Las 12 piezas escogidas por el maestro Reyes variaban mucho en carácter y contenido. Algunas, en efecto, se limitaban a poner en vitrina la habilidad acrobática del ejecutante; otras, hablaban con lenguaje propio sobre las circunstancias y las vivencias de sus compositores; cinco se debían a autores nacionales vivientes (cuatro de ellos presentes en la sala), el resto era de origen mexicano, portugués, italiano, brasileño o argentino. El acompañamiento, cuidadoso y bien asentado, estuvo a cargo del pianista Roberto Pérez Chamalé y del Cuarteto Asturias. En suma, un recital muy bien planteado, propositivo y esmeradamente ejecutado.
No está demás observar, ante tanto virtuosismo y musicalidad, que no hace falta caer en lo complaciente, con una pieza fuera de lugar como las Czardas de Monti (que el propio solista mencionó como que “no tenía nada que ver con el repertorio”). También faltó el nombre del pianista en el folleto de mano. Por último, un nuevo llamado a los asistentes, para que respeten a los demás (y a sí mismos…): no usen celulares ni se hagan autorretratos fotográficos durante una presentación ¡tan espléndida!
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