El Coordinador General del Centro de Dignificación Humana (CDH), Luis Rey García Villagrán, explicó que estiman que la caravana está compuesta por cerca de 10 mil personas, de las cuales más de 3 mil son menores de 14 años.
También hay mujeres embarazadas, personas con necesidades especiales y adultos mayores.
“Vamos a caminar aproximadamente 6 mil 500 personas en alto grado de vulnerabilidad, es decir, mujeres embarazadas, niños especiales, adolescentes y pocos hombres solos”, dijo García Villagrán.
Estimó que para los días 25 y 26 de diciembre van a superar las 15.000 personas estando en la carretera costera.
Las personas son originarias de 24 nacionalidades, principalmente de Centroamérica, Cuba, Haití, Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil, Nicaragua, África y Asia.
Luis Daniel, originario de Cuba, se registró hace tres meses y medio, pero no ha tenido ninguna respuesta de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), por lo que sigue esperando correos y sus citas.
“He ido a migración, a la Comar, he tratado de subir en autobús, en el primer retén me han bajado, me han robado mi dinero sin darnos el libre tránsito, porque el objetivo es llegar a los Estados Unidos, por lo que prefiero que me maten en el camino que regresar a mi país”, compartió con EFE.
Este migrante, abogado de profesión, fue asaltado en Tapachula, donde le robaron su pasaporte y dinero. Ahora se encuentra en espera de poder salir este domingo en la caravana.
Silva Elizabeth Flores, de nacionalidad hondureña, indicó que llegó a México con la intención de hacer las cosas de manera legal y transparente, pero nunca tuvo respuesta de las autoridades que brindan refugio y las que otorgan el documento de estancia legal.
“Necesitamos movilizarnos, irnos a la Ciudad de México, porque hay mayores oportunidades. Aquí solo nos dan citas y citas, sin respuesta alguna, lo más complicado es poder trabajar y alimentar a la familia con un documento que nos pueda conceder un trabajo”, compartió.
Esta mujer, quien estuvo trabajando 19 años en una textilería en Honduras, tuvo que abandonar su trabajo por la delincuencia, violencia y la falta de economía, logrando llegar a México donde pensó que encontraría refugio y un mejor futuro para su familia.