Punto de encuentro

La ventana se está cerrando

Se subestimó el poder real del Pacto y, sobre todo, “el timing” para actuar.

Desde el minuto 1 después de que Bernardo Arévalo y Karin Herrera ganaron las elecciones inició la estrategia de desgaste y sabotaje. El plan “A” era anular los resultados electorales; el “B”, evitar que asumieran (lo intentaron hasta el último minuto), y este, en el que están ahora, pretende impedir que concluyan su período. Más aún, le pusieron “fecha de caducidad” al gobierno para antes de que se tenga que elegir al nuevo fiscal general y jefe/a del Ministerio Público.


Es claro que van a utilizar todo el poder que tienen (que es mucho) para no perder el control de la entidad que ha sido la punta de lanza de la estrategia golpista y desde la cual se logró frenar y revertir la lucha contra la corrupción y la impunidad, y detener lo que se había avanzado en la desarticulación de las redes ilícitas que mantienen capturada a la mayor parte del Estado.


Me parece que la lectura política del presidente y un grupo de sus asesores (pero no exclusivamente de ellos) subestimó el poder real del Pacto y, sobre todo, “el timing” para actuar. Esos primeros tres meses en los que se mantuvo la efervescencia del apoyo popular que plantó cara al Golpe y lo detuvo, y en los que la correlación de fuerzas en el Congreso les fue favorable (no precisamente porque la mayoría de diputados se haya convertido en “angelitos”), no se aprovecharon lo suficiente. Quizá se pensó que disminuiría el “terrorismo” judicial, porque ya no tenían como aliado al gobierno, pero está visto que no fue el caso y que, por el contrario, la persecución penal indebida sigue siendo su arma “favorita” de destrucción masiva.


La ruta delineada se fue más por el plano jurídico (formal) —como si en este país imperara un régimen de legalidad y un Estado de derecho real— y se dejó de lado el ejercicio firme —y audaz— del poder político, que tanto amerita un contexto como el guatemalteco. En palabras de Jose Rubén Zamora: “En un país como Dinamarca, al presidente Bernardo Arévalo le iría muy bien, pero aquí en Guatemala se lo van a comer”, de seguir con esa estrategia.

En Guatemala, la disputa sigue siendo entre democracia y autoritarismo.


Dicho esto, es imprescindible plantear y comprender que se pueden tener matices, discrepancias y hasta enojos con las decisiones y la actitud del presidente y el rumbo político del gobierno de Semilla. Pero hay que recordar que no son ellos los responsables del deterioro y de la crisis democrática en la que estamos sumidos: persiste una crisis institucional que no se ha resuelto, en donde una parte fundamental del Estado está en rebelión y actúa —desde dentro— para dinamitar la democracia, mantener la tensión de forma permanente y provocar ingobernabilidad.


El MP y una parte importante del sistema de justicia utiliza la formalidad jurídica para lograrlo. Y es tanto el poder del “lado oscuro” (la fiscalía y los jueces corruptos son apenas la punta del iceberg) que la salida no se conseguirá solamente desde el despacho presidencial o el ámbito de influencia/negociación de un partido político. Está claro que con eso no alcanza.


La ventana de oportunidad se está cerrando. Por eso, es preciso reconstruir el amplio arco de respaldo social y político que frenó el Golpe y detuvo la consolidación absoluta del régimen autoritario. La crisis que afrontamos es de tal dimensión que no se resuelve con ideas “geniales” de un grupo de iluminados y tampoco alcanza solo con “somatar la mesa” (aunque, evidentemente, ayudaría hacerlo con quien corresponde).


Lo vivimos en 2023: no hay salida democrática sin construir los canales para que se exprese la participación y el respaldo popular. Toca nuevamente volver a colocar el centro donde debe estar: la disputa en Guatemala no es político-partidaria, sigue siendo entre democracia y autoritarismo y se debe actuar en consecuencia.

ESCRITO POR:
Marielos Monzón
Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.