hinchazón abdominal, una de las causas del meteorismo y las posteriores flatulencias.
Meteorismo: cuando el vientre se expande
Se refiere a la hinchazón abdominal causada por la acumulación excesiva de gases en el tubo digestivo, una sensación de estar inflado como un globo que puede ser incómoda. Además, todo ese aire almacenado va avanzando por el intestino y se suma a la orquesta de gases intestinales, desencadenando el proceso de flatulencias.
Flatulencias: la música del intestino
Conocidas coloquialmente como “ventosidades” o “pedos”, son el resultado natural de la liberación de gases acumulados en el intestino a través del ano. Cuando comemos o bebemos, también tragamos aire, que se mezcla con los gases producidos por la fermentación de ciertos alimentos en nuestro intestino grueso. El resultado son las flatulencias, una sinfonía de ruidos y olores pestilentes que nos hacen reír, sonrojar o buscar culpables.
Una fábrica de gases en nuestras tripas
Aunque las flatulencias, el meteorismo y la aerofagia son fenómenos distintos, están estrechamente relacionados a través de nuestro microbioma. Veamos cómo.
La microbiota intestinal, también conocida como flora intestinal, es un conjunto de microorganismos –bacterias, virus, hongos y otros microbios– que habitan en el intestino y desempeñan un papel importante en la digestión y en la salud en general. La relación entre la microbiota intestinal y la fabricación de gases es compleja y aún no se comprende completamente. Sin embargo, sabemos que ciertas bacterias intestinales son más propensas a generarlos que otras.
Así, se ha demostrado que las del género Methanobrevibacter están asociadas con el metano, mientras que las pertenecientes al género Bacteroides se vinculan al hidrógeno.
También se sabe que los cambios en la microbiota intestinal afectan la producción de gases. Por ejemplo, el uso de antibióticos puede alterar la composición microbiana y reducir su volumen. La suplementación con probióticos –los microorganismos vivos que se añaden a la dieta para mejorar la salud intestinal– puede tener el efecto contrario.
Olor a huevos podridos
Además, algunos microorganismos nos ayudan a descomponer alimentos que no podemos digerir completamente. Y cuando es descompuesta, esta comida libera pequeñas cantidades de sulfuro de hidrógeno, el gas que da a nuestras flatulencias su característico aroma a huevos podridos. Otras sustancias, como el metilmercaptano, contribuyen a generar esa “fragancia”.
Ser aficionado a la comida rápida, rica en grasas y proteínas, aumenta el riesgo de agredir las pituitarias ajenas. Al ser más difíciles de digerir, este tipo de alimentos requieren más trabajo por parte de nuestros queridos microbios intestinales, lo que a su vez incrementa la liberación de compuestos sulfurados.
En contraposición, la comida rica en fibra puede ralentizar la velocidad de la digestión, permitiendo que las bacterias tengan más tiempo para cumplir su misión y liberen menos cantidad de compuestos malolientes.
Consejos para mantenerlos a raya
Aunque la generación de gases en el intestino es un proceso normal, ya hemos apuntado que su presencia excesiva puede manifestarse con hinchazón abdominal, dolor, flatulencias y eructos. Prevenirlo está en nuestra mano. A través de una dieta adecuada y un estilo de vida saludable, podemos mantener una armonía gaseosa y una convivencia pacífica con nuestra comunidad microbiana. He aquí algunos consejos para mantener el “aire fresco”:
- Tomar alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, legumbres y granos enteros.
- Limitar la ingesta de vegetales que son más propensos a causar gases, como brócoli, coliflor, repollo o legumbres.
- Añadir al menú alimentos ricos en probióticos como el yogur, el kéfir y el chucrut.
- Reducir las bebidas gaseosas, como refrescos y cerveza.
- Masticar a conciencia para reducir los alimentos y facilitar su descomposición.
- Beber suficiente agua para mantener la comida en movimiento y evitar la acumulación de gases.
En algunos casos, los síntomas pueden ser el resultado de trastornos digestivos como el síndrome del intestino irritable. Por eso, cuando las molestias alteren nuestro día a día es necesario consultar a un especialista para buscar la causa y poner una solución.
De cualquier forma, no hay necesidad de sentir vergüenza cuando las melodías intestinales hagan su aparición. Recuerde siempre mantener una actitud positiva y reírse de las situaciones gaseosas de la vida. ¡Feliz viaje hacia un intestino feliz y saludable!
Clara Isabel Tejada Garrido, Profesora Titular del Grado de Enfermería de la Universidad de La Rioja, Universidad de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.