Siguen cobrando el pasaje y hasta hacen protesta cuando se decreta retirarlos porque sus servicios no son necesarios. En verdad, ninguna colegiala necesita que le pongan la mano en la espalda, la cintura o más abajo para “ayudarle” a subir al bus. Curiosamente, a las ancianas no les ayudan.
Les encanta ir haciendo piruetas, colgarse de un brazo, asidos del espejo o de la barra de metal atornillada. Se sientan en la grada y cuelgan los pies mientras el bus va despacio en el embotellamiento. Hostigan a la gente para que se reduzca a su mínima expresión y quepa. Es probable que se crean privilegiados en un mundo de limitaciones; se creen ángeles, apolos, semidioses que vuelan raudos en un carro de fuego desvencijado.