Sarah* está sentada en un círculo, con los brazos cruzados nerviosamente sobre su cuerpo.
BBC NEWS MUNDO
Comedores Compulsivos Anónimos: “Era como tener que controlar a un monstruo dentro de mí que se quería comer todo”
"Estaba destrozada, de rodillas y quería quitarme la vida"
Unas cincuenta personas la miran mientras habla en una gran sala de reuniones blanca.
Aunque los encuentros del grupo ocurren en un sitio ubicado en una concurrida calle de Londres, el fin de semana el sitio es un oasis de calma.
Todos escuchan atentamente a Sarah que relata el momento de su vida en el que se sintió más vulnerable.
“Los supermercados eran mi peor pesadilla”, dice. “Estar rodeada de comida que podía hacerme dar atracones me hacía llorar”.
El grupo
Sarah está participando en un encuentro de Overeaters Anonymous(Comedores Compulsivos Anónimos, en español, u OA por sus siglas en inglés), una asociación similar a Alcohólicos Anónimos pero para las personas que comen de forma compulsiva.
Estas sesiones están diseñadas para ayudar a quienes se están recuperando de desórdenes en la alimentación, como el de no poder dejar de comer y otros comportamientos de alimentación compulsiva como la bulimia.
El primero describe la situación en que una persona siente que tiene que comer incluso aunque no tenga hambre y se sienta satisfecho.
Puede que creas que sepas de lo que se trata. Probablemente alguna vez hayas bromeado con que eres “adicta” al chocolate, de que no puedes negarte cuando te ofrecen una galleta en el trabajo, aunque estés lleno.
Pero para quienes están reunidos aquí, la urgencia de comer demás significa algo mucho más serio.
Al menos en Reino Unido, una de cada dos personas que buscan ayuda para perder peso comen de forma compulsiva (eso significa cerca de 12 millones de personas), según el Centro Nacional para Desórdenes de la Alimentación.
La mayoría de la gente suele pensar que la solución tienen que ver con hablar del tema o con controlar la voluntad, mientras que las autoridades se centran en crear guías explicativas sobre cuál debe ser el tamaño de una porción y añaden impuestos al azúcar para que no cometamos excesos.
Pero para quienes el comer demás se ha convertido en una compulsión, las reuniones de OA son una alternativa.
Aquí no hay balanzas. En cambio, los miembros del grupo siguen un programa de 12 pasos similar al que usa AA.
Los pasos incluyen desde admitir que te sientes impotente frente a la comida, hasta pedir disculpas a aquellos que uno ha lastimado por los problemas con la comida.
Los participantes se apoyan en un sponsor que se ha recuperado y que participa en las sesiones como a las que asiste Sarah.
El grupo se gestó en Los Ángeles, Estados Unidos en 1960 y, según señala su página web, tienen más de 6.500 grupos en más de 75 países (incluidos México, Colombia, Costa Rica y España, entre otros) con un total de 54.000 miembros.
¿Es o no es?
Descubrir a un comedor compulsivo es complicado: por empezar, no tienen necesariamente sobrepeso. Pueden ser desde hasta obesos mórbidos hasta delgadísimos.
El problema puede afectar a personas de cualquier edad: en las reuniones hay gente de desde 20 años hasta 70.
A pesar de la intensidad de los sentimientos que comparten, el ambiente es tranquilo. Hombres y mujeres comparten sonrisas y miradas de apoyo.
“Estoy petrificada”, dice una mujer que está a punto de irse por dos semanas de vacaciones con su familia. Tiene miedo de que esto la haga perder el control y acabe comiendo demasiado.
Una mujer de unos 60 años explica que ha dejado de comer compulsivamente desde los años 80.
“Llevo mi adicción a donde quiera que vaya”, explica. “Voy a seguir los pasos por el resto de mi vida”.
Atracón primero, ejercicio después
Durante la discusión grupal, varios de los participantes se describen como “adictos a la comida”.
Hannah, una escenógrafa de 24 años, se ve así.
Trató de todo, dice, desde ver a un terapeuta hasta medicina tradicional china, antes de participar en un encuentro de OA.
En su adolescencia sufrió de anorexia, que va de la mano con comer de forma compulsiva, me cuenta.
“Era como si tuviese que controlar a un monstruo dentro de mí que quería comer todo“, dice.
Algunos de sus peores episodios ocurrieron en los dormitorios de la universidad, donde compartía una cocina con otras cinco compañeras.
Cuando no había nadie, revisaba sus alacenas a ver si encontraba algo.
“El secretismo me daba un subidón de adrenalina”, dice. “Miraba los armarios de los demás y me llevaba un poquito de esto, una cucharita de lo otro“.
Hannah comía todo lo que encontraba. “Comía incluso vegetales congelados del congelador o le ponía ketchup a una lechuga”, cuenta.
Después de un atracón, Hannah ejercitaba intensamente y controlaba su dieta hasta que, inevitablemente, se daba otro atracón.
El impacto en su salud mental de este ciclo constante de alimentación desordenada la hacía sentirse desesperada.
Empezó a buscar ayuda y descubrió OA en los comentarios de un blog.
12 pasos
Al principio Hannah no estaba convencida de que los 12 pasos funcionarían para ella. Pero, al igual que AA, los miembros de OA van emparejados con un sponsorque tiene experiencia en el programa.
Hannah y su sponsor trabajaron juntos, pero no fue fácil. El octavo paso, en el que los participantes deben pedir disculpas a quienes lastimaron, fue particularmente difícil.
Cuando pensó por primera vez en disculparse con sus viejas compañeras de piso, la idea la daba escozor porque tenía temor de lo que pudiesen pensar.
Pero perseveró.
“Pedí perdón a las compañeras a las que les había robado comida, algunas en persona y otras por Skype porque vivían en otros países”, dice. “Todos fueron muy dulces”. Aunque a otros les pareció un poco raro, admite.
“Esa es la cuestión, reparar el daño no es siempre una gran experiencia”.
Lo importante para ella no fueron los resultados sino deshacerse de su “bagaje emocional” para tener la libertad de pasar a otra cosa con respecto a sus problemas con la comida.
Eso significó que se fue deshaciendo de sus hábitos alimenticios sin darse cuenta. “Estaba tan centrada en seguir los pasos que, cuando me di cuenta, había hecho tres comidas al día por unos meses sin siquiera pensarlo”.
“Solo pensaba en no darme un atracón”
La siguiente en hablar fue Zoe, de 26 años, quien trabaja en finanzas. Zoe confesó que antes era “insegura y estaba obsesionada con la comida” y no pensaba que podría superar su compulsión.
“Sentía que necesitaba estar en prisión para recuperarme“, dice.
Su compulsión afectó sus estudios en la universidad, la alejó de sus amigos y le dejó la autoestima por el piso, añade.
Llegó a un punto en la universidad en que ya no podía imaginarse el futuro.
“Definitivamente no tenía impulsos suicidas, pero no podía imaginar que me graduaba”, dice.
“No podía imaginarme cómo sería mi vida porque todo lo que podía pensar era en pasar el día sin darme un atracón. Así de pequeña era mi existencia”.
Hace cuatro años, decidió enfrentar sus problemas con la comida y se anotó en una clínica de rehabilitación privada.
Allí fue donde entró en contacto por primera vez con OA. Después de algunos traspiés y una ruptura amorosa, centró sus esfuerzos en seguir el programa.
“Hoy como lo que sea”, dice Zoe. “Si quiero pescado y papas fritas el domingo, eso es lo que como. Honestamente, no he pensado en darme un atracón en tres años”.
La historia de George
George, de 37 años, está sentado al otro lado del círculo. Es fácil distinguirlo: es uno de los pocos hombres en la sala.
No sorprende. Si bien investigaciones muestran que el 25% de las personas con desórdenes de la alimentación son hombres, condiciones como la anorexia o el comer compulsivamente son percibidas por muchos como enfermedades de mujeres, lo que hace que los hombres se sientan más inseguros a la hora de pedir ayuda.
“Para mí, la comida era importante para sentirme reconfortado, premiado, amado… todo”, dice.
De joven, cuando aumentó de peso, se unió a un club para adelgazar.
“Era un chico de 14 años que podía decirte que una manzana verde tenía más calorías que una roja”, dice.
Estuvo obsesionado con la comida hasta los 20, cuando empezó a forzarse a vomitar. Y así entró en un ciclo de comer compulsivamente y bulimia.
Alentado por su novio, George fue finalmente a ver a su médico y lo enviaron a una unidad de desórdenes alimentarios, donde diagnosticaron que era bulímico y comedor compulsivo.
Pero, cuando llegó al hospital, se sintió incómodo.
“Entré, y siendo un hombre gordo de 32 años, me sentí un fraude. Sentía mucha vergüenza de ser un hombre”.
Si bien en los grupos de OA hay más mujeres que hombres, George -quien acude a las reuniones desde hace cinco años- ha notado un pequeño aumento.
Al igual que Hannah y Zoe, George se describe a sí mismo como “adicto” a la comida.
Controversia
La “adicción a la comida” es un tema controvertido.
Investigaciones de 2014 indican que no hay suficiente evidencia para catalogar a ninguna comida en particular como adictiva.
Investigadores propusieron el término “adicción a comer” para que el acento recayera en el comportamiento.
Algunos psicólogos creen que la etiqueta “adicción” no ayuda, porque contribuye a que la gente no asuma responsabilidad por comer de forma compulsiva y en su proceso de recuperación.
Deanne Jade, fundadora del Centro Nacional para Desórdenes Alimentarios, en Reino Unido, desestima la idea de “adicción a la comida”, pero reconoce que la gente que participa en las reuniones de OA puede encontrar apoyo allí, ya que comer de forma compulsiva es un “problema solitario”.
Sin embargo, en su opinión, se necesita hacer unaevaluación psicológica para determinar si una persona tiene o no un problema real con la comida. Alguna gente, dice, cree que ha comido de más después de ingerir un chocolate.
“¿Cómo distinguir entre una persona que come en exceso de una que come por motivos emocionales o un comedor compulsivo?”, se pregunta Jade.
“No hay una separación clara. Una persona calificada debe observar mucho al sujeto para entender si este siente que come demás o realmente lo hace”.
Según explica Jade, en experimentos en los que se dio de probar un alimento con azúcar cuyo sabor fue enmascarado a una persona que dice ser adicta a esta sustancia, la persona respondió como si no la hubiese comido.
Esto, dice, muestra que cualquier efecto “adictivo” de estas sustancias son mayormente psicológicos.
Pero no todos los especialistas coinciden con Jade.
Nicola Schlesinger, una terapeuta que trabaja con mujeres con problemas de adicción y desórdenes alimentarios, le dijo a la BBC en 2013 que los científicos que no creen en la adicción a la comida no ven lo que ella ve a diario: gente “llorando, sufriendo, odiándose, con pensamientos suicidas” como resultado de sus problemas con la comida.
“Pueden decir lo que quieran, pero, al final, nosotros tenemos que lidiar con la realidad de la situación”, señaló Schlesinger.
Al final de la sesión de OA, la secretaria pregunta si hay algún logro que celebrar.
“Sí”, dice un joven, acomodándose en la silla. Él quería celebrar un mes sin comer de forma compulsiva.
Lo dijo con una sonrisa inmensa. Y la sala estalló en aplausos.
*Los nombres de algunos miembros de OA han sido cambiados para proteger su identidad.