Congreso sin rumbo y bancadas incoherentes
La descomposición politiquera se refleja en el vacío de sus discursos y en la improvisación de sus propuestas.
Se esfumaron los supuestos líderes que en el 2023 impulsaban a sus candidatos a parlamentarios distritales y de lista nacional, que se paseaban por mercados, parques, cabeceras y también carreteras, ofreciendo “planes de Nación”, cambios en las dinámicas legislativas y trabajar “juntos” en beneficio de la ciudadanía. Dejaron a sus votantes a merced de los antojos, los intereses y las conveniencias de cada diputado o diputada electos. Hasta cierto punto, no extraña nada tal mutis del escenario político, con breves intervenciones de sainete.
La X décima legislatura del Congreso de la República inicia su segundo período de sesiones sin visos de mínimos consensos, pero sí máximos de intolerancia. Priman las animadversiones y los bloqueos, las lavadas de manos y las amnesias, las escisiones entre otrora aliados debido a los inveterados clientelismos, las subrepticias exigencias de proyectos, plazas y concesiones a un Ejecutivo que cada vez parece más maniatado por sus errores, sus propias pugnas e improvisaciones. Claro, también hay envidias, resquemores y ansias de recuperar feudos.
Prácticamente, ninguna de las 16 bancadas legislativas está libre de divisiones generadas por oportunismos caudillistas; el oficialismo está bloqueado a causa de la suspensión “temporal”, que ya rebasó el año, ordenada por juez y avalada por la Corte de Constitucionalidad, sin que exista un resultado concreto de la pesquisa emprendida por la fiscalía que la solicitó. La variopinta alianza de la actual directiva no logra negociar una agenda coherente y la oposición, es decir, el anterior oficialismo, desaprueba todo lo que tenga que ver con sus rivales. En sus días de gloria sí pasaban sin chistar ampliaciones y bolsones de gasto parecidos a los que hoy se les plantean. Pero, claro, antes salían beneficiados a granel. Hoy invocan la eficiencia de ejecución que no exigieron antes.
Invocan a la patria, el bienestar de la ciudadanía, el avance de la Nación y la productividad, pero nada de eso les importa. Ni siquiera porque son representantes de la ciudadanía saben sentarse a escuchar lo que la gente espera de ellos, menos aún lo que opina de sus acciones y omisiones. La descomposición politiquera se refleja en el vacío de sus discursos y en la improvisación de sus propuestas; ni qué decir de las sandeces proferidas por advenedizos iletrados que se apropian de una representatividad que ni siquiera esperaban obtener.
Aunque se trata de una temática distinta, cualquier congresista que lea esto debería buscar en Google un cuadro del Bosco titulado La nave de los locos, para tener un idea de cómo se ve el Legislativo. Una endeble barca —es decir, un país lleno de desafíos y riesgos para el desarrollo—, donde cada viajero solo busca sus propias conveniencias, se disputan el trozo de recompensa amarrado en la punta del mástil, se dedican al boato, al dispendio y a perder el tiempo mientras otros aprovechan su indolencia o volubilidad. Es un cuadro satírico que expone miserias humanas y también llama a la reflexión.
Ya es tiempo de dejar las pantomimas electoreras, de abandonar las cerrazones intransigentes y la animadversión saboteadora. A su vez, el Ejecutivo tiene la oportunidad de plantear con solvencia una agenda mínima, pero debe mostrar claridad en su capacidad de ejecución y en el compromiso de rendición de cuentas. Sin duda alguna, la próxima elección de magistrados de Corte Suprema de Justicia y salas de Apelaciones agitará intereses y habrá negociaciones bajo la mesa en el Congreso; el proyecto de presupuesto 2025 rebasa los Q148 mil millones y también generará disputas. Ante ello, ya es tiempo de abandonar la locura saboteadora y sentarse a velar en serio por el bien de la Nación.