Nota Bene
Los mártires de Damasco
Católicos valientes
El domingo 20 de octubre, el papa Francisco presidió una solemne misa durante la cual canonizó a los 11 mártires de Damasco, 98 años después de que fueron beatificados por el papa Pío XI y 164 años después de su trágica muerte.
En 1860, una guerra civil sacudió al eyalato de Damasco, una provincia del imperio otomano. Se enfrentaban los maronitas, una iglesia católica siria, de rito oriental, con los drusos, una secta islámica chiita que no acepta matrimonios interreligiosos ni conversos de otros grupos.
El franciscano misionero de origen español Manuel Ruiz López era superior del convento de San Pablo en el barrio cristiano de Bab Tuma. Cuando los drusos atacaron el convento, el padre Ruiz se preparaba para vaciar el sagrario de la iglesia, pues ya había confesado y dado la comunión a sus compañeros. Los agresores lo forzaron a colocar su cabeza sobre el altar para decapitarlo. Hicieron lo mismo con sus compañeros frailes: el austríaco Engelberto Kolland y los españoles Juan Fernández, Francisco Pinazo Peñalver, Pedro Nolasco Soler, Nicolás María Alberca, Nicanor Ascanio y Carmelo Bolta. Este último fungía como profesor de árabe para los misioneros extranjeros. Uno de sus más nuevos alumnos, Nicanor Ascanio, casi no comprendió cuando los musulmanes le ofrecieron perdonarle la vida si se convertía a su religión. Tras comprender la oferta, respondió que prefería morir porque él creía en Cristo, no en Mahoma. Tenía tan solo 46 años cuando le cortaron la cabeza. El coadjutor del padre Carmelo, Kolland, a quien le llamaban “padre ángel” por su disposición serena, murió de 33 años.
Peligra el cristianismo en Oriente.
Durante el 9 y 10 de julio de 1860, los drusos mataron a miles de personas, además de los ocho frailes y los tres hermanos laicos maronitas, Raffaele, Mooti y Francisco Massabki, quienes se habían refugiado en la iglesia. Hoy, las reliquias de los mártires se guardan en una urna en la capilla latina de San Pablo, la cual, dicho sea de paso, está hecha con piedras de la antigua puerta Bab Kisan, por la cual escapó de los judíos Pablo, quien recién se había convertido al cristianismo.
Siglo y medio más tarde, uno de cada siete cristianos en el mundo, o 365 millones de personas, sufren por la discriminación o persecución, según la Lista Mundial de la Persecución (LMP) de 2024, elaborada por Puertas Abiertas. En Turquía, en cien años, la población cristiana bajó de 20% a uno% del total. Aproximadamente 80% de los cristianos iraquíes abandonaron su país en las últimas dos décadas. El Líbano moderno era un país mayoritariamente cristiano en su fundación, pero ahora 69.3% de los libaneses son musulmanes. (Persecution.org)
La población cristiana de Siria se redujo en las últimas décadas a 2.5% o menos de todos los habitantes. Los cristianos son secuestrados y agredidos, y sus iglesias, demolidas o confiscadas, sobre todo en tierras controladas por los extremistas que quieren instaurar una teocracia musulmana. El país está fragmentado desde la llamada primavera árabe de 2011 y 2012. Entonces, algunos ciudadanos quisieron derrocar al presidente Bashar al-Assad. Se toparon con represalias, una prolongada crisis y la intervención rusa a favor del dictador. Más de 13 millones de compatriotas han sido desplazados.
Es triste que sean hostiles al cristianismo las tierras que vieron nacer y predicar a Jesús. La canonización emociona a cristianos en todo el mundo, pero especialmente a los que hoy sufren por la violencia en Tierra Santa. El testimonio de estos once santos inspira a quienes profesamos la fe en el siglo XXI; debemos ser tan fieles, valientes y apostólicos como el padre Manuel Ruiz y sus compañeros.