Editorial

Más de 25 años de medidas antidesnutrición

La desnutrición infantil es el reflejo más cruel de un sistema de salud desfasado y del deterioro de la productividad agropecuaria rural.

A lo largo y ancho de los últimos siete gobiernos del país —cada uno más caro que el anterior— ha existido un desfile de programas, siglas y acrónimos rimbombantes, anuncios, logos e informes repetitivos, contrataciones burocráticas y millonarios presupuestos que van supuestamente al combate de la desnutrición infantil aguda y crónica. Al despertar el 2024, no solo el hambre seguía allí, sino que se registraron notorios retrocesos durante el cuatrienio del doctor Alejandro Giammattei Falla: aumentaron las muertes de niños, por inanición.

Llegó a tal nivel la incoherencia de dicho período que, con la complicidad del anterior oficialismo legislativo y de la comisión de Finanzas, dirigida por ellos mismos, se le redujeron fondos al programa Crecer Sano, financiado por un crédito del Banco Mundial, para destinarlos a gasto corriente y no al objetivo por el cual fueron largamente clamados y reclamados: la niñez. Por cierto, los desembolsos económicos finalizaban el 31 de enero último, sin que se sepa si se solicitará una extensión para recuperar el terreno perdido. Debería haber incluso pesquisas para determinar nombres de responsables de la mala gestión, pero la justicia está empachada y enfocada en animadversiones estériles y en salvar a allegados.

La desnutrición infantil es el reflejo más cruel de un sistema de salud desfasado y del deterioro de la productividad agropecuaria rural, factores que se ven agravados por los impactos del cambio climático y el anquilosamiento estatal causado por el clientelismo politiquero, el latrocinio, el endoso de culpas y la ineptitud de sucesivos titulares nombrados que luego aducen no tener control de los programas, por ser “interinstitucionales”.

En sesión del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Rural (Conadur) se distribuyeron ayer Q600 millones de presupuesto de la Gran Cruzada Nacional por la Desnutrición no utilizados en 2023, destinados a programas alimentarios, de saneamiento y salud en 114 municipios priorizados de 10 departamentos. Gobernadores salientes pretendían asignarlos sin esperar el relevo, pero se frenó tal pretensión, que en sí misma denota una gazuza indolente de la cual también son parte numerosos diputados afanados en caciquear.

El alcalde de Palencia, Guadalupe Reyes, se quejó de no haber recibido fondos debido a que el departamento de Guatemala no está incluido en la lista. Sí, igual que otros 12 departamentos. La desnutrición es un mal crónico en todo el país, pero se priorizaron las localidades en situación aguda. Quizá su reclamo tiene algún fundamento, pero para empezar podría integrarse a las iniciativas que quizá no traen asignación directa de fondos, aunque sí ayudas a la población necesitada.

Es necesario destacar los proyectos antidesnutrición impulsados por la iniciativa privada, como Guatemaltecos por la Nutrición o el El Tablón, los cuales han dado resultados positivos, integrales y con alta eficiencia en el uso de recursos, insumos y personal. Existen organizaciones como Cáritas Arquidiocesana y varias iglesias evangélicas que brindan auxilio alimentario en comunidades afectadas por pérdida de cultivos, falta de empleos, desintegración familiar o simple ausencia del Estado. Son modelos de acción sostenida que, por su naturaleza, están libres de la distorsión de pretensiones electoreras o sindicalismos obtusos. Bien podrían servir para trazar alianzas públicoprivadas con visión de largo plazo, para que no existan un solo niño con hambre.

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