Salud y Familia
Facilitadores de conocimiento: Los avances de la neurociencia al servicio del aprendizaje
El aprendizaje mejora al usar una variedad de recursos, aprovechando la neuroplasticidad y neurogénesis del cerebro.
Hemos descubierto que tenemos múltiples inteligencias, que nuestro sistema aprende mejor cuando usamos una variedad de recursos, que hay neuroplasticidad, neurogénesis, que ese cuento de que solo usamos un porcentaje (10, 20 o 30 por ciento del cerebro) es una falacia, pues siempre estamos empleando todo lo disponible, algunos de manera más eficiente que otros.
Ahora hagamos una caricatura de quienes siguen afirmando “que la letra con sangre entra”. Pues sí, entra, pero, la pregunta es a dónde y por cuánto tiempo. Cuando aprendemos en un sistema de miedo, el aprendizaje se vuelve lento y con dudas de que sirva en el largo plazo.
Cuando el ser humano sabe que para aprender debe pasar por el miedo, deja de aprender o resigna su vida a vivir en miedo, dos zonas no aconsejables.
A los facilitadores de aprendizajes nos corresponde llevar el cerebro de los aprendices a zonas incómodas.
Cuando cometemos un error, alteramos el sistema nervioso, que se sienta amenazado, sin miedo, frente a una pregunta, por ejemplo, y allí sucede la magia del cerebro, generando una química neuronal y aparece la epinefrina, que es el aumento del ritmo cardiaco que proporciona más oxígeno a los músculos preparando el cuerpo para reaccionar y liberar energía, lo cual nos alerta para tratar de solucionar el inconveniente o el problema planteado.
Recordemos que el miedo es una emoción necesaria, pero que siempre será individual. El compromiso del facilitador es grupal, deberíamos hacer que el aprendizaje sea alegre, pues esta emoción es social.
Si hacemos bien nuestra tarea de enseñar, entre más educación, más variables para atender la vida. Nosotros impactamos dos órganos: el corazón, que sirve para dar cantidad de vida, y el cerebro, que brinda la calidad de vida (Dr. Fuster).
Un maestro que quiera ser facilitador debe saber que requiere entusiasmar el corazón y movilizar el cerebro de quien escucha, y su principal herramienta es la compasión, ese sentimiento que se manifiesta desde el primer contacto con el aprendiz, un estilo propio de comprender y generar empatía, estableciendo el nivel de comunicación necesario al tratar de enseñar. Y cuando encuentre miedo en su aprendiz, recordar que el cerebro no olvida, pero se puede sustituir.
El aprendizaje no es solo en el aula, también se da en la la oficina, en el grupo de amigos. La propuesta de un cambio de paradigma para mejorar nuestras sociedades también tiene que ver con aquellos que nos hemos atrevido a ejercer como docentes, no solo en el aula, sino en cualquier espacio donde interactuamos con otros. Al asumir ese compromiso, tal vez no tengamos que esperar dos o tres generaciones para ver el cambio que todos reclamamos.