El término fue acuñado en inglés en 1764 por el escritor británico Horace Walpole en una narración fantástica ocurrida en Serendip, nombre árabe de Ceylán, actual Sri Lanka donde relata las aventuras de tres príncipes que cuando visitan sus dominios hacen descubrimientos útiles por casualidad. Las acepciones que da el Webster para “serendipity” son las siguientes:” 1.) Aptitud para descubrir cosas deseables por casualidad.
2.) Buena suerte, aptitud que poseían los tres príncipes de Serendip, del cuento fantástico de Horace Walpole. 3.) Buena fortuna, buena suerte.” (la traducción es mía). Como mis lectores podrán ver, en español no hay una palabra que describa esas situaciones como la futura “serendipia”. Es indudable que desde que el mundo está habitado, ya el descubrimiento casual existía. Seguramente ocurrió así con el fuego, cuando algún rayo causó el incendio de un bosque, y también con infinidad de descubrimientos que fueron desarrollando al hommo sapiens a través de los siglos de ser casi un animal salvaje a lo que es ahora, aunque no todos los humanos evolucionan; algunos involucionan y los descubrimientos y los inventos tecnológicos les sirven para destruirse unos a otros.
Pero me aparté del asunto que me ocupa: la cabida que ahora tienen todos esos nuevos términos de tecnología necesarios en el nuevo DRAE que, al paso agigantado en que vamos, quizás resultarán obsoletos para cuando se haga uno nuevo de aquí a unos cuantos años, tal como los inventos que se han ido quedando rezagados: El móvil (celular) en sus principios pareció una maravilla, pero ya a los “frijolitos” se les ve de menos ante el avance de los teléfonos inteligentes.
El fax ya casi quedó en el olvido, pues actualmente es preferible escanear un documento y mandarlo vía internet y así sucesivamente. Es de desear, no obstante, que los dichos términos se escriban igual, se conjuguen igual y que tengan el mismo significado en todos los países de habla hispana. De lo contrario, las fronteras del idioma, y ya las hay en cuanto a pronunciación, morfosintaxis e incluso divergencia en los significados, se irán acentuando cada vez más.
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