Las mentiras son constantes en el día a día. Por más que una persona busca evitarlas, a veces se ve en una situación en donde pareciera que decir una mentira fuera una opción o, por otro lado, uno se ve en una situación en donde alguien le dirá una mentira.
Entonces, si de antemano las personas son conscientes de lo negativo que es decir mentiras y del daño que pueden provocar ¿Por qué se hace de todas formas?
¿Qué nos lleva a mentir?
Numerosos estudios han demostrado que las razones detrás del por qué alguien dice una mentira están muy relacionadas con la búsqueda de aceptación o evitar alguna situación negativa.
Yesid Barrera, doctor en Ciencias Políticas y Sociología cita investigaciones hechas a principios de los años dos mil que abarcan estos motivos, en concreto de los investigadores Alfred Adler y Adrienne Rich
“Ellos decían que lo que hacemos es ofrecer una impresión más positiva hacia nosotros y que los demás nos miren mejor, evitando muchas veces situaciones que incomodan y que suponen una desaprobación de la pareja, de la familia o de la sociedad”, afirma Barrera.
También menciona las “mentiras sociales” que se dicen para buscar la aceptación un grupo. Además, las mentiras se dicen tanto para beneficio personal como para beneficio de otra persona.
“En general las personas mienten por razones tanto materiales como psicológicas”, señala Barrera.
Más común de lo que se cree
Para Bella DePaulo, investigadora del departamento de psicología de la Universidad de California, la mentira es una acción común en el día a día de las personas, incluso, mucho más de lo que uno pueda percibir de primera mano.
DePaulo hizo una investigación en 2004 denominada “Las Muchas Caras de la Mentira”, en donde pidió a un grupo de personas enlistar la cantidad de mentiras que decían cada día en un lapso de una semana, y posteriormente escribir las razones que los llevaron a decirlas.
Los resultados arrojados mostraban que los 147 participantes del estudio habían dicho alrededor de dos mentiras en cada interacción social que tenían, en donde variaban las razones por las cuales mentían y las mentiras que decían a los demás.
En total, las mentiras dichas por todos los participantes durante la semana eran más de 1 mil 500.
“Los contenidos de las mentiras que recogimos se clasifican en cinco categorías: sus sentimientos y opiniones, sus acciones y planes, sus conocimientos, logros y fracasos, explicación de sus comportamientos y hechos y posesiones personales”, indica DePaulo.
¿Cuándo se aprende?
Franklin Espinoza, psicólogo industrial y especialista en salud laboral, dice que la mentira se aprende durante la infancia, y que, con el paso del tiempo, el mentir se empieza a “sofisticar”.
“Esto es una parte normal en el desarrollo de una persona, un niño empieza a mentir cuando se ve envuelto en relaciones más complejas. Sin embargo, hay una etapa de mentiras compulsivas, que se da entre los siete y ocho años, en donde el niño miente para probar los límites que tiene con sus figuras paternas”, dice Espinoza.
También asegura que, conforme una persona va creciendo, tiene a su alcance elementos que permiten soportar mejor una mentira, como los denominados escenarios plausibles, que es la capacidad que tiene alguien para describir una situación creíble.
Otro fenómeno interesante que explica Espinoza es el momento en que un círculo social admite e incluso aplaude las mentiras dichas, principalmente cuando una persona “dice una mentira cuando no sabe que es una mentira”.
“Un ejemplo de esto es cuando alguien vende su carro y cuando le preguntan aspectos del vehículo responde aún sin tener un conocimiento a profundidad del vehículo, siempre con el fin de obtener un beneficio”, explica Espinoza.
Consecuencias al desarrollo personal
Las mentiras, independientemente de cuándo se digan, generarán consecuencias negativas que afectan principalmente la imagen de la persona en un ámbito profesional o personal.
“Si una persona se acostumbra a mentir, vivirá en un mundo que no es real, un mundo que está inventado. Se arma un mundo paralelo montado en mentiras, en la que muchas veces la persona se ampara, pero naturalmente toda mentira tiene un quiebre y cuando la gente empieza a descubrir, empieza a generar una cosa que se llama desconfianza hacia uno”, afirma Barrera.
También dice que, al ser descubierto en una mentira, se caen los canales de comunicación con otras personas, se pierde el prestigio y la reputación obtenida con el tiempo.
Respecto a eventos recientes, Espinoza cita el caso de Geraldine Fernández, la mujer originaria de Colombia que afirmó a los medios haber trabajado en “El Chico y la Garza”, la última película del estudio de animación japonés del director Hayao Miyazaki, en donde decía que había elaborado más de 25 mil fotogramas de una película, lo equivalente a 20 minutos de duración.
“Este es el ejemplo perfecto de cómo una imagen profesional puede irse abajo cuando la persona es muy ambiciosa y comienza a adornarla a un nivel en que las personas les genera duda. La mentira nos afecta mucho, ya que entre más queramos adornar nuestra imagen con ellas, más propenso se vuelve que las personas nos descubran si se toman el tiempo de corroborarlo”, afirma el psicólogo.