TIERRA NUESTRA
Unidad política ante la partidocracia corrupta
Guatemala no avanza. Nuestro modelo económico sigue dependiendo de la agroexportación, las maquilas y las remesas familiares. No logramos ni siquiera consolidar un cambio hacia el sector servicios, menos aún hacia una industrialización incipiente. El desempleo, el mercado informal, la economía negra del lavado de capitales, las extorsiones y el contrabando, son infecciones persistentes que nos impiden la instauración de un modelo económico sano, expansivo y democrático. Pero no solo en lo económico nos encontramos estancados. Nuestro sistema de justicia sigue siendo un aberrante modelo basado en la impunidad, la corrupción y la ineficiencia. De todos los delitos que se cometen en el país, desde un hurto hasta un asesinato calificado, 95 por ciento de los mismos quedan en total impunidad. Tenemos el peor sistema penitenciario de toda América Latina. Y la aplicación de la justicia —a partir de la cooptación de las posiciones estratégicas más influyentes en las cortes— sigue siendo una pugna entre poderes inescrupulosos que degradaron el estado de derecho.
Pero hay un tercer elemento no menos importante: el modelo político vigente. Desde 1986 a la fecha se nos impuso la falsa idea de que nos conducíamos por una transición que nos llevaría hacia un modelo político democrático. Más de 100 partidos han surgido y desaparecido desde entonces, lo que confirma que no se trató de una verdadera transición hacia la democracia. No fue sino una burda maniobra del poder fáctico consuetudinario para prolongar su dominio y su hegemonía política. Los resultados son contundentes: la población rechaza el actual modelo mientras la partidocracia corrupta, actor principal del mismo, se queda sin partidos y sin candidatos, teniendo que recurrir a sus desgastadas figuras de siempre, que han demostrado abiertamente su complicidad hacia esa partidocracia corrupta, cuyo núcleo siempre ha sido la corrupción, el financiamiento ilícito y la cooptación del Estado. Es muy importante denunciar la estrategia que esa partidocracia corrupta implementa ahora. Sus miembros se han dado a la tarea de desvalorar el próximo proceso electoral, asegurando que la población no participará. Rechazan la fiscalización tanto de recursos financieros como de la propaganda en medios, precisamente porque era a partir de ello, en donde acumulaban sus ilegales riquezas. Apuestan por un alto grado de abstencionismo electoral esperanzados en que las movilizaciones forzadas de personas que siempre han ejecutado, mediante ese modelo clientelar que manejan a la perfección, les genere nuevamente la permanencia en el poder.
Los guatemaltecos debemos estar atentos a ello. Si no logramos presentar nuevas alternativas electorales, nuevos liderazgos, programas sustentados de gobiernos y alianzas sólidas en torno a fuerzas políticas progresistas, la partidocracia corrupta volverá a consolidarse en el poder por cuatro años más, impidiendo el surgimiento de un nuevo modelo económico más productivo y equitativo, así como el surgimiento de un verdadero sistema de justicia en donde la autoridad no sea usurpada por los grupos nefastos de siempre. La oposición política representada en todas las fuerzas progresistas vigentes, debe promover la unidad. El compromiso primario debe ser el triunfo electoral, para luego establecer una profunda reforma del Estado en donde el objetivo prioritario sea promover el desarrollo socioeconómico para todos y la erradicación de la pobreza en el país. La fuerza de la oposición política progresista exige negociaciones, compromiso y unidad. No tenemos alternativa.
manuelvillacorta@yahoo.com