RINCÓN DE PETUL

“¡Soque!”

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Un bus tiene diez filas dobles de asientos, diseñados cada uno para dos pasajeros. Los camioneteros les meten tres. Luego, apelmazan gente de pie cuando ya no había más lugar. Sobrepasada, nuevos pasajeros le piden abordar. “¡Soque!, le dice el chofer al ayudante, para luego acelerar más de lo adecuado.

Para bien y para mal, ese “¡Soque!” impulsa el movimiento de nuestros pueblos. Muchas veces los más pobres que aprovechan oportunidad las escasas veces que la encuentran. Va de la mano con otras, como el “¡Pilas!”, o el más contemporáneo: “Va, ¡Vivo!”, despedida popular tras llegar a un acuerdo. ¿Lo ha notado? Vaya a La Terminal y lo escuchará mil veces entre los merchantes. ¿Da el pensamiento forma al idioma, o es más el contrario? Al explorar un poco, se deja de ver a la lengua como una mera forma de comunicación humana, y da paso a un entendimiento donde estos —los idiomas— adquieren una relación más compleja con los colectivos que los usan. En una cátedra que aparece en Youtube, el pensador Noam Chomsky propone que “los idiomas evolucionaron y fueron diseñados como una forma de crear e interpretar el pensamiento”. “Crear” pensamiento, más que solo darle forma.

La hipótesis de Sapir-Whorf ahonda al respecto, desde la profundidad de la lingüística. Propone que cada idioma, con sus vocabularios y estructuras, moldea la visión que tiene del mundo el colectivo que lo habla. Intentando comprenderlo, encontré ejemplos fascinantes, como el de los pueblos árticos, que tienen más de cien vocablos para llamar a la nieve, en sus distintas formas. Similar situación con las palabras para hablar de lluvia en el idioma inglés, proveniente de las invernales islas británicas. Cuando un extranjero solo identificaría a una de ellas —“nieve”, “lluvia”—, los de estos lugares ven prismas variados, que luego aplican para matizar las distintas facetas de la vida. Interpretan la vida, entonces, de formas que un extranjero jamás lo haría.

' Mucho he buscado justa respuesta cuando surge la pregunta de por qué los guatemaltecos emigran.

Pedro Pablo Solares

Mucho he buscado justa respuesta cuando surge la pregunta de por qué los guatemaltecos emigran, rompiendo toda ley y advertencia. Tomando un riesgo difícil de comprender desde lo ajeno. Claro, la escasez imperante provoca el estado de necesidad. Y también la ilusión de lograr el sueño apetecido. Es el accionar del humano, con todo lo que lo motiva. Pero innegable es que no todos, en iguales circunstancias, se mueven hacia los riesgos implícitos en un viaje irregular. Conversando ya de aquel lado con paisanos que lo han logrado, he notado carácter y desafío entre quienes viven brincándose las fronteras. “¡Vivo, pues!”, dicen, y la gente adquiere poderes que parecen sobrenaturales. El sacrificio visto desde prismas inentendibles para alguien extranjero.

Vaya usted a decirle al chofer extraurbano que limite sus pasajeros al número permitido. O al marchante en La Terminal que cargar semejante bulto sobre la espalda le será perjudicial. Aquí, en este trópico, no hay lluvia ni nieve a las cuales dar cien matices diferentes. Pero sí una historia donde se encuentran perspectivas que explican ese accionar. Los gringos invierten millones cada año para advertir al guatemalteco que su viaje irregular será muy peligroso. Soso, se ve. Y los encargados en nuestros gobiernos, ineptos y corruptos, les imitan. Y desperdician los impuestos en ridículas campañas. Mucho sabemos ya sobre las causas de nuestro éxodo humano. Pero ¿por qué le vino tan bien tan temerario reto a este pueblo? ¿Ha encontrado el idioma local formas de nombrar nuestros osados actuares? O ¿es el idioma que nos provoca a estar “vivos”? ¿A socar cuando se puede?

* Esta columna defiende el legítimo resultado electoral del 20 de agosto, y cerrará con este mensaje independiente al tema de cada artículo, hasta la esperada toma de posesión del presidente electo Bernardo Arévalo, el 14 de enero de 2024. Por ello, ¡nos vemos en la Corte! El lunes 18, a las 5.30 PM.

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