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Entre el grupo está Lorena Chacat, de 26 años, quien nos narra cómo se moviliza desde San Pedro Sacatepéquez, Guatemala, para llevar a su hijo Andy Arón Canel Chacat, de 4, quien fue diagnosticado con autismo.
La jornada de Andy dura casi seis horas, tiempo en el que Lorena pasa sentada bajo unos árboles, una frazada en el suelo en su compañía. La temperatura es baja, por lo que trata de abrigarse mientras llega la hora de salida del niño, quien también tiene problemas de crecimiento.
Su rutina
A las 5 horas ambos salen del caserío La Presa, San Pedro Sacatepéquez; Andy no camina, por lo que Lorena lo debe cargar durante una hora para llegar a un sector donde circulan microbuses, los cuales los llevan al área urbana del municipio para abordar un bus que los traslade a la capital.
“Ya pronuncia algunas palabras, ya dice mamá”, resalta con alegría la madre de Andy.
Lorena externó que es estresante movilizarse en bus, pues el alto volumen de la música en la unidad y el tránsito alteran a Andy. “Me toca abrazarlo y calmarlo, porque a veces llora”, manifestó la madre de familia.
Dos veces a la semana el menor recibe terapia y por la distancia hacia su vivienda y el factor tiempo, Lorena lo debe esperar, “lo hago porque lo amo, a veces quisiera llorar, pero cada día debo tener fuerzas”, resaltó.
Lorena agregó que el retorno es igual, pues le espera otro largo trayecto en buses y para cargar en brazos a su hijo.
Con una mirada de esperanza, esta madre de familia espera que su hijo supere la adversidad y sea independiente.
Añadió que les hace falta un lugar más cómodo para esperar a sus hijos, por lo que hizo un llamado a personas altruistas que deseen apoyar al Instituto Neurológico de Guatemala para construir el recinto, pues muchas madres que esperan a sus hijos se ven afectadas por las inclemencias del tiempo.
Para leer más: Esfuerzo de abuelo por sus nietos es recompensado por guatemaltecos
Otra historia similar es la de Blanca Estela Salvador Hernández, de 51, quien de lunes a viernes espera unas seis horas a su hija Virginia Marina Pirir Salvador, 8, con síndrome de Down.
Se levanta a las 3.30 horas para prepararle alimentos a sus otros cuatro hijos, luego alista a Virginia y a las 5 horas salen de su vivienda en El Milagro, zona 6 de Mixco.
A la menor le lleva preparado desayuno para que se alimente mientras abren el Instituto, ya que por el tráfico cargado deben estar a buena hora para las terapias.
Se movilizan en bus, el cual abordan en el predio, de lo contrario, ambas deben viajar de pie hacia la capital.
Apoyar a los hijos
“Todo niño necesita ayuda para defenderse en la vida”, resaltó Blanca, quien explicó que su rutina continúa en casa, pues al llegar debe hacer sus oficios y atender a Virginia.
Añade que movilizarse en la ciudad es difícil por la gran cantidad de vehículos, situación que la obliga a esperar a su hija.
“Mi hija es una bendición para mi vida, le agradezco a Dios por ella”, puntualizó Blanca, quien al igual que otras madres, también es aloja en una pequeña galera o la intemperie para esperar a la niña.
El Instituto Neurológico de Guatemala también hizo un llamado a las personas que deseen colaborar para construir un recinto donde las madres pueden esperar de forma más cómoda a sus hijos.
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